30/12/2024

Las diez mejores películas religiosas en la historia del cine español: algunas son obras maestras

Fernando Alonso Barahona ama el cine, escribe sobre él y transmite su pasión. Es difícil acercarse a una de las numerosas obras que ha consagrado al Séptimo Arte (históricas, filosóficas, biográficas) sin convertirlas en un caudal inagotable de sugerencias

Así sucede con el último libro que ha publicado, El cine español en la era de Franco, 1936-1975 (SND Editores), una aproximación a ese periodo donde el protagonismo no se lo lleva la política cinematográfica -aunque está muy presente-, sino el enorme elenco de obras artísticas que incluye, de las cuales nos va presentando contenidos, peripecias y protagonistas de carne y hueso. 

En su día conversamos en ReL con Fernando Alonso Barahona sobre el director Rafael Gil, a quien Pío XII llegó a decir que hacía más por la fe con sus películas que muchos sacerdotes desde el púlpito. Esta vez la intención ha sido pedirle una selección de las mejores películas religiosas en la historia del cine español y hablar de ellas.

Fernando Alonso Barahona es autor de una treintena de libros que abarcan desde el pensamiento político a la literatura de creación, pero en particular destacan en su bibliografía sus obras sobre la historia del cine y sus grandes directores y actores.

Ésta ha sido su propuesta:

La mies es mucha (1948), de José Luis Sáenz de Heredia, con Fernando Fernán Gómez y Sara Montiel.

Balarrasa (1951), de José Antonio Nieves Conde, con Fernando Fernán Gómez.

La Señora de Fátima (1951), de Rafael Gil, con Inés Orsini y Fernando Rey.

El Judas (1952), de Ignacio F. Iquino, con Antonio Vilar.

La guerra de Dios (1953), de Rafael Gil, con Claude Laydu y Francisco Rabal.

El beso de Judas (1954), de Rafael Gil, con Rafael Rivelles y Francisco Rabal.

Marcelino Pan y Vino (1954), de Ladislao Vajda, con Pablito Calvo.

La herida luminosa (1956), de Tulio Demicheli, con Amparo Rivelles.

Teresa de Jesús (1961), de Juan de Orduña, con Aurora Bautista.

Proceso a Jesús (1974), de José Luis Sáenz de Heredia, con José María Rodero.

El orden es cronológico, no valorativo. Y de hecho, lo primero que llama la atención son las fechas de producción.

-La relación sugiere que hay una década estelar del cine religioso, que son los años 50 y primeros 60. ¿Sucede lo mismo en otras cinematografías?

-El auge del cine religioso español se produce claramente en los años cincuenta. En mi libro trato de explicar esta realidad.  El éxito de Balarrasa (1950) de José Antonio Nieves Conde y El Judas (1951) de Ignacio F. Iquino, unido a la asociación de Rafael Gil y Vicente Escrivá en Aspa Films inicia de algún modo -siempre estuvo presente en la producción española- el apogeo de lo religioso en las películas españolas.

»A ello no es ajeno el florecimiento del sentimiento religioso en la España de los cincuenta con hechos trascendentales como el Congreso Eucarístico de Barcelona de 1952 o a firma del Concordato entre el Estado y la Santa Sede en 1953. El texto confirmó la confesionalidad del Estado y el más completo reconocimiento de la Iglesia católica en España.

-¿No es, entonces, una cuestión de régimen político?

-En absoluto se puede afirmar que el cine religioso sea peculiar o exclusivo del franquismo. El cine de Hollywood -en esta época dorada, además- fue generoso en la producción de cine religioso, incluso la historia del milagro de Fátima fue objeto de una interesante película: El milagro de Nuestra Señora de Fátima (1952), dirigida por John Brahm e inferior a la de Rafael Gil.

»Así, hasta llegar a la colosal Los Diez Mandamientos (Cecil B. DeMille) en 1956 -el mayor intento por plasmar la Palabra de Dios en la pantalla, en certera frase del padre C.M. Staehlin-, podemos citar Siguiendo mi camino (1944) y Las campanas de Santa María (1945) de Leo McCarey, Las llaves del reino (1944) de John M. Stahl o la trágica y bellísima El fugitivo (1947) de John Ford -adaptación de Graham Greene-, con Henry Fonda en el personaje del sacerdote caído que sin embargo conserva la gracia del sacramento en su corazón. Todas ellas películas sobresalientes y a menudo cubiertas de Oscar, como la de Leo McCarey en 1944.

