Tras su profundo estudio sobre el tormento de la Cruz (Crucifixión. Orígenes e historia del suplicio), el colaborador de ReL Luis Antequera aborda en un nuevo libro la Historia desconocida de la Pasión de Cristo (Sekotia), un análisis en profundidad de las circunstancias y detalles del proceso que condenó a muerte a Jesucristo.
Antequera, un gran conocedor de la Historia antigua y de la primera literatura cristiana, así como de la criteriología bíblica, comenta los detalles que hacen verídico el relato de los evangelistas, y va resolviendo, cuando se suscitan, sus aparentes contradicciones.
Además, se pregunta cosas que un cristiano común, incluso buen conocedor de la Pasión, no se cuestiona precisamente por la «rutina» de su acercamiento a dicho relato. Por ejemplo, qué habría pasado si Jesús hubiese sido detenido en Galilea en vez de en Judea, o si Pilatos no hubiese estado en Jerusalén, o por qué en primera instancia los apóstoles no fueron perseguidos.
Éstas se las planteamos ahora para una respuesta sucinta, pero en el libro las encontramos por decenas, haciendo de sus páginas una caja de sorpresas.
-Antes que nada, una vieja polémica: ¿quiénes mataron a Jesús, los judíos o los romanos?
-Indudablemente, si Jesús acaba colgado de una cruz tras haber pasado por el Pretorio de Pilatos, es porque ha sido condenado por el poder romano, eso no admite discusión. Y si es condenado por el poder romano, lo es por un delito de sedición o rebeldía, en un momento y un escenario en el que los episodios de levantamiento contra dicho poder se suceden los unos a los otros. La Ley judía no recogía la crucifixión como método de castigo (aunque, en ocasiones, los mismos judíos la practicaran), y por lo tanto, es insostenible que los judíos condenaran a Jesús a una cruz.
Luis Antequera, ‘Historia desconocida de la Pasión de Cristo’.
»Eso no obvia, sin embargo, el hecho que es más importante de todos: que esa condena la buscan y la propician los judíos, los cuales quieren desembarazarse de Jesús a toda costa.
-¿Cuál era, para ellos, su delito?
-Entre otras cosas, las “blasfemias” que, según ellos, pronuncia, y se valen del poder romano para llevar a cabo una eliminación que es la que ellos, y sólo ellos, desean. Pero ocurre un hecho insoslayable: que los judíos, en ese momento de su Historia, no pueden condenar a nadie a muerte, carecen de lo que en términos jurídicos se llama el ius gladii (“el derecho de espada”), porque se lo han retirado los romanos que gobiernan la provincia de Judea. Con toda claridad se expresa en el Evangelio, cuando a la propuesta de Pilatos “tomadlo vosotros y juzgadlo según vuestra Ley”, le responden a una los judíos: “Nosotros no podemos dar muerte a nadie”.
»A los efectos, no está de más conocer una cosa importante: el régimen jurídico que impera en ese momento en las tierras palestinas no es único. Una parte de las mismas, Galilea entre ellas, es teóricamente “independiente”, con su propio rey, aunque a nadie se le oculte que se trata de un rey títere. Con una indiscutible autonomía, eso sí, pero títere, el cual no es otro que Herodes Antipas (no confundir con Herodes el Grande, su padre, que es el que reina cuando nace Jesús). Judea no. Judea es un territorio directamente gobernado por la autoridad romana, que ha depuesto al hermano de Antipas, Arquelao, precisamente por la gravedad de las insurrecciones que en ella se producen. Lo que nos permite afirmar que si Jesús hubiera sido juzgado en Galilea, podría haber sido condenado a muerte por sus conciudadanos, pero siéndolo, como lo fue, en Judea, no puede serlo. Y otra cosa importante: de haber sido condenado a muerte por sus compatriotas, lo habría sido por lapidación, la pena genuinamente judía, no sobre una cruz. De hecho, los propios evangelios citan dos ocasiones en las que Jesús está a punto de ser lapidado por sus conciudadanos, sólo que de una manera que los evangelistas no describen, Jesús “se desvanece” entre ellos sin que puedan conseguir “ajusticiarlo” en el modo que desearían.
-¿Por qué la presencia física de Pilatos fue providencial para la forma en la que se desarrollaron los acontecimientos?
-Lo fue efectivamente, y mucho. La sede del gobierno romano de Judea, y esto es bastante desconocido -de hecho los evangelios no se refieren a ello en ningún momento a pesar de su importancia-, no es Jerusalén, como parece lo lógico dada la importancia de la ciudad, una de las más grandes del Imperio; es Cesarea Marítima, en la costa como su nombre indica, a más de cien kilómetros.
-Entonces ¿por qué estaba en Jerusalén?
-Lo que ocurre es que, dadas las fechas de las que se trata, la Pascua, en la que los judíos se vuelven particularmente peligrosos y levantiscos, Pilatos decide trasladarse a ella con todo un ejército, probablemente esa cohorte que menciona Juan, quinientos soldados. Es muy posible que lo hiciera todos los años por Pascua, e incluso en otras fiestas. Tampoco es descartable que ese año en concreto, lo hiciera plenamente conocedor de la presencia de Jesús de Nazaret en Jerusalén, y de las importantes desavenencias que generaba entre sus compatriotas, que podían hacer saltar esa olla a presión que era Jerusalén en fiestas.
