Joshua Becker es un cristiano norteamericano que en 2008 decidió, con su esposa y sus dos hijos, que era mejor vivir con menos cosas. De la reflexión acerca de su experiencia surgió su blog Becoming Minimalist.
Usa la palabra “minimalismo” para referirse a “la promoción intencionada de las cosas que valoramos más, retirando todo lo que nos distrae de ello”. Avisa de que eso “requiere una decisión consciente porque es un estilo de vida contracultural que se opone a la cultura de consumo extremo que nos rodea”.
En 2008, mientras limpiaba y ordenaba los trastos de su garaje, vio que su hijo de cinco años jugaba en el patio. Se dio cuenta de que él dedicaba el tiempo a la “gestión de trastos” y no a su hijo, a sus seres queridos. Así fue como tomó la decisión de cambiar: regalaron, vendieron o tiraron el 60% de sus ropas, muebles, adornos, cacharros de cocina, libros, juguetes y “todo lo de nuestra casa que no fuera de utilidad inmediata o hermoso”.
En su blog da consejos prácticos para lograr una vida más sencilla, y en la revista Christianity Today explica 5 beneficios espirituales que él ha constatado en estos años de vida simplificada. Ya desde el principio, dice, “empecé a entender que Jesús no me llamaba a una vida aburrida, me llamaba a una vida más abundante”.
1- Tener menos cosas te da más oportunidades de atender lo que te apasiona
Antes de optar por el “minimalismo”, Joshua Becker y su familia perdían mucho tiempo, dinero y energía en “buscar, comprar, organizar, elegir, limpiar, reparar, reemplazar y trabajar para pagar” un montón de cosas. Y eso los distraía de “las pasiones que Dios nos ha dado”.
Recordando el Sermón de la Montaña (“no se puede servir a dos amos, no puedes servir a Dios y al dinero”: Mateo 6, 24) Becker asegura que estas palabras de Jesús no se pueden desdeñar con lo de “bueno, en realidad yo no sirvo al dinero” o “seguro que Jesús se refiere a gente más rica que yo”.
“¿Y si Jesús no enseñaba eso para fastidiarnos sino para hacernos libres? A medida que dejábamos ir lo que no necesitábamos, encontrábamos más dinero, energía y tiempo para cultivar las pasiones mayores que Dios había puesto en nuestro corazón”, constata Joshua.
2– Tener menos cosas… te hace comprar menos
Intentar vivir con menos cosas no es como una dieta horrible en la que sientes privación y deseas lo que decidiste rechazar. Más bien es lo contrario: cuando tienes pocas cosas, deseas menos aún.
Becker se impuso una regla: no tener más de 33 prendas para vestir. Al principio temía que sería muy insuficiente, pero enseguida lo disfrutó: cada una de sus prendas las amaba de verdad y las usaba de verdad. “Hoy no deseo añadir nada más a mi ropero”, asegura. “Cuando guardas solo lo necesario esa voz insistente que te pide comprar más se acalla”.
Becker lo relaciona con las palabras del Evangelio: “Porque allí donde está vuestro tesoro está también vuestro corazón” (Lucas 12, 33-34). “Jesús nos invita a una libertad de espíritu que puede experimentarse solo cuando nuestros corazones no están atados a lo que poseemos”.
Así presentan Joshua y su esposa Kim su propuesta de vida.
3- Tener menos cosas alimenta nuestro espíritu
Juan el Bautista predicaba así para preparar a la gente antes de la llegada del Mesías: “El que tenga dos túnicas que las comparta con el que no tenga, y el que tenga comida que haga lo mismo” (Lucas 3, 11). Joshua Becker señala que Juan predicaba así antes de la llegada de Jesús: no era para responder a Cristo, sino para prepararse para Él… Juan el Bautista sabía que poseer menos cosas inflama el crecimiento espiritual en nuestra vida. Nos fuerza a evaluar nuestros corazones, nuestros motivos, en aspectos que no experimentaríamos de otra forma”.
4- Tener menos cosas hace que nos contentemos mejor y seamos agradecidos
Todo en el Occidente opulento está construido en torno al llamado a consumir más y más. No basta con tener un móvil: se te insiste en que tengas uno aún mejor, más moderno, y a través de él te llegan mensajes, ofertas y descuentos infinitos.
“Los anuncios insisten en que serás finalmente feliz cuando tengas tal producto o conduzcas tal coche o bebas tal refresco. Pero luego no somos felices. Nuestro mal contentar queda evidente por nuestro exceso. Deseamos poseer lo último, lo más grande, y comparamos nuestras vidas con los que nos rodean y nos hacen sentir que siempre nos falta algo”.
Becker asegura que quien hace una opción consciente por una vida minimalista está plantando semillas de “gratitud, de saber contentarse en el corazón, regando y nutriendo los frutos que San Pablo promete a aquellos que caminan en el Espíritu: paz, gozo, amor, mansedumbre, amabilidad, bondad, fidelidad, gentileza y dominio de sí” (Gálatas 5, 22-23).
5- Tener menos cosas reestructura tu realidad, seas pobre o rico
Becker sabe que hay quien critica el “movimiento minimalista” como una moda para privilegiados: los pobres no pueden rechazar nada. Pero Becker cree que las enseñanzas de Jesús respecto a la posesividad sirven para todos. La petición del “pan nuestro de cada día” no es sólo para los que no tienen comida: Jesús nos pide que todos la recemos.
Se trata de combatir la sensación de que nuestra seguridad está en las cosas, porque en realidad la seguridad está en Dios.
Pobres o ricos deben aprender que acumular objetos no es fuente de seguridad ni de felicidad. Por eso, insiste: “Con los años he llegado a definir el minimalismo como la promoción intencional de las cosas que valoramos más y la retirada de las cosas que nos distraen de ello; he descubierto que es un estilo de vida que ofrece no solo un hogar más limpio sino una espiritualidad más intencionada”.
Publicado en ReL el 30 de mayo de 2016.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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