¡Con el favor de Dios, mañana comienzan las Posadas! Y, antes de comenzar a explicar qué es una posada y cuál es su origen, resulta muy provechoso aclarar que durante el mes de diciembre se habla de muchas reuniones que se celebran y a las que se les suele llamar «posadas», cuando en realidad no lo son. Las Posadas navideñas, celebradas como pide la Iglesia Católica, no sólo son festivas, sino que tienen un sentido de oración para prepararse a la Navidad.
Hablar de Posadas navideñas es hablar de una tradición muy mexicana, cuyo origen se remonta a los primeros misioneros evangelizadores venidos de España a México- Tenochtitlán, principalmente a los misioneros agustinos.
Estos religiosos se establecieron, entre otros lugares, en el pueblo de San Agustín Acolman, en el Estado de México, muy cerca de Teotihuacán, y fue ahí donde se originó la práctica de las Posadas navideñas a finales del siglo XVI.
Antes de la llegada de los españoles, nuestros antepasados celebraban, durante todo el mes de diciembre, las fiestas en honor de Huitzilopochtli, deidad mexica asociada al sol.
«Con la llegada del solsticio de invierno, el pueblo se congregaba en los patios de los templos, que estaban iluminados por enormes fogatas, atizadas a veces con maderas perfumadas».
La noche del 24 de diciembre, y al día siguiente, el 25 de diciembre, había fiestas en todas las casas, donde se obsequiaba comida a los invitados, así como pequeños ídolos elaborados con pasta comestible.
Los misioneros agustinos aprovecharon la coincidencia de fechas para introducir la celebración del Nacimiento de Jesús, el hijo de Dios. Y de esta manera, en lugar de celebrar los días de las fiestas prehispánicas, introdujeron el novenario de José y María. Es decir, utilizaron para esto la representación del peregrinar de José y María, de Nazaret a Belén, para cumplir con el deber de empadronarse, ordenado por el emperador romano César Augusto.
Fue así que para celebrar las Posadas navideñas, se escogieron los últimos nueve días antes del nacimiento del Niño Jesús. Por ello, esta representación o petición de posada, todos los años comienza el día 16 de diciembre y finaliza el 24, último día de la novena.
En 1587, el superior del convento de San Agustín de Acolman, fray Diego de Soria, obtuvo del Santo Padre Sixto V la autorización para celebrar en la Nueva España las Misas de aguinaldo, justo para esos días (del 16 al 24 de diciembre), las cuales se llevaban a cabo en los atrios de las iglesias.
En aquel entonces, y como ocurre en algunos países todavía en la actualidad, las Misas de aguinaldo se celebraban antes de que saliera el sol. La gente madrugaba para participar en la santa Misa de las 5:00 o 5:30 de la mañana, como una manera de expresar que se encontraban aguardando la venida de Jesús, como las vírgenes prudentes del Evangelio (cf. Mt 25, 1-13).
A estas Misas de aguinaldo, los agustinos agregaron pasajes y escenas de la Navidad; asimismo, para hacer más atractivas las celebraciones, se les agregaron luces de bengala, cohetes y villancicos. Con el paso del tiempo se fusionó el sistema catequístico franciscano de la piñata.
Muchos años después, de los atrios y patios de las iglesias y conventos, las Posadas navideñas pasaron a los barrios y vecindades, en donde se añadió el famoso ponche, bebida típica navideña hecha de frutas.
Hoy en día las Posadas navideñas se siguen celebrando en México, porque el pueblo católico tiene muy claro que es una manera de orar y prepararse espiritualmente para recibir a Jesús en la Navidad.
Recuperemos la hermosa tradición de las Posadas navideñas, viviéndolas en familia. Y es que las posadas también favorecen la integración de los seres queridos. Recuperemos el ambiente de oración y de espera que tuvieron Santa María y San José ante la llegada del Niño Jesús.
¡Que esta última etapa del Adviento nos haga reconsiderar una vez más cuál es el verdadero sentido de la Navidad y cuál es la verdadera enseñanza que la Iglesia nos propone!
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