Con la publicación en 2019 de Teología del Hogar, Carrie Gress y Noelle Mering marcaron su salto a la fama y toma de posición en la llamada batalla cultural.
Lo hicieron desde un ámbito espiritual y trascendente, encaminado hacia la belleza y la oración bajo la apariencia más de una revista de diseño o decoración para un público femenino que un manual de batalla.
Desde entonces, ambas escritoras se configuraron como una referencia en Estados Unidos a la hora de enfrentar desde la fe y con argumentos aplastantes a las nuevas ideologías dominantes. En el caso de Mering, se ha especializado en feminismo, género, lo woke y la cancelación, a lo que dedica sus múltiples intervenciones en medios como Fox, EWTN, National Catholic Register o The Federalist.
Precisamente sobre este último punto es sobre el que la también miembro del Centro de Ética y Políticas Públicas y autora de Awake, Not Woke ha decidido focalizar todo su arsenal intelectual en la que es su última publicación, El dogma woke (Rialp).
Son menos de 300 páginas, con un estilo asequible para lectores tanto novatos en ideologías y batalla cultural como experimentados, pero sobre todo con argumentos de profundidad.
Entre otros objetivos, Mering se ha decidido a mostrar qué lo woke se trata de un movimiento que atenta directamente contra las bases de la civilización cristiana. Y con ella, también a sus componentes básicos, como son la familia, la vivencia de las virtudes cristianas en la sociedad y, especialmente, la persona, la razón y la autoridad, a las que se imponen respectivamente los tres dogmas woke: colectivo, voluntad y poder.
Lo plasma con un mensaje directo y especialmente libre, sin ataduras ideológicas ante las que renunciar a su intención de ofrecer Una respuesta cristiana a esta corriente de moda.
Recogemos 7 aspectos de cómo comprender un «dogma woke» que Mering no duda en calificar de anticristiano y también para articular una respuesta fundamentada desde la fe:
1º Con lo woke, los cristianos «nos lo jugamos todo»
Cuando Mering llama a «combatir lo woke», lo hace convencida de que «se trata de una contienda espiritual y religiosa» en la que, como cristianos, «nos lo estamos jugando todo». La escritora propone una definición «de escaparate» de lo woke como «una ideología de ruptura» que llama a «permanecer en alerta y rastreo de los vectores de opresión» en la sociedad, especialmente en lo referido a la raza, el género y la sexualidad.
Aunque «se presenta como una lucha benévola por la justicia«, Mering afirma que «está lejos de serlo», porque «nos embelesa apelando a nuestra mejor naturaleza, reemplaza los principios inteligibles por otros distorsionados y da como resultado incoherencia y caos».
Consigue aquí «El dogma woke. Una respuesta cristiana ante la ideoología de moda», de Noelle Mering.
La ideología woke, agrega, «se ha ido filtrando como un veneno en personas desprevenidas», sin ser conscientes de cómo esta doctrina «corrompe el cristianismo al convertirlo en una religión sin justicia, sin misericordia y sin Cristo«. Y por ello advierte: ante lo woke, los cristianos «nos lo estamos jugando todo».
2º El ayer y hoy de lo woke, el «seréis como dioses»
Mering no duda en trasladar los orígenes de lo woke a «una serpiente embaucando a la primera mujer con las palabras `seréis como dioses´». Como resultado, surge en los hombres una tentación «tan vieja como nueva», y es la de pretender que, «comerciando nuestro bien supremo a cambio de bienes menores, lograr la autodeterminación y volvernos autónomos y poderosos«. La descrita por Mering es la comprensión cristiana del pecado y la tentación.
El problema, dice es que «algo ha variado en nuestra forma de entender esta pugna», resultando que «cada vez más identificamos nuestro bien con nuestro deseo, miramos con recelo a las alusiones al mal, al pecado o al infierno y Dios acaba por convertirse en una extensión de nosotros mismos o en un ser que sirve para confortarnos y ratificarnos».
3º Una secta anticristiana con tres dogmas
Para Mering, el movimiento woke se trata de «una secta que va directa a colisionar contrael cristianismo» que rechaza «las tres características del Logos (Dios), la razón, la persona y la autoridad», a través de tres nuevos dogmas: «La primacía del grupo sobre la persona, un énfasis en la voluntad a expensas de la razón o naturaleza y la prominencia del poder humano como rechazo a una autoridad superior».
