¿Puede ser que los beneficiarios de lo «políticamente correcto», al convertirlo en «demencialmente correcto», estén cavando su propia tumba? ¿Qué papel desempeña la cobardía de los intelectuales en el triunfo de la dictadura «woke»? ¿Realmente se paga caro hacerle frente?
Son algunas de las cuestiones que plantea el sociólogo y politólogo italiano Luca Ricolfi (n. 1950), profesor de Análisis de Datos, en su último libro, Lo demencialmente correcto. La inclusión que excluye y el ascenso de la nueva élite (La Nave di Teseo).
Caterina Giojelli le ha entrevistado sobre todo ello en el número de diciembre de 2024 del mensual católico italiano Tempi:
-Profesor Ricolfi, usted lleva al menos diez años ocupándose de lo políticamente correcto: ¿por qué justo ahora un libro sobre la fenomenología de lo «demencialmente correcto»? ¿Y cómo se distinguen los fenómenos generados por éste?
-No hay ninguna razón particular para que me ocupe ahora de lo «demencialmente correcto», salvo quizá el hecho de que el resultado de las elecciones en los países avanzados está cada vez más condicionado por las posiciones de este bando. En general, los fenómenos generados por lo demencialmente correcto difieren de los clásicos de lo políticamente correcto al menos en tres aspectos: no se refieren sólo al lenguaje; suscitan risa, asombro, perplejidad o indignación en casi todos; se basan en el poder intimidatorio que la red confiere a cada uno de nosotros.
-Usted ha relatado decenas y decenas de ejemplos: ¿cuáles le parecen los más absurdos y los que mejor cuentan cómo afecta a nuestras vidas lo demencialmente correcto?
-Es esencial distinguir entre dos tipos de locuras: las que son inofensivas, que casi siempre se refieren al lenguaje, y las que son materialmente ofensivas, es decir, capaces de infligir un daño real.
»Ejemplos de locuras inofensivas: prohibir a los empleados de la industria del sonido hablar de enchufe macho y enchufe hembra, por ser términos supuestamente «sexistas»; o censurar un texto de biología porque dice que «la evolución es ciega» o habla del «elefante enano«; o prohibir a los pilotos de las líneas aéreas el saludo «señoras y señores» porque alguien –fluido, no binario, en transición– podría no sentirse ni señor ni señora.
»Ejemplos de locuras materialmente ofensivas: despidos y sanciones a quienes no se alinean con el pensamiento woke; admisión de varones biológicos, pero subjetivamente mujeres, en los pabellones femeninos de las cárceles; admisión de intersexuales y trans biológicamente varones (MTF: «male to female [varón a mujer]») en competiciones deportivas femeninas; explotación de las cuotas rosas y otras prerrogativas femeninas por parte de trans MTF.
-Pero, ¿qué lo alimenta? Sobre todo, ¿a quién beneficia y a quién perjudica?
-El motor fundamental de lo demencialmente correcto es el exhibicionismo ético, es decir, el deseo de mostrarse moralmente superior, tanto on line como off line. Esta actitud ayuda, fundamentalmente, a las clases instruidas y humilla a las populares, poco acostumbradas a navegar por los meandros -y sutilezas- de la cultura woke.
‘Lo demencialmente correcto‘ de Luca Ricolfi.
»Más concretamente, lo demencialmente correcto beneficia a tres segmentos de la nueva élite, que yo llamo las vestales de la Neolengua, los lobbies del Bien y los Guardias Rojos de la «diversidad». En el libro doy una descripción relativamente precisa de ellos, pero aquí por brevedad podemos identificarlos con los trabajadores de la comunicación, los activistas LGBTQ y el personal DEI (Diversidad, Equidad, Inclusión) de las grandes empresas y organizaciones.
-No es difícil considerar como «locura» todo lo que usted cuenta que ha sucedido en los últimos años, pero de lo que quizá sólo nos demos cuenta realmente ahora. Pero, ¿por qué es difícil resistirse?
-Es difícil resistir porque, puesto que la cultura, la comunicación, los medios de comunicación, los organismos supranacionales están enteramente controlados por el establishment progresista, remar en su contra resulta extremadamente costoso en términos de ascensos, reputación, círculos en los que se es admitido.
»Pero en el trasfondo de todo ello está la cobardía de los intelectuales, que aun sabiendo perfectamente que lo demencialmente correcto es oscurantismo y barbarie, prefieren no enfrentarse a ello, no dar guerra, para no renunciar a sus privilegios.
»Aunque hay que decir, en su defensa, que hoy el fenómeno es mucho más general, afecta también a los periodistas y al mundo de la información, donde se ha vuelto prácticamente imposible encontrar personas que no estén alineadas, por un prejuicio o una actitud preconcebida, con uno de los dos principales partidos políticos.
»En cierto modo, lo que estamos presenciando es una versión actualizada de la «traición de los intelectuales», tan bien descrita por Julien Benda en los años veinte. Con una importante diferencia respecto a entonces: hoy la intelligentsia no está fascinada por el totalitarismo nazi-fascista, sino por el totalitarismo woke, magistralmente descrito por George Orwell en 1984.
Una entrevista de Daniele Rielli a Luca Ricolfi sobre su último libro: «Lo demencialmente correcto ha dado la victoria a Trump«, dice el titular.
-¿El totalitarismo woke está mostrando ya signos de ruptura? ¿Usted confía en un «cambio de ruta» o ya nos hemos convertido en un engranaje?
-Todos estamos en el engranaje, pero afortunadamente el engranaje chirría. La cuestión es que las democracias no están sincronizadas: algunos países (por ejemplo el Reino Unido, Estados Unidos, Italia en cierta medida) se están distanciando de los excesos de lo demencialmente correcto, mientras que otros, como España y Alemania, están en plena fase de euforia y aún no se han dado cuenta de que están cabalgando una ola que en otros lugares ya se está desvaneciendo.
-En su experiencia personal o profesional, ¿se ha visto alguna vez implicado directamente en situaciones similares a las que describe? Y si es así, ¿cómo consiguió salir?
-Sí, he visto debates absurdos sobre lo masculino genérico, incluso en mi universidad. He visto a estudiantes protestar contra el uso de la dicotomía masculino/femenino, que siempre se ha utilizado en los cursos de estadística para ilustrar el tipo más simple de variable. He conocido a colegas (de otras universidades) sancionados por sus ideas, aunque las expresaran fuera del lugar de trabajo. En general, he tenido la sensación de que sobre ciertos temas, en particular los inmigrantes y los derechos de los LGBT+, es casi siempre imposible mantener un debate que respete todas las opiniones.
»¿Cómo he salido de eso? Bastante bien, porque –aunque he dado clases de Sociología en el pasado– mis asignaturas en las últimas décadas han sido Análisis de Datos y Matemáticas, áreas en las que rara vez surgen problemas. Pero estoy seguro de que, si hoy tuviera que impartir una clase de Sociología, desde luego no podría decir tranquilamente todo lo que sé y mucho menos lo que pienso.
Traducción de Verbum Caro.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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