Hemeroteca Laus DEo25/03/2022 @ 10:50
forma en su corazón una fuente,
y por cuanto más piensa tanto más
esta fuente sea grande, y como las aguas
que brotan son comunes a todos,
esta fuente de Mi Pasión que se forma
en el corazón sirve para el bien del alma,
para gloria Mía y para bien de las criaturas.»
el 10 Abril de 1913
Preparación antes de la Meditación
Oh Señor mío Jesucristo, postrado ante Tu divina presencia suplico a Tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en Tu Cuerpo adorable como en Tu Alma Santísima, hasta la muerte de Cruz.
Ah, dame Tu ayuda, Gracia, Amor, profunda compasión y entendimiento de Tus padecimientos mientras medito ahora la Hora…(primera, segunda, etc) y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligado dedicarme a mis deberes o a dormir.
Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar.
Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión Contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo Tus pensamientos, Tu lengua, Tu corazón y con éstos quiero orar, fundiéndome todo en Tu Voluntad y en Tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en Tu Corazón empiezo…
Jesús es presentado a Anás
Jesús sea siempre conmigo. Mamá dulcísima, sigamos juntas a Jesús. Jesús mío, centinela divino. Tú, que en el corazón me velas, y no queriendo continuar solo, sin mí, me despiertas y me haces hallar Contigo en casa de Anás… Ya te encuentras en ese momento en que Anás te interroga sobre Tu doctrina y sobre Tus Discípulos; y Tú, oh Jesús, para defender la Gloria del Padre, abres Tu sacratísima boca y con voz sonora y llena de dignidad respondes: «Yo he hablado en público, y todos los que aquí están me han escuchado.» A estas dignas palabras Tuyas, todos se sienten temblar; pero es tanta la perfidia, que un siervo, queriendo honrar a Anás, se acerca a Ti y con guante de hierro te da una bofetada, tan fuerte que te hace tambalear, mientras se hace lívido Tu Rostro Santísimo.
Ahora comprendo, dulce Vida mía, por qué me has despertado. Tenías razón: ¿Quién había de sostenerte en este momento en que estás por caer? Tus enemigos rompen en risotadas satánicas, en silbidos y en palmadas, aplaudiendo un acto tan injusto, mientras que Tú, tambaleándote, no tienes en quien apoyarte.
Jesús mío, te abrazo; más aún, quiero hacerte un apoyo con mi ser; te ofrezco mi mejilla con ánimo y preparada a soportar cualquier pena por Tu Amor. Te compadezco por este ultraje, y unida a Ti te reparo por las timideces de tantas almas que fácilmente se desaniman, por aquellos que por temor no dicen la verdad, por las faltas de respeto debido a los Sacerdotes y por las murmuraciones.
Pero veo, afligido Jesús mío, que Anás te envía a Caifás. Tus enemigos te precipitan por la escalinata; y Tú, Amor mío, en esta dolorosa caída reparas por aquellos que de noche caen en la culpa, aprovechando la oscuridad; y llamas a los herejes y a los infieles a la luz de la Fe. También yo quiero seguirte en esas reparaciones, y mientras llegas ante Caifás te envío mis suspiros para defenderte de Tus enemigos. Y Tú, sigue haciéndome de centinela mientras duermo y despiértame cuando tengas necesidad. Así pues, dame un beso y bendíceme, y yo beso Tu Corazón y en Él continúo mi sueño.
Ofrecimiento después de Cada Hora
Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de Tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: “Gracias” y “Te Bendigo”. Sí, oh Jesús!, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos…
Gracias y Te bendigo por cada gota de Sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un “Gracias” y un “Te bendigo”.
Ah Jesús, haz que todo mi ser Te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de Tus gracias…
Ah Jesús, estréchame a Tu Corazón y con tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un “Te Bendigo” Tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti.
Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en Tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo.
Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que Tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a Tu Corazón, que Tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión Contigo. Oh Jesús mío!, mantente en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer…
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