-¿Y en Europa?

-En el cine europeo, Rossellini llevó al cine Las florecillas de San Francisco y el francés Leo Joannon puso en pie la compleja y polémica El renegado (1954), sobre un sacerdote en una situación límite. Por su parte, Robert Bresson rodó la adaptación de Diario de un cura rural de Bernanos, una película que prefigura las futuras de Ingmar Bergman (El séptimo sello, El manantial de la doncella) y que en realidad se centran en un profundo análisis del espíritu y la presencia o ausencia de Dios, más que en una historia estrictamente religiosa. Bergman fue muy popular en los cineclub españoles de los años cincuenta y sesenta, y su obra mereció estudios muy completos por parte de escritores católicos. Pero su obra no es religiosa en el sentido íntimo del término.

»Y están por supuesto las grandes películas épicas, las maravillosas Los Diez Mandamientos (1956) de DeMille y Ben Hur (1959) de William Wyler o la interesante La túnica sagrada (1953) de Henri Koster. Todas ellas éxitos absolutos.

»Popular fue también la serie de Don Camilo, con Fernandel en el personaje del cura protagonista, célebre por su cachazudos debates con el alcalde comunista del pueblo.

-¿Alguno de los títulos escogidos alcanzó reconocimiento internacional?

La señora de Fátima de Rafael Gil cosechó un notable éxito internacional, pero sin duda la película más universal de las seleccionadas es Marcelino Pan y Vino, de Ladislao Vajda.

»Se estrenó en prácticamente todos los países del mundo, pero fue en Francia y, muy especialmente en Italia, donde causó auténtica sensación. Marcelino Pan y Vino llegó a Estados Unidos, estrenándose el 22 de octubre de 1956 en Nueva York bajo el título de The miracle of Marcelino [El milagro de Marcelino],  y por si fuera poco logró una mención especial del jurado en el prestigioso Festival Internacional de Cine de Cannes y un premio en el Festival de Berlín.

-Además de su calidad artística, ¿esas películas fueron también éxitos comerciales?

-Todas las seleccionadas, aparte de películas espléndidas, fueron en mayor o menor medida éxitos comerciales. Balarrasa de Nieves Conde fue muy popular en su momento y El Judas de Iquino, todo un acontecimiento. Tambien Fernando Fernán Gómez obtuvo un gran reconocimiento por su interpretación de La mies es mucha, de Sáenz de Heredia. Y Javier Escrivá siempre será recordado por su participación en Molokay (1959) de Luis Lucia dando vida al Padre Damián, el apóstol de los leprosos.

»El Judas fue además la primera película rodada íntegramente en catalán. Esta fue la primera vez que se autorizaba el doblaje en una de las lenguas no castellanas de España, aunque no llegara a exhibirse entonces en catalán en Barcelona: fue prohibida a última hora cuando todo el lanzamiento estaba ya preparado para su exhibición en las dos versiones: se pasaría en el Metropol y el Alexandra en castellano y en el Capitol en catalán.

-Ha escogido tres films de Rafael Gil, a quien ha consagrado varios libros. ¿Por qué se especializó en este tipo de cine? ¿Era religiosidad personal o conocimiento de los gustos del público?

-Tengo la fortuna de contar con el conocimiento y la amistad de Rafael Gil, hijo del gran director y artífice de la difusión permanente de la obra de su padre. Por supuesto, Gil fue un cineasta prolífico que se movió con soltura en todos los géneros cinematográficos, pero el ciclo de películas religiosas (las tres seleccionadas más otras notables como Sor Intrépida en 1952 o El canto del gallo en 1955) responden a la religiosidad personal de su autor, que se sintió satisfecho y orgulloso de su trabajo.

»La Señora de Fátima con Inés Orsini (célebre por su encarnación de María Goretti en Cielo sulla palude, 1949, de Augusto Genina), Fernando Rey, Tito Junco, José María Lado, María Dulce y José Nieto, es la mejor del cine religioso español.

-¿Por qué?

La señora de Fátima aúna el trasfondo político (la ofensiva antirreligiosa del gobierno portugués del momento) con la humanidad de los personajes (la esposa del político ateo que acude a las apariciones rezando desde su silla de ruedas) o el plano inolvidable de José Nieto contemplando a su hija que acaba de recobrar la vista. Las niñas y el muchacho derrochan autenticidad, como toda la película, que posee el sabor de la sinceridad, de la auténtica fe. Cine, sin duda, para la eternidad.

