30/12/2024

Las has revelado a los pequeños

«En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera». 

Hoy celebramos la fiesta de santa Teresa de Jesús, la santa castellana, doctora de la Iglesia, gran mística y poeta, que cambió la historia de la Iglesia con su vida y con su obra. En medio de unos tiempos convulsos quiso Dios regalarnos su vida para que se convirtiera en luz que brilla e ilumina por toda la eternidad. Lo principal que aportó fue abrir caminos para que todos aprendiésemos a orar. Su definición de oración es valiosa: “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (Santa Teresa de Jesús, Libro de la vida, 8). Teresa se sentía amada por Jesús, no solo como una noción teórica, sino abrazada a la realidad de toda su vida.

La brava santa Teresa descubrió el déficit de interioridad y de formación en la mayor parte del pueblo de Dios. Seguían una religiosidad ritualista, externa y superficial. Repetían gestos, ritos, costumbres, pero el corazón no se dejaba afectar por el dialogo con Dios. Por eso ella, acompañada por otros santos hombres como san Juan de la Cruz, o san Pedro de Alcántara, comenzó a profundizar en una aproximación a la palabra de Dios y a la observación de las almas que le hizo convertirse en maestra de oración para muchos. Teresa necesitaba vivir lo que nos dice el evangelio de hoy: “Venid a mí”. No podía tener un Jesús sólo en la cabeza, en lo intelectual, lo necesitaba cercano a su vida, a su cuerpo, a su historia. Jesús agradece que Dios se quiera a cercar a los pequeños, a los sencillos y se oculta a los sabios y entendidos. 

La espiritualidad no es un espacio privilegiado, exclusivo, para una élite selecta dotada de sensibilidad especial. La cercanía de Dios es para todos. La posibilidad de escuchar su palabra, de experimentar su abrazo misericordioso, de reconocer la acción del Espíritu en la propia vida es para todos. El evangelio de hoy apunta a esa actitud de gratitud que Teresa vive ante Cristo. Jesús le dijo a santa Teresa. “Ven a mí Teresa”, que estás cansada de recorrer los polvorientos caminos de España fundando monasterios. Ven a mí que te agobia y te preocupa ver a la comunidad creyente sedienta de una relación con Dios que les de descanso para sus vidas. Que nada te turbe, que nada te espante, quien a mí me tiene, nada le falta.