18/11/2024

Las 10 «C» para realizar una buena Confesión: una ayuda clara y sencilla para salvar el alma

Recibir la comunión y acudir frecuentemente el sacramento de la confesión son dos sacramentos fundamentales para la vida del católico. En buena medida, la salud del alma de las personas depende de que acudan preparados y con fe a estos sacramentos.

La salvación eterna depende de la preparación, disposición y recepción de estos sacramentos. Siendo así, hay que hacer un esfuerzo concertado no sólo para recibirlos con frecuencia , sino también para mejorar constantemente su recepción. Cuanto más se aprenda sobre la Confesión, mayores serán las probabilidades de poder hacer una buena confesión.

Para ello, el padre Ed Broom, gran experto en cuestiones de espiritualidad, ofrece en Catholic Exchange estos diez consejos para realizar una buena confesión:

1. Claridad

Una señal evidente de la acción del Espíritu Santo es la claridad y la transparencia. Por el contrario, el diablo a menudo se puede detectar por la confusión, la ambigüedad y la incertidumbre. Como dijo Jesús: “Sea vuestro hablar sí, sí, o no, no”.

2. Conciso

Las confesiones no tienen por qué ser largas y prolongadas. De hecho, muchos confunden la confesión con una simple conversación, dirección y asesoramiento espirituales. Es cierto que, a veces, la dirección puede desempeñar un papel en la confesión, pero sólo de manera secundaria. La esencia del sacramento reside en simplemente declarar nuestros pecados. No andes con rodeos; sé rápido y directo.

3. Concreto

Otra cualidad esencial para una buena confesión sacramental es ser concreto, no vago ni abstracto. Por ejemplo, una persona que confiesa: “A veces soy una mala persona” o “No soy tan santo como debería ser”, ¡bienvenido al club! ¡Todos en el mundo (excepto Jesús y María) tendrían que admitirlo! Así que sea concreto en sus confesiones, confiese los pensamientos, palabras o acciones pecaminosas y cualquier información circundante estrictamente relevante, como la intención y las circunstancias.

4. Completo

La Iglesia establece en el Derecho Canónico y en el Catecismo que todos los pecados mortales —en especie (tipo) y número— deben especificarse. Por ejemplo, si uno falta deliberadamente a la Santa Misa el domingo, entonces debe especificarse el número de veces. ¡Esto es lo que queremos decir con completo!

5. Contrito

Para que una confesión sacramental sea legítima y eficaz, debe haber una verdadera contrición de corazón. En otras palabras, debemos estar arrepentidos y dispuestos a renunciar y evitar el pecado en el futuro. San Agustín afirma que todos somos mendigos ante el Señor. Al igual que Bartimeo, el mendigo ciego de Marcos 10, debemos pedir humildemente la gracia de la verdadera contrición de corazón para poder hacer confesiones válidas.

6. Convicción

Debemos estar imbuidos de la máxima confianza y convicción de que el Señor nos ama verdaderamente, quiere lo mejor para nosotros y puede ayudarnos a liberarnos del pecado. Su misericordia y amor son verdaderamente más poderosos que nuestro pecado, y cualquier pensamiento contrario puede ser condenado.

7. Corrección

Relacionada con la contrición está la corrección. Debemos estar dispuestos y preparados, con la ayuda de las infinitas gracias de Dios, a corregir nuestros malos hábitos, a tomar las medidas necesarias para la corrección y a evitar cualquier persona, lugar, cosa o circunstancia que pueda fácilmente llevarnos de nuevo a esa trampa del pecado. En palabras de Jesús, el pecado es esclavitud espiritual. Él vino a liberarnos cautivos para que podamos experimentar verdaderamente la libertad de ser hijos e hijas de Dios.

8. Compensación

Todos probablemente reconoceremos este paso: ¡hay que cumplir con la penitencia que nos ha dado el sacerdote! Si hemos dañado la propiedad de alguien o su buen nombre, entonces debe llevarse a cabo algún tipo de compensación. Esto cae dentro de la virtud cardinal de la justicia, o dar a cada uno lo que le corresponde. Otro ejemplo sería que si un hombre roba una manzana, entonces debe regresar y pagar por la manzana. Con este acto, practica la retribución, devolviendo lo que había tomado injustamente. Aunque nunca podemos «pagarle a Dios» por las ofensas cometidas contra Él, podemos, a través de nuestra penitencia, mostrarle un pequeño acto de restitución.

9. Conversión

Uno de los frutos más eficaces de la Confesión es la conversión, el alejamiento del pecado y la conversión hacia Nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Un auténtico cambio de corazón, la renuncia al mal y la conversión del pecado a la virtud dependen de la gracia de Dios y de nuestra correspondencia con esa gracia. La Confesión es verdaderamente un encuentro con Jesús, que es Dios, y que Él, el Médico Divino, es el único que puede sanar verdaderamente nuestras almas. En innumerables pasajes del Evangelio, contemplamos a Jesús sanando y reformando no sólo a pecadores, sino a grandes pecadores. Santa María Magdalena tenía siete demonios dentro de ella; Jesús no sólo la sanó, sino que la transformó en una gran santa.

10. Confianza

Una de las enseñanzas más destacadas del Diario de la Misericordia en mi alma de Santa Faustina es que Jesús insiste en que todos, especialmente los pecadores más empedernidos, tengan una confianza ilimitada en su infinita e inagotable misericordia. El mayor pecador puede convertirse en el mayor santo, bajo una condición: CONFIANZA, CONFIANZA, CONFIANZA en la Misericordia del Sagrado Corazón de Jesús. En la pintura de la Imagen de la Divina Misericordia, Jesús insistió en que las palabras “Jesús, en Ti confío” estuvieran escritas en la pintura misma. Al acercarnos al Sacramento de la Confesión, también conocido como el Sacramento de la Misericordia de Dios, acerquémonos no con una confianza parcial sino con una confianza infinita e ilimitada. La abundancia de gracia que recibamos será proporcional a nuestra confianza en la misericordia del Sagrado Corazón de Jesús.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»