En 2013, al iniciarse el pontificado del Papa Francisco, muchos se asombraron al ver que hablaba con naturalidad de la acción del demonio y del servicio de los exorcistas. Ya en 2004, la Congregación para la Doctrina de la Fe desde el Vaticano pedía que cada diócesis tuviera su exorcista, pero ha sido con Francisco (y quizá también con Internet, que visibiliza cosas «raras») cuando muchas diócesis (aunque aún no todas) se han tomado en serio no sólo designar exorcistas, sino hablar del asunto.
En 2022, en el curso de exorcistas de cada año en el Ateneo Regina Apostolorum de Roma, se presentó un estudio de Francesca Sbardella, Chiara Petrini y Giuseppe Frau que contabilizaba datos sobre exorcistas por países.
Así, España, con 70 diócesis, tendría según este sondeo 37 exorcistas (uno cada dos diócesis). Francia, con 104 diócesis contactadas, tendría 32 exorcistas (uno cada tres).
Ahora, la Conferencia Episcopal Francesa da un paso más en la normalización de este ministerio difundiendo un vídeo divulgativo de 13 minutos en su canal de YouTube en el que el sacerdote exorcista François Buet explica en qué consiste su tarea y cómo es un exorcismo. Y lo hace con naturalidad en uno de los países más descristianizados de Europa.
También es cierto que entre los católicos de Francia ha aumentado el porcentaje de población que ha llegado del África francófona o del Caribe, donde el recurso a la brujería y la adivinación está más extendido.
Y muchos exorcistas dicen que la falta de cultura cristiana entre la población alejada de la fe, su falta de protección sacramental y el recurso al esoterismo pone a muchas más personas en el radio de acción del Maligno.
Marsella: un equipo de tres sacerdotes
El video se titula, sencillamente, ‘Un sacerdote nos explica el exorcismo católico». Buet es exorcista de la diócesis de Marsella. Explica que el exorcista actúa siempre con “permiso de sus obispos”. El Derecho canónico dice que el obispo da licencia para ello «solamente a un presbítero piadoso, docto, prudente y con integridad de vida».
El exorcista debe discernir cada caso, por ejemplo, preguntando si la persona afectada se ha involucrado en el ocultismo, el esoterismo, la magia o la adivinación.
En el caso de Marsella, hay tres sacerdotes exorcistas que dialogan al respecto en cada caso, para evitar “una especie de focalización en una sola persona”, resalta el presbítero.
El ritual del exorcismo en sí, explica, empieza «por bendecir el agua, agua bendita, y luego se reza la letanía de los santos, para luego hacer una lectura de la Palabra de Dios, sigue la imposición de las manos, la profesión de fe, una oración al Padre y luego se recita una fórmula pidiendo que la persona sea liberada de todo mal”.
Hay una parte «deprecativa» (en que el sacerdote se dirige a Dios) y otra «imperativa» en que el sacerdote ordena al demonio que se vaya. Buet dice que «generalmente la fórmula deprecativa basta».
Una sesión de exorcismo se termina con el rezo del Magnificat y con una oración de conclusión. Una sesión normal, dice, «puede durar entre 20 y 30 minutos, de acuerdo a las circunstancias».
Trabajo en equipo: revisión en grupo cada 3 meses
Añade Buet que es bueno que el exorcista cuente con el apoyo de colaboradores cercanos de la comunidad cristiana.
En Marsella, el equipo de exorcistas, colaboradores y un psicólogo se reúnen cada tres meses para hacer una revisión conjunta. «Buscamos distinguir, justamente, entre lo que es del orden psicológico y lo que es del orden espiritual, e intercambiamos opiniones juntos, en el secreto de la confidencialidad, sobre las situaciones con las que nos hemos encontrado».
También puntualiza que una persona que se deja fascinar o impresionar por el mal no debería ser exorcista. «Se debe estar fascinado por Cristo, se debe tener los ojos fijos en Cristo», apunta. Y propone «rezar con sencillez y con cierta sobriedad».
En su caso, él tiene dos horas de oración personal al día, una por la mañana y otra por la noche, además de celebrar la Misa cada día y de confesarse cada dos semanas.
Aunque Buet valora y aplica el sacramental del exorcismo, insiste también en la fuerza del sacramento de la confesión, fuente de libertad, dice. La persona implicada debe confesarse y pedir perdón sobre todo por los actos de ocultismo o esoterismo con los que se abrió a la acción del mal.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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