C.S. Lewis (1898-1963) y Roy Campbell (1901-1957) tuvieron mucho en común. Compartieron amigos como JRR Tolkien y un ámbito tan singular como los Inklings. Ambos fueron conversos al cristianismo, aunque Lewis, cuya mentalidad era prácticamente católica en todos los aspectos, nunca ingresó en la Iglesia, a diferencia de Campbell. Sus obras respectivas atraían y siguen atrayendo a un lector muy similar, que valora en ambos la profundidad y audacia de su fe.
Sin embargo, su relación nunca fue del todo buena, por razones que detalla Joseph Pierce en un reciente artículo en Crisis Magazine:
C.S. Lewis y Roy Campbell: los mejores amigos… y enemigos
En este ensayo sobre la relación entre C. S. Lewis y Roy Campbell, el «poeta barbudo» del que Lewis se burla en El regreso del peregrino, trazaremos su turbulenta y voluble relación, que osciló, a veces violentamente, entre la enemistad y la amistad.
En el período comprendido entre su encuentro inicial en Oxford como estudiantes universitarios al final de la Primera Guerra Mundial y su reencuentro en Oxford hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, C.S. Lewis y Roy Campbell solo se verían una vez. Fue en noviembre de 1927, en un pub de Londres, cuando Campbell estaba en estado de shock tras la confesión de su esposa de que estaba en plena relación homosexual con la poetisa Vita Sackville-West.
Roy Campbell y su esposa Mary trabaron relación con el grupo de Bloomsbury, donde conocieron a Vita Sackville-West, amante de la escritora más relevante del grupo, Virginia Woolf.
En aquella época, Campbell era un poeta conocido y célebre, cuyo arrollador poema The Flaming Terrapin, publicado tres años antes, fue ampliamente aclamado como una obra de genio e innovación creativa. George Russell, escribiendo en el Irish Statesman, es el ejemplo típico del efusivo entusiasmo con que el poema fue recibido por la crítica: «Entre una multitud de poetas que escriben versos delicados, se mueve como un mastodonte de flancos desgreñados que se abre paso entre una manada de antílopes de pies ligeros… No conozco a ningún poeta nuevo que tenga un esplendor tan salvaje de epíteto o que pueda casar la palabra salvaje tan apropiadamente con el pensamiento salvaje».
La evocación de Russell de Campbell como un primitivo «mastodonte con los flancos desgreñados», que exhibe un «esplendor tan salvaje», al casar la «palabra salvaje» con el «pensamiento salvaje», se hace eco de la evocación satírica que hace Lewis en El regreso del peregrino de Campbell como un poeta salvaje, que viste «nada más que una camisa roja y una bragueta hecha con pieles de cocodrilo», tocando «un tam-tam africano».
Algo del impacto que Campbell tuvo en sus contemporáneos, como expusieron Russell y Lewis, fue caracterizado por el poeta David Wright en su discusión sobre la forma en que la «energía y extravagancia» de Campbell había «sorprendido a todos»: «La extravagante imaginería de Campbell, extraída de los recuerdos de la espectacular y extraña vegetación y fauna de su África natal, estalló con una proliferación de exotismo casi surrealista».
Por el contrario, Lewis, que se consideraba poeta en aquella época, se había sentido profundamente decepcionado por la falta de interés en su propio poema narrativo, Dymer, publicado en 1926, un año antes del encuentro en el pub londinense con Campbell. Fue en parte su profunda decepción por no haber sido reconocido como poeta lo que le animó a descargar su ira contra los poetas modernos en El regreso del peregrino. Nunca le gustó la poesía de Eliot ni de Ezra Pound, aunque admiraba la de Campbell, quizá porque The Flaming Terrapin estaba escrito en pentámetros yámbicos de rima convencional, en contraste con las libertades métricas que se tomaban Eliot y compañía.