»El beso de Judas, por su parte, es una impresionante recreación histórica -al estilo DeMille- del drama del discípulo que traicionó al Hijo del Hombre. Rafael Rivelles compone un Judas magistral.  

»Rafael Gil volcó lo mejor de si mismo en estas películas, por eso nos siguen pareciendo sinceras y emocionantes.

-Y son, de una forma u otra, problemáticas. Es decir, parten de un conflicto interior de resolución no evidente. Dicho de otra forma, no son mera exaltación piadosa…

La guerra de Dios -de nuevo Gil en su momento más creativo- es un film duro y sorprendente para la época. El papel del sacerdote protagonista fue para Claude Laydu -el mismo que hiciera un personaje semejante en el citado film de Bresson- y la historia cuenta con todas sus aristas el conflicto social en la mina, el egoísmo de algunos patronos y la solidaridad como nexo de unión entre las gentes y sus problemas. Francisco Rabal y Fernando Sancho brillaban en el reparto.

»Juan Manuel de Prada escribió sobre ella: «Rafael Gil brilló con luz propia, en una serie de películas con guion de Vicente Escrivá, entre las que destaca la grandiosa La guerra de Dios (1953), sobre las tribulaciones de un joven sacerdote en una aldea minera donde la injusticia social campa por sus fueros. una película áspera, subversiva, nada complaciente, en las antípodas del relamido cine ‘beato’, desbordante de amorosa humanidad y vibrante en su denuncia».

»La herida luminosa de Tulio Demichelli es otra joya. Protagonizada por Amparo Rivelles, Arturo de Córdova, Yolanda Varela, José María Rodero, Ramón Martori,  el drama religioso de Josep Maria de Sagarra La ferida lluminosa galardonada con el Premio Nacional de Teatro en 1955 había conocido un sonoro triunfo en los escenarios catalanes en 1954 e, inmediatamente después, en el resto de España, adaptada al castellano por José María Pemán.

»La herida de sangre que salpica al doctor Molinos -fantástica fotografía de Georges Perinal, desarrollada con el Eastmancolor- es luz para el alma pero muerte para el cuerpo. Es un momento de singular emoción, el blanco del uniforme del médico, la sangre, la herida de luz y esperanza. Impresionante en verdad, con un Rodero desatado en una de sus mejores interpretaciones en cine y unos colosales Rivelles y Arturo de Córdoba. La obra fue doblada en México y en España, y tuvo un tercer doblaje en catalán con la anécdota de que fueron traducidos hasta los nombres de los actores (así esta en la versión en DVD que tengo en mi poder): Artur de Córdova, Empar Rivelles…

»Y qué decir de la magnífica Proceso a Jesús, de José Luis Saenz de Heredia, según la obra de teatro de Diego Fabbri: un grupo de sefardíes encabezado por Andrés Mejuto,  José María Rodero, Mónica Randall y un inolvidable reparto de grandes actores españoles representan en Toledo el juicio de Cristo para tratar de dictaminar su consistencia jurídica.

»Rodero logra una interpretación absolutamente impresionante y ese plano en el que pide perdón a una anciana por haber delatado a su hijo (aunque ella no haya sido la madre, sino la mujer que interpreta el drama representado) es de una sinceridad asombrosa y simboliza el núcleo central de la fe: la redención, el sufrimiento, el perdón. Una película -y una obra de teatro- antológicas.

»El concepto de cine de “estampita” fue acuñado por la crítica convencional y tiene su origen en los muchos dislates de las Conversaciones de Salamanca. Pero una visión desprejuiciada de los conflictos sociales en La guerra de Dios,  la reflexión teológica sobre Cristo en Proceso a Jesús, la dolorosa conversión del personaje de Antonio Vilar en El Judas, el desenlace de Balarrasa, desmienten por completo la presunta superficialidad del cine religioso español.

-A partir de 1975, y hasta hace muy poco, no ha habido en España prácticamente un cine de temática religiosa, salvo que fuese directa o indirectamente anti-religioso. ¿Hay alguna excepción? 

-En 1997 José Luis Garci realizó una segunda versión de La herida luminosa, cambiando el sexo del protagonista sacerdote, que pasaba a convertirse en una monja encarnada por Cayetana Guillén Cuervo. Interesante, pero sin la pasión melodramática de la original, que es decididamente superior.

