El otro día, en uno de los salmos de laudes, el Salmista cantaba, lleno de gozo:
Dichosos los que viven en tu casa
alabándote siempre.
Con estas palabras se nos da una magnífica definición de lo que es un cristiano: el que tiene la gran fortuna de vivir dichoso en la Iglesia, alabando siempre a Dios. Laudes, la oración matinal de la Iglesia, significa en latín precisamente eso: alabanzas, porque estamos llamados a empezar cada día alabando a Dios.
La oración por la mañana, antes de que hagamos ninguna otra cosa, es muy especial y diferente de cualquier otro momento de oración del día. Antes de que salga el sol, antes de que empiecen los trabajos de la jornada, antes de que nos ocupemos de nuestros propios asuntos, nuestros ojos, nuestro corazón y nuestra mente se ponen en Dios, para que así se cumpla el primer mandamiento: amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas.
More Stories
Francisco: «No pertenecemos a ninguna realidad terrena, a ningún César de turno, somos del Señor»
Parece una historia de Lovecraft, pero no lo es
No, el verdadero milagro no fue el compartir