‘La posmodernidad en jaque‘, de Julio Borges Junyent y Javier Ormazabal Echeverría, es una de las más recientes presentaciones del pensamiento de C.S. Lewis.
En el momento de su encuentro en un pub londinense, en noviembre de 1927, ni Campbell ni Lewis eran cristianos. Lewis se convirtió al cristianismo en 1931, en gran parte por influencia de su amigo J.R.R. Tolkien, mientras que Campbell sería recibido en la Iglesia católica en España en 1935, un año antes de que estallara la Guerra Civil fratricida de ese país. Campbell vivía con su mujer y sus hijos en Toledo al comienzo de la guerra y fue testigo de la quema de iglesias y el asesinato de sacerdotes y religiosos.
Los monjes carmelitas de los que él y su esposa se habían hecho amigos fueron asesinados a sangre fría a un tiro de piedra de donde vivían los Campbell. Como era de esperar, Campbell se puso del lado de Franco y de las fuerzas nacionales que trataban de frenar la marea anticlerical comunista que se extendía por España en una ola de terror rojo sangre. En 1939 se publicó su largo poema Flowering Rifle. Su contundente y a veces estridente apoyo a Franco y a los nacionales en la Guerra Civil despertó un avispero de críticas despiadadas por parte de los literatos de Inglaterra, la mayoría de los cuales eran partidarios declarados y abiertos de los republicanos comunistas. Salvo contadas excepciones, de las que Hilaire Belloc y Edmund Blunden fueron notables y nobles ejemplos, el consenso fue desestimar el poema de Campbell por no ser más que «propaganda fascista».
En su biografía de Roy Campbell, Joseph Pearce recoge sus dramáticas experiencias, como reciente converso, de la persecución religiosa en la zona frentepopulista durante la Guerra Civil.
Aunque cabía esperar una respuesta así de aquellos escritores de tendencia marxista, que eran muchos, el ataque de Lewis a Campbell en su propio poema To the Author of ‘Flowering Rifle’ fue más bien una sorpresa. El poema de Lewis condena a Campbell como un «tonto ruidoso» que había aprendido el arte de la mentira de sus enemigos de la izquierda: «…Ya que de ellos aprendiste / cómo el blanco a negro por la jerga se puede convertir».
Aunque Lewis conservaba su admiración por la poesía anterior de Campbell y declaraba que sus versos «superaban con orgullo de águila» los «ritmos sin nervio» de los poetas de izquierdas, rechazaba la «estridente conspi-política» de Campbell por ser similar a la de sus enemigos, «dos guisantes en una misma vaina»: «¿A quién le importa / qué tipo de camisa lleva el Partido asesino?»
Por un lado, uno puede simpatizar con la equiparación que hace Lewis del «fascismo» de los comunistas de «izquierda» con los nazis y fascistas de «derecha», pero era un poco simplista y sin duda políticamente ingenuo equiparar la resistencia católica al terror anticristiano en España con el hitlerismo anticatólico que asolaba Alemania en aquel momento. Esta simplificación ingenua de la más compleja situación en España desconcertó a J.R.R. Tolkien, que se sintió sorprendido e irritado por el ataque de Lewis a Campbell: «Las reacciones de C.S.L. [a Campbell] fueron extrañas. No hay mayor tributo a la propaganda roja que el hecho de que él (que sabe que son en todos los demás temas mentirosos y difamadores) cree todo lo que se dice contra Franco, y nada de lo que se dice a su favor… Si se encarcela a un luterano, se levanta en armas; pero si se masacra a sacerdotes católicos, no lo cree (y me atrevería a decir que realmente piensa que ellos se lo buscaron). A R.C. [Roy Campbell] le sorprendió un poco…»
Estas palabras de Tolkien fueron escritas tras la animada beligerancia de Lewis después de que Campbell se presentara a Lewis y Tolkien en el pub Eagle and Child de Oxford en 1944. Lewis no había reconocido al misterioso desconocido, que a Tolkien, a primera vista, le había recordado a Trancos, el misterioso montaraz de El Señor de los Anillos, la obra que Tolkien estaba escribiendo.
