13/01/2025

La rebelión de estudiantes contra la intimidación woke se expande: «Pasa en todo el país»

En tan solo un mes, las víctimas del llamado “movimiento woke” y su brazo ejecutor, la “cultura” de la cancelación, se pueden contar por decenas.

Solo en el pasado mes de diciembre, en Reino Unido fueron saboteadas varias conferencias universitarias, el profesor y economista Fothergill fue expulsado de la Universidad de Sheffield por una investigación sobre el remplazo laboral de la inmigración y la estudiante Connie Shaw fue expulsada de su puesto en la radio de estudiantes por sus opiniones críticas sobre la teoría de género.

El mismo mes, la doctora Helen Adamson, codirectora de la Facultad de Ciencias Naturales y Ambientales de la Universidad de Newcastle, fue agredida por acudir a una manifestación en apoyo de Tommy Robinson, actualmente en prisión por publicar un documental denunciando a los agresores sexuales de origen musulmán en el Reino Unido.

Todos ellos son los últimos integrantes de lo que la organización Estudiantes y Academics for academic freedom (Estudiantes y Académicos por la libertad académica o de cátedra, SAFAF) llama su “lista de cancelados”, y que agrupa a centenares de víctimas británicas de la cancelación, omnipresente en los campus universitarios. Contadas excepciones como AFAF confrontan estratégicamente esta ideología desde el ámbito universitario.

Recientemente, el británico The Telegraph recogía el caso de Charlote Tredgett, una joven estudiante que había obtenido plaza para estudiar Filosofía en el prestigioso King’s College de Londres.

Al principio, su horizonte era esperanzador, plagado de las promesas que los folletos de la universidad le habían inculcado: intercambios reflexivos, debates acalorados sobre las cuestiones éticas más candentes del momento, preparación para desarrollar y comunicar argumentos, perfeccionar el pensamiento crítico…

Todo pareció venirse abajo para Tredgett cuando empezaron las clases.

“Quedó muy claro que mis compañeros no veían con buenos ojos opiniones que cuestionaran las ideologías predominantes en torno al género, la religión o el colonialismo”, lamentó la estudiante de 20 años.

Recuerda un seminario acerca de teoría de género y filosofía como “el más silencioso” al que ha acudido.

“Habíamos leído un artículo académico y se suponía que íbamos a hablar sobre él, pero casi no se dijo ni una palabra. Durante una hora, lo único que se escuchó fue su voz [del ponente] mientras hablaba. Durante todo ese tiempo, hubo unos dos comentarios del grupo de unos diez estudiantes, y fueron redactados con mucho cuidado, casi ensayados. Todos tenían miedo de expresar las cosas de forma incorrecta y de la reacción de sus compañeros si lo hacían”, comenta.

A Tredgett solo le hizo falta revelar anteriormente que era “euroescéptica” y que había votado por el Brexit para ser objeto de la conciencia colectiva woke de los estudiantes. Las acusaciones no tardaron en llegar, después la grabaron y viralizaron sus imágenes: “Había gente a la que no conocía y que me llamaba `la chica racista´. Si no estás de acuerdo con las opiniones ideológicas predominantes, no solo estás equivocado, sino que eres moralmente malo y eso justifica tácticas de intimidación”.

Tredgett es el fiel reflejo de la mayoría de los británicos -un 80% según las encuestas consultadas por el Telegraph– que consideran que la libertad de expresión está más limitada que hace una década y que la gente se autocensura por miedo a las políticas de la cancelación.

Pero conforme pasan los años y los casos aumentan, también crecen y se organizan las voces disonantes de la distopía woke.

Es el caso de Heather McKee, estudiante de psicología de la Universidad de Glasgow y que conoce bien el ataque a quienes disienten del pensamiento dominante, del activismo trans o la teoría crítica de la raza.

“Creer en espacios exclusivos para mujeres, en fronteras más estrictas o en una meritocracia: estas son opiniones que comparte la gran mayoría de la gente en este país. Sin embargo, debido al pensamiento colectivo impuesto, los estudiantes y académicos tienen demasiado miedo de expresarlas y se les castiga cuando lo hacen”, denuncia la estudiante.

