Durante la mañana de este jueves, el Papa Francisco recibió en el Vaticano a representantes de la comunidad del Colegio Sacerdotal Argentino, dependiente de la Conferencia Episcopal Argentina cuyo objetivo es ofrecer formación académica a sacerdotes de diversas partes del mundo, especialmente en los estudios de licenciatura y doctorado.
Durante la recepción, el Papa Francisco abordó con sus compatriotas algunas de las costumbres y personajes de su país natal antes de dirigir un llamado al “alma sacerdotal” de quienes “se siguen preparando para enfrentar la ardua batalla del Evangelio”.
Estas fueron sus cuatro peticiones:
1º Asumir con firmeza la identidad sacerdotal
“Nuestra vocación no es un apéndice, un medio para otros fines, incluso piadosos, como salvarse. Absolutamente no. La vocación es el proyecto de Dios en nuestra vida, lo que Dios ve en nosotros, lo que mueve su mirada de amor, me atrevería a decir que en cierta forma es el amor que Él nos tiene y en este radica nuestra verdadera esencia”, expresó Francisco.
2º Abrazar la verdadera “carrera eclesiástica”
Francisco desarrolló una correcta comprensión del término enunciada por el santo cura Brochero, consistente en “trabajar en el bien de los prójimos hasta el último [momento] de la vida”, la total donación de sí mismos, la entrega a Dios en el hermano, gastándose y desgastándose por el Evangelio. Paralelamente, “batallar con los enemigos del alma, como los pumas que pelean echados cuando parados no pueden hacer la defensa”. Es decir, cuidar la vida interior, mantener encendido el fuego, con mucha humildad, “echados”, pues “parados” en nuestra soberbia somos más vulnerables”.
3º Vivir la fraternidad sacerdotal como un combate
Para Francisco, vivir la fraternidad es otra de las notas más relevantes que un sacerdote debe desarrollar en dos aspectos.
En primer lugar, dijo el Papa, con el obispo, “del que se considera un simple soldado, para emular las hazañas de los próceres, combatiendo junto a él, codo con codo, hasta el último cartucho”. Pero también con sus hermanos sacerdotes, con quienes busca “compartir cuanto tiene, los invita a corregirle con confianza y lo hace con ellos con franqueza, pidiéndoles llevar una vida de piedad profunda, con una confesión frecuente “ya con el uno ya con el otro”, para compartir así toda la vida, tanto material como espiritual y apostólica”.
4º No dejar nunca la misa
Finalmente, concluyó recordando que «por ardua que fuera su tarea [de Brochero], buscó no dejar nunca la Eucaristía, llegando a pasar gran parte de la noche al raso, en medio de los maizales, esperando a que se despierten en el rancho —ya que no consideró oportuno molestar de madrugada—, para poder entrar a celebrar. Ese sacrificado respeto por el misterio… calaba más que mil palabras de empalagosa elocuencia”.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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