El Papa Francisco celebró este miércoles 8 de noviembre la habitual Audiencia General de los miércoles desde la Plaza de San Pedro. El Pontífice reflexionó en esta ocasión sobre la vida de la Venerable Sierva de Dios Madeleine Delbrêl y aseguró que un mundo secularizado es también una oportunidad para la conversión y el fortalecimiento de la fe.
La venerable sierva de Dios Madeleine Delbrêl nació en Francia en 1904 y falleció en 1964, fue asistente social, escritora y mística, y vivió durante más de treinta años en la periferia pobre y obrera de París.
El grito de los no creyentes
Después de una adolescencia en el agnosticismo, alrededor de los veinte años Madeleine encuentra al Señor, tocada por el testimonio de algunos amigos creyentes. Se pone entonces en la búsqueda de Dios, dando voz a una sed profunda que sentía dentro de sí, y llega a comprender que ese «vacío que gritaba en ella su angustia» era Dios que la buscaba.
«La alegría de la fe la lleva a madurar una elección de vida enteramente donada a Dios, en el corazón de la Iglesia y en el corazón del mundo, simplemente compartiendo en fraternidad la vida de la ‘gente de la calle'», dijo el Papa.
«Con el corazón constantemente en salida, Madeleine se deja interpelar por el grito de los pobres y de los no creyentes. Sentía que el Dios Viviente del Evangelio debería quemarnos dentro hasta que no hayamos llevado su nombre a los que todavía no lo han encontrado. En este espíritu, dirigida hacia los temblores del mundo y el grito de los pobres», añadió.
Para el Papa, Madeleine Delbrêl nos enseña algo muy importante. «Que evangelizando se es evangelizado. Por eso decía, haciéndose eco de san Pablo: ‘ay de mí si evangelizar no me evangeliza’. Al evangelizar se evangeliza uno propio, es una bella doctrina. Mirando a esta testigo del Evangelio, también nosotros aprendemos que en toda situación y circunstancia personal o social de nuestra vida, el Señor está presente y nos llama a habitar nuestro tiempo, compartir la vida de los otros, mezclarnos en las alegrías y los dolores del mundo», apuntó.
«En particular, nos enseña que también los ambientes secularizados son de ayuda para la conversión, porque los contactos con los no creyentes provocan al creyente a una continua revisión de su forma de creer y a redescubrir la fe en su esencialidad. Que Madeleine Delbrêl, nos enseñe a vivir esta fe fecunda. Que cada acto de fe sea un acto de caridad en el anuncio del Evangelio», concluyó Francisco.
Puedes ver aquí de forma íntegra la Audiencia General del Papa.
Madeleine Delbrêl fue una asistente social muy activa y trabajó en la barriada obrera del extrarradio de París, que por entonces tenía autoridades municipales comunistas. Se enfrentó con el ateísmo marxista, sin dejar de anunciar el Evangelio, a contracorriente. Es considerada como una de las personalidades espirituales más importantes del siglo xx.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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