Christopher West está considerado como uno de los mayores divulgadores de la Teología del Cuerpo. Lo hace desde su TOB Institute, recibiendo invitaciones de todo el mundo para recordar una de sus principales afirmaciones que el mundo más necesita: la necesidad que tiene la persona de hallar su sentido y ser amado.
Muchas de las enseñanzas de esa jornada se pueden encontrar en su libro “Llena estos corazones: Dios, sexo y el anhelo universal” (Sindéresis).
La gran tesis que West expone (que populariza la Teología del Cuerpo de Juan Pablo II) es que cada ser humano anhela ser amado y apreciado para siempre, e intuye que ese amor debe existir. Ese amor existe en el Cielo con Dios y, a otro nivel, en el amor esponsal humano, que nos ayuda a entender el amor de Dios. Queda reflejado en numerosos símbolos de la liturgia y de la Biblia. La Biblia se inicia en Génesis con un matrimonio (Adán y Eva) y termina con un anhelo esponsal en Apocalipsis (“y el Espíritu y la Esposa dicen: “ven”).
Invitados a un banquete, distraídos con comida basura
Cada hombre está invitado a un gran banquete, una gran boda con Dios… pero en este mundo caído el ser humano se distrae y daña con comida basura, aparentemente fácil, pero enseguida dañina: es la lujuria.
Nuestra cultura consumista fomenta la lujuria, y es de lo más común para un joven o una joven haber vivido numerosísimos momentos de entrega a la lujuria sin haber nunca haber llegado a experimentar el verdadero amor.
Por eso, muchos creen que el verdadero amor no existe y que sólo existe la lujuria: es lo único que han visto. Y, sin embargo, cuando se presenta la belleza del amor verdadera, muchos descubren que eso es lo que de verdad anhelan.
Christopher West es un orador apasionado y un gran divulgador de la Teología del Cuerpo de Juan Pablo II.
West usa imágenes de la cultura popular y el cine para hablar de estas cosas. Habla de Toy Story 3, la película de 2010 sobre unos juguetes que desean ser mirados, amados, recordados por su amo, como nosotros anhelamos a Dios.
El malo de la película es un oso de peluche que se sentía el preferido de su dueña… hasta que fue sustituido por otro idéntico. Se sintió reemplazado y empezó a predicar un kerygma materialista: no existe el amor, sólo existe el ser usado y reemplazado. “Olvídate de Barbie, Ken, hay millones como ella”, dice. Pero Ken da la clave del amor: “Para mí, ella es única”.
“Ser reemplazado y desechado es lo contrario de ser amado. Queremos ser amados, no ser usados, no que jueguen con nosotros”, escribe West.
Y la lujuria hace eso: usar, y a menudo, después, tirar. “Tú no me amas a mí, no me quieres a mí; sólo quieres lo que te puedo dar”, constata la persona ante el lujurioso. Y se pregunta: “Soy sustituible, ¿cuándo me abandonara por alguien más, alguien que le dé más placer, más servicios?”
En su libro, West sintetiza en una tabla la diferencia entre amor y lujuria… que puede ayudar a muchos que desconocen el primero y creen que sólo existe la segunda.
11 diferencias entre amor y lujuria
1. La lujuria busca satisfacer a uno mismo. El amor busca entregarse totalmente al otro (“amar es darlo todo y darse uno mismo”, decía Teresa de Lisieux
2. La lujuria trata a los demás como objetos para usar. El amor afirma a los demás como personas
3. La lujuria sacrificará a los demás por el propio interés. El amor es servicial, el que ama se sacrifica por los demás
4. La lujuria manipula, se usa para controlar al otro. El amor quiere respetar la libertad del otro
5. La lujuria esclaviza. El amor nos libera
6. La lujuria no es exclusiva, se entrega casi a cualquiera. El amor es exclusivo: quiere sólo al amado
7. La lujuria ve el cuerpo como una “cosa”. El amor respeta el cuerpo como un “alguien”
8. La lujuria arrebata el placer, que siempre será bastante fugaz. El amor desea una felicidad eterna
9. La lujuria enseguida se llena de envidia. El amor espera siempre, confía siempre
10. La lujuria termina cuando acaba el placer. El amor permanece en lo bueno y en lo malo
11. La lujuria nos hace sentir usados. El amor nos hace sentir valorados
Para cada vez más, las diferencias entre el amor y la lujuria se desdibujan hasta hacerse irreconocibles: West enlaza a la Teología del Cuerpo para obtener principios sólidos.
Las 4 características del amor: el esponsal y el de Dios
Tanto el amor de Dios como el amor entre esposo y esposa tienen 4 características compartidas:
1. Se entrega libremente:
No se puede comprar ni sobornar, quien no es libre no lo puede entregar. «Solo si soy libre puedo darme libremente«, dice West. «Hermanas, ¿os casaríais con un hombre si sabéis que es incapaz de decir «no» a sus impulsos sexuales? Si no puedes decir «no», no eres libre. Un alcohólico no puede decir no a una copa, está encadenado. Hoy se llama «libertad sexual» a lo que en realidad es adicción sexual».
2. Es entrega total
En los votos matrimoniales decimos «yo, te acepto y me entrego a ti»; al hacer eso excluimos a otras parejas y otros estilos de vida.
3. Es fiel
Incluye, además de la exclusividad, la perseverancia, el acompañar, el mantenerse caminando juntos, el resistir ante las adversidades…
4. Es fértil, da fruto
Se abre a acoger a los hijos, es un amor que genera vida.
«Esas 4 características son las del matrimonio: libre, fiel, fértil, total… Son las 4 cosas que te preguntan al casarte. Así también es el compromiso de Cristo con la Iglesia. Y el acto sexual debe expresar eso con su lenguaje corporal. El acto sexual son los votos matrimoniales hechos carne. Yo entendí eso a los 24 años leyendo la Teología del Cuerpo de Juan Pablo II. Y todo hizo click, todo en la Iglesia Católica sobre sexo tuvo sentido entonces», explicó West.
La ética sexual cristiana, como la etiqueta de un elegante banquete, es exigente, pero crea belleza y da vida. La virtud cristiana, como aprender a tocar el piano o destacar en un deporte, requiere aprendizaje y esfuerzo, pero vale la pena y el deseo de algo bueno (hacer música, crear algo bello y perdurable) lo alimenta.
«Jesús no te impone una ética forzada: primero te cambia el corazón, tus valores, tu deseo profundo… Si la ley se inscribe en nuestro corazón, ya estamos libres de la Ley, porque no tenemos deseo de romperla. Somos libres para vivirla, porque es lo que nuestro corazón desea. Solo nos enfadamos con la Ley cuando tenemos deseos de romperla. El problema no es la enseñanza de la Iglesia, sino tu corazón. En vez de intentar rebajar la enseñanza cristiana, pongámonos de rodillas y pidamos al Señor que cambie nuestro corazón», anima Christopher West.
Y plantea un sueño, quizá no tan lejano: «¿Y si un día todo el mundo llega a ver que lo que la Iglesia enseñaba era lo correcto? ¿Y si el mundo reconoce que hemos estado conduciendo como locos en la dirección equivocada con la Iglesia diciendo ‘conducís contra dirección, vais a matar a alguien’?
Articulo de hemeroteca actualizado y publicado originalmente el 5 de julio de 2019. Más ideas en nuestra sección Matrimonio.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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