La Universidad, ¿un entorno inclusivo? Según se mire

Entre otros casos concretos, menciona un reciente debate sobre ética en el que citó el Informe Cass, que pone de manifiesto cómo se han suministrado a menores bloqueadores de la pubertad sin tener claro que esto fuera una mejora para los pacientes que acudían clínicas como Tavistock, especializada en tratamientos de reafirmación de género.  

La estudiante quedó sorprendida ante la respuesta: “Nada. Nadie sabía de qué se trataba o, si lo sabían, no querían hablar de ello. Cuando hablé de esto con una de mis profesoras, simplemente dijo que la universidad es un entorno inclusivo. Pensé: ‘Sí, pero no inclusivo respecto de mi visión de que el sexo es binario y la biología es importante’”.

Pensamiento dominante woke: «Es real y sucede en todo el país»

Sin embargo, cada vez más, alumnos, docentes y académicos, se enfrentan de una forma u otra ante las consignas woke y canceladoras. Hay quienes lo hacen por motivos doctrinales, otros por reacción y otros que lo hacen por ambas razones de forma organizada.

Es el caso de Academics For Academic Freedom, con decenas de socios y delegaciones en universidades de todo el país. La misma McKee es coordinadora de la rama estudiantil de la organización, convencida de que su activismo no solo es por poder expresar su opinión libremente en seminarios y debates, sino sobre todo de proteger los derechos de los estudiantes.

Habla, por ejemplo, de los de la facultad de Psicología, a quienes se les enseña que la Teoría crítica de la raza -que sostiene que las estructuras, instituciones y conocimientos occidentales son en sí mismos racistas- es la verdad y no solo una teoría polémica.

“Son hombres blancos a los que se les enseña que son privilegiados, que no pueden imaginar lo que es ser una mujer negra, por ejemplo. Se están formando para ser psicólogos y se supone que deben ayudar a las personas a resolver sus problemas, pero se les dice que nunca podrán entender [muchos de esos problemas]. ¿Qué se supone que deben hacer con eso?”, plantea.

Tanto Tredgett como McKee conocen la fuerte militancia del movimiento woke, y aseguran que no se trata de un pequeño número de casos: “Es real y está sucediendo en todo el país”.

`Nuestro objetivo es tener un miembro de SAFAF en cada universidad del Reino Unido e Irlanda´, se dijo en la conferencia anual de Estudiantes y Académicos por la libertad académica de 2024. 

7 medidas para defender la libertad académica

Es por ello que Academics For Academic Freedom está elaborando una amplia red de resistencia antiwoke en decenas de universidades del país, instando a los responsables que quieren mantener sus centros como espacios de debate científico y racional a seguir una serie de posiciones y estrategias.

Entre ellas, la organización anima a:

1º Designar a un defensor de la libertad académica como un alto cargo de liderazgo que también pueda reflejarse a nivel departamental, y dotar de poder a la persona (o personas) que ocupen ese puesto para que tomen medidas rápidas y contundentes cuando se desafíe la libertad académica.

2º Garantizar un mecanismo de denuncia de violaciones de la libertad académica para que puedan investigarse y resolverse rápidamente.

3º Integrar la enseñanza de habilidades y disposiciones asociadas con un debate y un desacuerdo sólidos, de buena fe y basados ​​en la evidencia en los planes de estudio de todos los niveles.

4º Poner fin a cualquier asociación formal con Stonewall u otros grupos de presión LGBT. (La misma organización Stonewall reconoce en su web a algunos de sus partners y colaboradores, como el grupo Barclays, la cervecera Desperados, Absolut vodka, cosméticos Glisten, ISS, Unilever o la empresa de joyería Pandora. 

5º Cuando el personal haya sido capacitado por Stonewall o grupos de presión similares que promueven la teoría de la identidad de género como irrebatible, asegúrese de que la capacitación adicional lo contrarreste.

6º Cuando una universidad patrocina una red LGBT+ que opera bajo la marca de la universidad y tiene la tarea de representar a todos los empleados LGBT+, dejar en claro a los funcionarios que sus canales de comunicación no deben usarse para promover la teoría de género como inatacable, o para promover o usar tácticas de «no debate».

7º Asegurarse de que los mandos intermedios y los líderes estén bien informados sobre la posición institucional de la universidad, la comprendan y sean capaces de actuar en consecuencia.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»