Tolkien escribió que cuando conoció a Campbell en un pub, sintió algo parecido a Frodo cuando descubre a Aragorn/Trancos (minuto 1:43). Ésta es la escena en ‘El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo’ (2001) de Peter Jackson.
Habían pasado diecisiete años desde el anterior encuentro de Lewis y Campbell, y mucho había llovido desde entonces en la vida de ambos desde que se habían visto por última vez; entre otras cosas, sus respectivas conversiones religiosas.
Quizá sorprendentemente, teniendo en cuenta la reputación agresiva de Campbell y la reputación de sabio cristiano de Lewis, fue Campbell quien se comportó de una manera más cristiana, riéndose de los renovados ataques de Lewis contra él, igual que se había encogido de hombros ante el ataque poético contra él cinco años antes. Fue la animada beligerancia de Lewis lo que Tolkien describió como «extraño», y lo atribuyó a lo que percibía como el anticatolicismo residual de Lewis.
A pesar de un encuentro tan poco prometedor, Lewis se encariñó con Campbell y le invitó a las reuniones de los Inklings. Incluso se ofreció a alojar a Campbell cuando estuviera en Oxford, ofreciéndole «cena, cama y desayuno» en su casa. Intercambiaron correspondencia sobre la poesía de Milton, que ambos admiraban, y entablaron una relación afable.
Después de que Campbell muriera en un accidente de coche el día de San Jorge de 1957 (algo propio de un poeta: el 23 de abril es el aniversario de la muerte de Shakespeare), un corresponsal de la BBC escribió a Lewis pidiéndole que hablara en antena sobre la vida y el legado de Campbell y su amistad: «Sabiendo lo reacio que es usted a hablar en la radio, dudo en escribirle y preguntarle si le importaría hablar sobre Roy Campbell. Recuerdo muy bien, hace algunos años, compartir un autobús con Roy en Oxford; iba de camino a verle a usted al Magdalen [College] y hablaba de usted con gran calidez. Una charla necrológica formal sería inapropiada para Roy Campbell. ¿Le importaría dar una charla para que aquellos que no le conocieron le sintieran vivo?».
Lewis declinó la oferta, alegando no solo «la presión del trabajo» sino también «una grave enfermedad en mi casa», en alusión al cáncer de su esposa. Sin embargo, uno no puede evitar sospechar que los continuos sentimientos de ambivalencia hacia su viejo amigo y enemigo fueron otro factor que contribuyó a su cortés negativa. Esa ambivalencia resurgiría en 1963, solo unos meses antes de la propia muerte de Lewis, en una carta publicada en Encounter en la que escribía que «detestaba y aborrecía la particular mezcla de catolicismo y fascismo de Roy Campbell, y así se lo dije».
Es una pena que las últimas palabras de Lewis sobre su turbulenta relación con Roy Campbell hayan vuelto a la injusta acusación de que Campbell era culpable de «fascismo», sobre todo porque este juicio negativo no lo hizo en una correspondencia privada sino en una carta publicada en una revista.
Para quienes admiramos tanto a Lewis como a Campbell, sería mejor perdonar y olvidar el paso en falso de Lewis, tal como hizo el propio Campbell. Terminemos en cambio con una nota más feliz en la que, en un poema posterior, To Roy Campbell, Lewis acentúa lo positivo de su relación voluble con el misterioso «Zulú» que se convirtió en Inkling honorario. En este poema posterior, más amistoso, Lewis escribe de Coleridge y Wordsworth que eran «mucho más nuestros que suyos», indicando que Campbell era ahora aceptado por Lewis como «uno de los nuestros» en la batalla contra los enemigos literarios comunes. Es en esta amistad, independientemente de cualquier enemistad persistente, donde merece la pena celebrar la relación entre Lewis y Campbell.
Traducido por Verbum Caro.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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