Crisanto y Daria fueron dos mártires cristianos del siglo III que fueron enterrados vivos porque ella había sido una vestal antes de convertirse. Calderón les consagró un drama. El National Geographic sufragó la investigación de sus restos.
Lo cuenta Andrea Galli en el mensual católico de apologética Il Timone:
«Aquesta cueva, que hoy tiene / tan grande tesoro dentro, / de nadie ha de ser pisada; / y así, este peñasco quiero / que la selle, porque sea / losa de su monumento; / y para que sus cenizas / nunca pisadas del tiempo / vuelen, durando inmortales / siglos de siglos eternos; este rústico padrón / estará siempre diciendo / a las futuras edades: / Aquí yacen los dos cuerpos / de Crisanto y de Daria, / los dos amantes del cielo«.
Esto declama el ángel al final de un drama sacro de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), la última gran voz poética del Siglo de oro español. Drama que, efectivamente, lleva el título de Los dos amantes del cielo. Como hombre de letras y de fe, Calderón de la Barca comprendió el potencial lírico de la historia de los mártires romanos Crisanto y Daria, de los cuales la Iglesia celebra su memoria el 25 de octubre, y quiso llevarla a escena.
Como hizo en 2011, de manera más prosaica, pero siempre con un gran olfato para las historias de valor, el coloso de los documentales, National Geographic.
Un santo imprevisto
Según la tradición, Crisanto y Daria fueron martirizados en tiempos del emperador Numeriano, que gobernó entre el año 283 y el 284. Sus nombres figuran en el Martirologio jeronimiano, que se remonta al siglo V, pero que fue redactado basándose en fuentes más antiguas. Los detalles del caso fueron descritos con diversas variantes y están envueltos en una nube de indeterminaciones. Sin embargo, el relato está bastante claro en sus trazos principales.
Crisanto, joven brillante nativo de Alejandría de Egipto e hijo único del senador Polemio, se mudó a Roma para estudiar. Allí conoció al presbítero Carpóforo y se convirtió al cristianismo. Su padre, trastornado, intentó alejar a su hijo de esa nueva pasión, primero con jóvenes atractivas y después apuntando a una belleza femenina más elevada, espiritual e intelectual: la de una virgen que custodiaba el fuego sagrado de la diosa Vesta. Enviaron a la fascinante vestal Daria para que, con la fuerza de su cultura y su estatus social, altísimo en la sociedad romana, Crisanto volviera a la religión de sus antepasados. Sin embargo, sucedió un imprevisto: venció el ardor de Crisanto y Daria se convirtió. Entre ambos surgió un gran amor en Cristo, una unión en la castidad.
Murieron juntos
Difundieron el Evangelio, convirtiendo a otros romanos, hasta que fueron descubiertos y condenados a muerte. Los llevaron a la vía Salaria, donde fueron arrojados a una fosa y sepultados vivos porque no se podía derramar la sangre de una vestal. Su tumba, en las catacumbas de Trasone, se convirtió en meta de peregrinaciones y el culto se difundió tanto en la parte occidental como oriental del imperio.
Enterrados vivos: el martirio de los dos castos esposos, Crisanto y Daria.
Actualmente, los restos de Crisanto y Daria se conservan en la catedral de Reggio Emilia. Cómo llegaron allí, nos lo explica don Augusto Gambarelli, historiador y archivero diocesano: «En el 947, el rey Berengario II donó las reliquias de los santos a Adelardo, obispo de Reggio Emilia, una donación de la que poseemos varios testimonios antiguos, aunque no contemporáneos al hecho. Las reliquias fueron trasladadas desde Roma a Reggio.
Eran años especiales: recordemos que en el 899, Reggio había sido devastada por los húngaros, que habían asesinado al obispo. Eran tiempos en los que las reliquias eran muy importantes para la comunidad. A partir de entonces se quedaron en la catedral: primero, solo en el altar de la cripta; después, en 1522, se hizo una identificación y partes de los cuerpos fueron custodiados en dos bustos relicarios de plata».
Los amantes del Cielo acompañaron silenciosamente a la ciudad y la diócesis emiliana hasta 2008, cuando alguien alteró esta quietud.
Una nueva investigación
Durante las grandes obras de restauración de la catedral de Reggio Emilia, iniciadas en 2004, se decidió llevar a cabo una nueva investigación sobre las reliquias, tanto de reconocimiento como de conservación. Para hacerlo se implicó a uno de los mayores expertos en el sector, el paleopatólogo Ezio Fulcheri, de la Universidad de Génova.
Y aquí tuvo lugar un cruce de intereses. «Antes de que me contactara la diócesis de Reggio Emilia», recuerda Fulcheri, «el National Geographic, con el que colaboraba, me pidió si había la posibilidad de realizar juntos algo relacionado con reliquias de santos. Pensé entonces en Crisanto y Daria y me imaginé una investigación realizada por un equipo multidisciplinario, con datación al carbono, tomografía computerizada, análisis del polen y los sedimentos… una investigación de amplio alcance. El National Geographic aceptó hacerse cargo de los gastos, bastante elevados, y pudo seguir los trabajos y así obtener un producto para su público».
Y así fue, con el acuerdo de todas las partes, y en 2011 salió un documental, transmitido en Italia por la plataforma Sky, con el título de Los esposos enterrados vivos. Una joya en su género por la belleza de las imágenes y la fuerza evocadora de las reconstrucciones históricas, que merecería ser sacado del olvido en el que ha caído.
A veces se encarga la identificación de reliquias con orígenes históricos inciertos con un escepticismo tácito sobre su autenticidad, incluso con un débil deseo de desmitificación. En el caso de Crisanto y Daria la investigación dio unos resultados sorprendentes.
[Pincha aquí para leer el artículo publicado al respecto por National Geographic.]
La ciencia sostiene a la historia
El análisis antropológico, por ejemplo, verificó la presencia en los relicarios de dos individuos, y excluyó la presencia de huesos ajenos a ellos. Esqueletos casi completos y en buen estado de conservación. Los huesos de los cráneos llevaron a la identificación de un sujeto de sexo femenino de edad comprendida entre los 20 y los 25 años, mientras que la determinación del sexo del segundo esqueleto resultó más difícil. Los relieves en los huesos de los miembros superiores e inferiores indican que ambos sujetos tuvieron una vida caracterizada por actividad muscular poco intensa, típica de las clases sociales altas.
Las reliquias de Crisanto y Daria fueron expuestas para la veneración de los fieles con motivo de su estudio.
Los elevados valores de plomo hallados en los huesos podrían indicar una vida en la Urbe [Roma], donde los conductos de agua liberaban una elevada cantidad de este metal. La datación al carbono confirmó que ambos vivieron entre finales del siglo I y la primera mitad del siglo IV d.C. Y si bien no ha sido posible identificar la causa de la muerte, los expertos no han hallado politraumatismos, directos o indirectos, en los esqueletos, lo que es compatible con una muerte por ahogamiento.
En resumen, no solo no ha emergido nada que contradiga lo que sabemos por la tradición hagiográfica, sino que muchos de los datos científicos parecen encajar perfectamente con ella. Los amantes del Cielo probablemente hayan sonreído ante la sorpresa de algunas personas por estos resultados. Y tras la fastidiosa intromisión en su intimidad, han vuelto a velar sobre Reggio Emilia y todos los amantes terrenales que se encomiendan a ellos.
Traducido por Verbum Caro.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
More Stories
¿Mas allá?
Influencers, chicas duras y movimientos eclesiales, en un Congreso CyVP sin políticos
Munilla alerta del «regalo envenenado» que son los móviles: su diócesis actuará junto a las familias