4º La woke contempla a la persona en base a su maldad
Mering desciende sin miedo y expone como la concepción cristiana del hombre es la de «hecho a imagen y semejanza de Dios, con un intelecto dirigido a la verdad y una voluntad orientada hacia el bien». Para lo woke, en cambio, esta comprensión de la persona no debe ser en base «a la cercanía con la bondad de Dios, sino en la cercanía a la maldad de la sociedad«, definiéndose cada persona en base a los criterios de opresión y oprimido.
Pone un ejemplo: si la opresión está en el meollo de la feminidad, como dicen los woke, la perfección de la mujer consiste en luchar contra su opresión y la conquista del poder. Una mujer que no sea feminista, está negando algo central a su condición de mujer.
Y con el color de piel, lo mismo: «Alguien que sea racialmente negro puede ser expulsado del movimiento si su política lo contradice. Al carecer de la conciencia política correcta, esa persona está reprimiendo el meollo de su identidad y no debería disponer de una tribuna. Los hombres negros están oprimidos a causa de su raza, pero son opresores a causa de su sexo«.
5º La ley natural, «medio de opresión y amenaza»
También en la clave de opresión y como muestra el «dogma» de la voluntad por encima de la razón, Mering expone como uno de los propósitos más destructivos de esta doctrina es el rechazo de la ley natural en el hombre.
Esta, dice Mering, implica que todo tiene «una forma y una finalidad en la cual estriba su perfección», permite «mirar lo que somos y actuar en armonía con la naturaleza«, a modo de guía tanto para el comportamiento como para las leyes que guían a la sociedad.
Se trata de algo que, para lo woke, supone una «amenaza existencial», pues sirve al mismo tiempo «como autoridad y medio de opresión» para lo que consideran «el yo auténtico». De esta forma, sus partidarios pretenden una ley meramente humana que tiene sus raíces «en la voluntad de quien esté en el poder», lo que implica no pocos peligros.
«Una vez que se rechaza la ley natural, se puede justificar cualquier actuación mal encaminada si puede alegarse que es en aras de un buen fin», explica. Una secuencia «rebosante de riesgos» que niega «la realidad de un mal intrínseco, socava nuestro sistema moral» y podría llevar a repetir de nuevo «las peores atrocidades que el mundo ha conocido».
6º Frente a la lucha contra el pecado, amoldarse al deseo
Hablando del tercer dogma woke, Mering se detiene en el significado de la autenticidad, también «pervertido» por la doctrina woke para argumentar su «destrucción». Así, para lo woke la autenticidad consiste en que la persona se amolde a sus propias apetencias y deseos, así como «amoldando nuestras creencias y actitudes a la teoría woke». En otras palabras, la autenticidad consistiría en «el dios del yo o dela ideología«.
Algo muy distinto a la visión cristiana, por la que una persona se vuelve auténticamente ella misma «luchando contra el pecado y amoldando nuestra mente y vida a Dios. Nuestra autenticidad está ligada a su autoridad», por lo que al crecer asimilándonos a Él, «nos volvemos más auténticamente nosotros mismos«.
7º Cristo, reemplazado como Víctima por «la multitud woke»
Otra de las grandes «perversiones del cristianismo» realizadas por la doctrina woke es que sus partidarios «no ensalzan y glorifican a la única víctima verdadera», sino «al gentío woke«.
Mering observa cómo, cada vez más, «los woke se proclaman a sí mismos no solo como un desafío a la ley moral, sino como víctimas de ella». Así, la ley moral, «manifestación del Logos», se convierte en causante de opresión, y la turba woke, en la víctima. Algo que se ha mostrado con multitud de ejemplos, como el referido de la activista Emily Keglor, convencida de que «la Iglesia continúa perpetrando violencia espiritual y física contra las personas queer y trans», así como de la necesidad de «reducir el perenne trauma religioso que el cristianismo institucional pretende ejercer» sobre ellos.
En su perversión del cristianismo, concluye, «los woke ensalzan y glorifican no a la única víctima verdadera por cuya sangre se nos hace inocentes, sino a los dioses de la turba woke, por cuya victimización se nos hace culpables».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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