»Mas atractiva fue Canción de cuna, que ya llevara al cine José María Elorrieta en 1961. En este caso, la obra de Garci es mucho mejor que la primera. Se basa en la obra teatral homónima escrita en 1911 por Gregorio Martínez Sierra, aunque la autora material fue en realidad su mujer, María Lejárraga. Su sinopsis es sencilla. Un lugar de Castilla, a finales del siglo pasado. En un convento de monjas dominicas de clausura dejan una niña recién nacida. Las monjas se quedan con ella para educarla, después de que la adopte legalmente Don José (Alfredo Landa), el médico del pueblo, uno de los pocos varones que pueden entrar a la clausura. Pasan 18 años, la niña (Maribel Verdú) se casa con un buen muchacho del lugar (Carmelo Gómez) “Saber mirar es saber amar”, señala en voz tenue la película. Tal vez no sea cine religioso en sentido estricto, pero está tocada por la magia del espíritu.

»Carlos Saura se acercó al universo de San Juan de la Cruz (interpretado por Juan Diego) en La noche oscura (1989). Incluso para un agnóstico, nos dice el director, la mística es fundamental porque plantea el problema de la revelación, y sin revelación no hay arte posible.

-¿Por eso el cine español se ha fijado también en Santa Teresa?

Teresa de Jesús en 1961 fue un melodrama religioso filmado con fe y convicción por Juan de Orduña, con Aurora Bautista, aunque no alcanzó el éxito esperado pese al guión, que contó con la presencia de José María Pemán y Manuel Mur Oti. Hoy se recuerda también a Conchita Velasco por su gran trabajo en la serie de televisión sobre la santa de Ávila, realizada por Josefina Molina en 1984. Teresa de Jesús cuenta con  ocho capítulos que se rodaron en diez meses y tuvo como guionistas a Víctor García de la Concha y Carmen Martín Gaite.

-¿Por qué tan pocas producciones en medio siglo?

-Es cierta la marginación de la temática religiosa en el cine español de las últimas décadas.  En ello confluyen varias causas. Desde luego, el miedo al fracaso comercial. Nada que ver con la década de los sesenta del siglo pasado, cuando el cine popular se nutría a menudo de sacerdotes simpáticos y valores positivos y desde luego religiosos.

-¿Nos puede recordar algunos?

Raphael en El ángel (1969) de Vicente Escrivá, era un joven cantante que tras una crisis personal abraza el sacerdocio o Paco Martínez Soria era un veterano cura lleno de bondad en Se armó el belén (1971) de Sáenz de Heredia.

»Y sin olvidar Alegre juventud (1963), dirigida por Mariano Ozores con Emma Penella, Adolfo Marsillach, José Luis Ozores, Antonio Ozores, Elisa Montés. Cuatro jóvenes que, movidos por una fuerte vocación religiosa, han dejado atrás familia, amigos, trabajo y algún amor de juventud para ingresar en un seminario e iniciar una vida consagrada a Dios.

»Hoy sería impensable este argumento en una película comercial.

»Pero hay más razones, y no podemos dejar de lado el dirigismo cultural encubierto que ha decidido prescindir de cualquier visión trascendente en el arte.

-¿Boicot ideológico…?

-Una película es un producto caro, necesita difusión y distribución. Sin ellas es muy complicado llegar a la gente.

-Hasta que aparece un tal Mel Gibson…

-Tenemos el ejemplo de La Pasión de Cristo, la película de 2004 de Mel Gibson que arrasó en las taquillas de todo el mundo. Eugenio d’Ors nos hablaba de no seguir la opinión pública, sino de ser capaces de crearla. Seguramente ahí reside la posibilidad de futuro: esperanza, atrevimiento, batalla cultural en definitiva (sin olvidar la vertiente política y administrativa).

-En la última década, el esfuerzo de algunas productoras sí está dando a luz largometrajes directamente religiosos: Poveda, Claret, Red de libertad, Petra de San José, Luz de soledad

-Conozco y aprecio los proyectos de Pablo Moreno, un auténtico francotirador del cine español. Las películas biográficas, Luz de soledad, Claret, Poveda… o la valiente Un Dios prohibido son islotes en la producción cinematográfica española.  Sin embargo, lo mas preocupante no es tanto la ausencia de películas de contenido explícitamente religioso, sino la ocultación del hecho religioso en las historias y argumentos de las películas, o la presentación negativa y vacía de sacerdotes y religiosos.

