Más de una semana después de la blasfemia contra la Eucaristía en la inauguración de las Olimpiadas, el Vaticano ha emitido un comunicado en el que muestra su pesar por los hechos sin nombrarlos ni calificarlos: la ofensa a Jesucristo (encarnado en una drag queen) y a la Última Cena no aparece señalada como causa de la polémica.
«La Santa Sede, entristecida por algunas escenas de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París, no puede sino unirse a las voces que se han alzado en los últimos días para deplorar la ofensa causada a muchos cristianos y creyentes de otras religiones«, dice el texto, que no viene atribuido y ha sido distribuido por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
Tampoco hay referencia a otros aspectos del acto que han quedado sepultados por la parodia irreverente de las drag queens, en particular la exaltación del aborto.
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«En un acontecimiento prestigioso, en el que el mundo entero se une en torno a valores comunes», prosigue el comunicado, «no debe haber alusiones que ridiculicen las convicciones religiosas de muchas personas».
«La libertad de expresión, que evidentemente no se cuestiona, encuentra su límite en el respeto a los demás», concluye el breve texto, que no llega a cien palabras.
El caso «Charlie Hebdo»
El silencio del Vaticano era muy llamativo, cuando católicos de todo el mundo habían emprendido cientos de actos de reparación, personalidades de todos los países y religiones e incluso estados habían condenado los hechos y una treintena de cardenales y obispos se habían dirigido al Comité Olímpico Internacional para pedir unas disculpas que no se han producido y que el comunicado tampoco pide.
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Silencio que chocaba aún más en comparación con lo sucedido el 15 de enero de 2015 . Una semana después del atentado contra el semanario francés Charlie Hebdo (en el que fueron asesinadas doce personas por la publicación de una caricatura de Mahoma), la Santa Sede se vio envuelta en una fuerte polémica por las declaraciones del Papa en el vuelo que le llevaba a Filipinas.
«Es verdad que no se puede reaccionar violentamente. Pero si el doctor Gasparri [su médico, a su lado], gran amigo, dice una palabrota contra mi madre, le espera un puñetazo. ¡Es normal! ¡Es normal!«, dijo Francisco, palabras que suscitaron un gran revuelo: «No se puede provocar. No se puede insultar la fe de los demás. No se puede hacer burla de la fe».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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