Cuando escribo estas líneas, al menos permanecen “secuestrados” por el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo 16 sacerdotes. Desde Occidente miramos mudos esta tragedia como si se tratara de una patochada más del gobierno de un país históricamente inestable latinoamericano. Como si no fuera relevante.
[Este domingo 15 de enero, el régimen comunista nicaragüense deportó a los miembros de la Iglesia a quienes había detenido. Pincha aquí para ampliar la noticia.]
Sin quitar ni un ápice de importancia y dolor al sufrido pueblo de Nicaragua, me atrevo a pensar que detrás de esta extraña y extrema persecución contra los católicos y su jerarquía hay algo más, que puede resultar tremendamente perturbador también para nosotros. Intentaré explicarlo en tres premisas y una conclusión.
Primera premisa: estudiando su historia política se puede extraer la conclusión de que las reformas como herramienta política han sido casi inexistentes en su historia.
Nicaragua se declaró nación en 1824 en un parto guerracivilista, y desde entonces ha resuelto sus conflictos con prácticamente un único método, la “revolución”. Así lo dice un dicho local: “Voy a sembrar revoluciones pa cosechar libertades”. Las revoluciones armadas han sido su método político. Pero “las insurrecciones son como las olas del mar, que se suceden unas a otras”, como le hizo decir Gabriel García Márquez al general Simón Bolívar en su biografía sobre los últimos días del libertador.
-En 1827, en la segunda guerra civil, murió el primero de los jefes de estado nicaragüenses víctima del odio de sus enemigos políticos.
-Y así se repitió en 1834 cuando los militares no se resignaron a perder el poder y encabezaron una insurrección armada en la que moría el segundo jefe de estado nicaragüense, también ejecutado por sus enemigos políticos.
-Y así también cuando Nicaragua en 1839 invadió El Salvador, pero salió derrotada.
-En 1844, cuando volvió a estallar una guerra al ser esta vez invadidos por Honduras y El Salvador.
-En 1848 cuando los “españoles”, como así llamaban los miskitos a los nicaragüenses, fueron asaltados por los indios de la costa atlántica bajo bandera inglesa.
-En 1854 cuando los “democráticos” atacaron a las tropas del gobierno “legitimista” partiendo el país en dos.
-En 1855, ante su debilidad fratricida, los nicaragüenses fueron conquistados por el pirata Walker, transformando Nicaragua en un estado esclavista.
-En 1894 estalló de nuevo una guerra entre Honduras y Nicaragua.
-En 1909 se levantó el general Juan Estrada contra el general Zelaya y luego lo hizo el general Zeledón contra el gobierno de Mena.
-En 1925 Emiliano Chamorro desencadenaba con su levantamiento las siguientes dictaduras somocistas.
-En 1927 Sandino opacó a todo comandante para encabezar las guerrillas en el norte del país.
-En 1936 la Guardia Nacional de Somoza acababa con la presidencia legítima del país y se hizo con un poder hereditario desde 1937 hasta 1979, año del levantamiento revolucionario sandinista.
-En 2018 las protestas surgidas porque el gobierno aprobara calladamente un impuesto sobre los cheques de pensiones de los jubilados acabaron en insurrección juvenil y popular. Y de nuevo en sangre.
La revolución, como siempre y como método, es una enfermedad que ha dejado debilitado a un país (reducido sus defensas democráticas) para que entre cualquier virus totalitario, como ha sucedido.
Segunda premisa: las revoluciones ya no pueden triunfar en Nicaragua.
En cada gobierno (revolucionario) entrante en Nicaragua, el mayor miedo del gobernante ha sido caer, dejar su espacio político. Shakespeare lo expresa magistralmente a través de Macbeth: «He ido tan lejos en el lago de la sangre, que, si no avanzara más, el retroceder sería tan dañino como el ganar la otra orilla». Cada revolución necesita avanzar para no morir ahogada en la sangre que implica su sostenimiento. Así fue con Somoza, así parece ser con el actual matrimonio sandinista gobernante Ortega-Murillo.
La enorme cantidad de sangre derramada en la guerra civil de los 80 ha dejado sin más ganas (felizmente) de pelear al pueblo nica. El matrimonio presidencial no puede temer un levantamiento armado. Esta es la buena noticia. La mala es que tampoco parece que ya puedan volver atrás fácilmente en el lago de la sangre de Macbeth. Si bien la capacidad de reconciliación y de perdón del pueblo nicaragüense es a mi juicio más grande que la distancia nadada por los dictadores actuales, el encarcelamiento de cualquier rival político, sus compromisos internacionales y su enconada ideología se lo impiden, y la Iglesia, que podría haber mediado en ello, es ahora parte de los perseguidos.
¿Entonces? Bueno, aquí es donde debe intervenir el poder de la oración… y eso nos debe interpelar por lo que ahora veremos.
Tercera premisa: la relación del gobierno de Nicaragua con la Iglesia ya no es ni será la misma.