-En Estados Unidos no siempre es así, ahí está Mark Wahlberg con El milagro del Padre Stu

-O con casi revolucionarios episodios como A matter of faith de la mítica serie de Chuck Norris Walker, Texas Ranger.

-¿Por qué «revolucionario»?

-Es una historia en la Navidad en la que no solo se relata la regeneración de un grupo de jóvenes rescatados de las bandas, o se exalta el espíritu de la Navidad, sino que se describe un milagro explícito. Varias acciones paralelas que se fusionan en torno a una estrella, a una oración, y al propio Walker deteniendo el enfrentamiento entre dos jóvenes mediante las palabras de Jesús en la Cruz sobre el perdón del Evangelio de San Lucas.

»Este episodio, que además gira en torno a los valores espirituales de la Navidad, es una de las películas más profundamente comprometidas con el misterio cristiano de la Navidad que se ha podido contemplar en una serie norteamericana generalista y de amplia difusión. La cita del Evangelio de San Lucas mencionado se convierte así en el clímax de la historia, algo sin duda insólito en el panorama de las serie de televisión tanto de los años noventa del siglo XX como aún más las del siglo XXI.

-¿Hay allí una percepción distinta de lo religioso en las producciones audiovisuales?

-En Estados Unidos hay una amplia producción de contenido religioso que suele llegar a España en DVD y blue ray exclusivamente. A destacar Prueba de fuego de Alex Kendrick. Producida en 2008 con un coste de quinientos mil dólares, recaudó más de treinta y tres millones, siendo la cuarta película más vista en la semana de su estreno. Su financiación corrió a cargo de Sherwood Pictures, una pequeña compañía ligada a la iglesia baptista de Sherwood, situada en Albany (Georgia).

»Muy interesante también La divina misericordia, película polaca de 2019 que cuenta la vida de la Hermana María Faustina Kowalska (Helena Kowalska, nacida en 1905), una monja de la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia en Plock, Polonia. Un día comenzó a sentir la presencia de Jesús y pudo incluso dibujar su santo rostro. La frase «Jezu, ufam Tobie» [Jesús, confío en Vos] se convierte en el centro de su vida. La monja acepta su misión: descubrir la verdad la luz, la misericordia, el rostro de Cristo. Misterio insondable de la belleza divina. Dirigida por Michal Kondrat con Kamila Kaminska, Maciej Malysa, Janusz Chabior.

Las grandes producciones religiosas del cine español se dieron en los años 50 y 60 y sí lo recoge Fernando Alonso Barahona en su último libro. En los últimos lustros comienzan a despegar de nuevo merced al esfuerzo contra corriente de productores y directores.

-¿Hay todavía un nicho para el cine religioso en España? Además de inversión, ¿qué hace falta?

-Fundamentalmente la sinceridad y el talento. A los que deberá acompañar una mejora de las circunstancias objetivas del escenario cultural y político. No hay normas establecidas, simplemente una buena historia, una puesta en escena viva, unas interpretaciones emotivas y desde luego dejar las puertas abiertas a la fe, al misterio, a la religación, al espíritu en definitiva.

»Los modelos son atractivos:  ¿Cómo olvidar la conversión de Clark Gable en San Francisco tras escuchar a Jeannette MacDonald entonar Nearer my God to thee, o la última noche de los sitiados en El Álamo de John Wayne, el milagro de la gracia en Las noches de Cabiria de Federico Fellini, la pintura del caballero cristiano en El Cid, de Anthony Mann, o la parábola cristiana de Qué bello es vivir de Frank Capra, y que sintetiza de modo admirable el núcleo del cristianismo?

»El cine es un espléndido vehículo para el desarrollo y propagación de las verdades esenciales para el hombre, que la religión encierra y que dan sentido a la vida. Pero para ello hace falta valor, compromiso con la realidad, talento… y apoyos externos para crear, difundir y distribuir la creación.

»Sin olvidar -como ha escrito José Antonio Bielsa– animar a mirar a lo alto, a desprenderse de los clichés más burdos del cine de consumo de nuestros días. Esta orientación, inequívocamente, presupondría un cambio de mentalidad que llevaría, en un supuesto ideal, cierto tiempo en fraguarse.

»Como repetía Julián Marías: «Que por mí no quede». Que por nosotros no quede.

(Artículo de hemeroteca publicado originalmente el 30 de agosto de 2022).

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»