La Iglesia ya no es un amigo/enemigo de los revolucionarios o el régimen en el cual infiltrarse como en los setenta, pero tampoco ante un pueblo tan creyente puede ser un agente a eliminar de la vida política de modo brutal (siguiendo por ejemplo el modelo de expulsión casi total y brutal cubano de religiosos de los años sesenta).
En Nicaragua, cuando triunfó la revolución sandinista, un parte de la iglesia nicaragüense se convirtió en vehículo revolucionario sandinista marxista. Pero fue la menor. La gran mayoría permaneció fiel a su misión y acabó denunciando las atrocidades del régimen sandinista y contribuyendo a la restauración de la democracia y el estado de derecho en 1990. Por ello es la autoridad moral principal del país. Martirizarla es darle poder, y mucho me temo que vamos a una nueva y diferente amenaza para la Iglesia (y la libertad del mundo).
Pero antes de explicarla, contestemos a una pregunta: ¿or qué perseguir en el presente de esta manera tan cruel a la Iglesia encarcelando a su jerarquía y prohibiendo manifestaciones populares de fe si no se busca su aniquilación en el país? Porque la Iglesia es la única que sin hacer revoluciones denuncia los excesos. En lugar de revoluciones propone el testimonio, aunque lleve al martirio (y generalmente allana el camino de la vía reformista`, que es siempre más pacífico. Así se construyó Europa.
Ese miedo a la libertad se mantiene en el matrimonio presidencial y pretende acallar a la Iglesia que denuncia los excesos del régimen. Sin embargo, aquí viene lo importante: el modelo de relación Iglesia-Estado ya no puede venir dado por el modelo comunista cubano. Cuba se hunde en su propia miseria, Rusia tiene sus propios líos en Europa y Venezuela ya no está para apoyar nuevas revoluciones latinas. De hecho, me atrevo a pensar que esta persecución de la Iglesia está relacionada con la influencia de un nuevo actor en la zona que ya no es ni Rusia ni Venezuela ni Cuba… Es China.
Conclusión: Nicaragua se está convirtiendo en una colonia comercial, y mucho me temo que políticamente cultural de China (no veo otro país más “enchinado” que Nicaragua en toda América).
Hoy casi todo lo que se vende en Nicaragua es chino. A cambio, me cuentan mis amigos que los mejores bosques del norte del país han sido arrasados para entregar materia prima al gigante asiático. ¿Quién sabe si algún día, por enésima vez, China vuelva a resucitar la vieja aspiración del segundo canal (el primero es el de Panamá) trans-oceánico a través del lago Cocibolca?
China ha sustituido a Cuba, Rusia o Venezuela como sostén del régimen. ¿Y que ha hecho China con la Iglesia católica? No la ha eliminado, la ha “domesticado”. La Asociación Patriótica Católica China fue creada con el apoyo de la comunista Oficina de Asuntos Religiosos de la República Popular de China en 1957, con el objetivo de controlar las actividades de los católicos en China. Su nombre público es Iglesia Católica China o, como popularmente se la denomina, «Iglesia oficial», en contraposición a la «Iglesia subterránea» compuesta por el clero y los fieles que han mantenido la lealtad en secreto a Roma. Según datos oficiales, la Asociación, también conocida como la «Iglesia Patriótica», contaría con más de 4600 iglesias.
Ojalá me esté equivocando, pero lo que veo en el horizonte de esta persecución religiosa en Nicaragua (el pueblo que a mi juicio más ha sufrido, junto con Haití, de nuestro continente hermano y a los que sin duda deberíamos lanzarnos a ayudar) es un futuro sometimiento, una creación de una Iglesia católico-sandinista controlada por el gobierno que se quedará las iglesias y de nuevo volverá a intentar usar la Iglesia católica “expropiada” como medio para sus intereses.
Y ahora permítanme una extrapolación. Si el modelo de “expropiación espiritual” que pretende hacer el gobierno sandinista a imagen del modelo chino sale bien en Nicaragua… ¿hacia donde avanzarán los regímenes influidos por el gigante chino en sus relaciones con la Iglesia en África y en otros posibles países pobres latinoamericanos? ¡¡¡Bingo!!! Lo que nos jugamos los católicos del mundo entero en la persecución de Nicaragua es la libertad de muchos de nuestros hermanos en países pobres.
Si no es por la solidaridad que deberíamos tener por los sacerdotes y obispos nicaragüenses encarcelados y el pueblo cristiano perseguido, al menos deberíamos hacerlo preventivamente por nosotros mismos. No podemos abandonar a la Iglesia de Nicaragua. El obispo auxiliar de Managua, monseñor Báez, nos lo ha suplicado a los católicos del mundo libre: “No nos abandonen”. La persecución de la Iglesia en Nicaragua nos concierne a todos.
¿Qué hacer? Una pista en San Marcos 13, 37: “Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: velad”. Despertemos. Es hora de rezar por Nicaragua.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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