Luis Antequera, autor de ‘Historia desconocida de la Pasión de Cristo’, es abogado y economista y autor de varias obras sobre Historia de España y del cristianismo.
»Pues bien, esa presencia de Pilatos en Jerusalén es la que va a hacer que los judíos no puedan comportarse en el modo en que se comportaban habitualmente, es decir, haciendo lo que les daba la real gana al margen de lo que dictaba la autoridad romana. De que actuaban así da buena cuenta el episodio de la adúltera que narra Juan, acontecido sólo unos días antes de que Jesús fuera crucificado, en el que, a pesar de que “ellos no podían dar muerte a nadie”, los judíos no hallan el menor problema en lapidar a esa mujer sorprendida en flagrante adulterio. ¿La diferencia con lo que pasa sólo unos días después con Jesús? Que Pilatos no se hallaba en la ciudad. Pilatos, seguramente, llegó al día siguiente.
-Pilatos es una figura controvertida. Su visión en el libro no es exculpatoria ni indulgente…
-La respuesta se resume con facilidad: Pilatos quiso actuar como juez, pero terminó actuando como político. Él querría haber salvado la vida de Jesús, esto es algo en lo que los cuatro evangelistas se muestran de acuerdo (y no en todo los cuatro evangelistas se muestran de acuerdo).
»Indudablemente, Pilatos sentía simpatía por la figura de Jesús. Es muy posible que dispusiera de completos y hasta abundantes informes dispensados por la “inteligencia romana” desde hacía tiempo ya, y que las noticias que tenía sobre aquel profeta itinerante suscitaran en él la simpatía.
»Pero si Pilatos se halla en Jerusalén es para evitar que se precipiten los acontecimientos en un nuevo altercado de orden público, uno más entre millones de los que se producían en aquel escenario histórico, y al final, bien a su pesar, no le queda más remedio que actuar como gobernante, intentando aplacar los ánimos, “templar” la situación, aunque ello implicara ceder ante las exigencias de aquel vulgo enardecido que amenazaba con estallar.
-En su conjunto ¿fue un juicio legal?
-El juicio, desde luego, fue ilegal. Se trata de una pantomima de principio a fin: lo es “el juicio judío”, en el que se cometen varias decenas de irregularidades que han sido muy estudiadas, lo es, después, “el juicio romano” también.
»Ahora bien, no debemos sobrestimar el hecho de que los romanos sean, como lo son, los creadores del derecho. En ese momento histórico y en una provincia tan lejana -y tan levantisca-, las “altas exigencias que impone el derecho” no constituyen en absoluto una prioridad. Más que de un juicio, haríamos bien en contemplar los hechos acontecidos como un altercado de orden público, resuelto con la oportuna represión del mismo, disfrazada, si se quiere, de proceso judicial.
-¿Por qué inicialmente sólo Jesús es perseguido y nadie hace nada contra los apóstoles?
-Se trata de una cuestión de “economía en la represión”, plenamente lógica y hasta ensalzable. Se piensa que con atentar contra la cabeza, el resto del cuerpo caerá de suyo, de manera lógica y natural.
»Enseguida se dan cuenta los judíos, sin embargo, de que, en este caso, eso no va a ser así, y es necesario llevar a cabo una acción quirúrgica más drástica, persiguiendo y atacando también al resto de los miembros de aquel grupo. De eso van, precisamente, los Hechos de los Apóstoles, ese libro tan preciso e históricamente riguroso que con tanta generosidad nos regala Lucas.
»Aquí la pregunta que debe hacerse es: ¿qué es aquello tan importante que ocurre cuando se atenta contra la testa del movimiento como para que, a pesar de haberlo desprovisto de cabeza, continúe vivo, con vitalidad incluso mayor? Los evangelios dan una respuesta: la resurrección del que era esa cabeza que se ha pretendido eliminar. A partir de ahí, la fe, porque indudablemente, es muy difícil aceptar que un ser humano sea capaz de resucitar.
-Usted refuta con severidad la exégesis moderna que contrapone el “Jesús histórico” con el «Jesús de la fe», y defiende su identidad, conforme a la interpretación tradicional…
-El llamado “Jesús histórico” es un ataque indisimuladamente premeditado contra el “Cristo de la fe”, hasta el punto que “el Cristo de la fe” es un constructo de los autores del “Jesús histórico” en un deliberado intento de establecer que una cosa y otra, “Jesús histórico” y “Cristo de la Fe”, no son la misma.
»Ataques contra la fe cristiana se han producido muchos a lo largo de la Historia y, por descontado, se producen hoy y se seguirán produciendo. Pero eso no es lo más grave: con excepciones -que siempre las hay-, lo peor del “Jesús histórico” no es el ataque al “Cristo de la fe”, es que es muy poco “histórico”: se trata, a menudo, de un auténtico atentado contra la Historia, con argumentos ampulosos, rebuscados y enrevesados, rayanos en lo pedante incluso, que casi nunca aclaran más que confunden. En nombre del “Jesús histórico” se han dicho auténticos disparates que tienen de cualquier cosa menos de “históricos”.
-En otro orden de cosas, ¿cómo explica las diferencias en el relato de la Pasión en los Sinópticos, y entre ellos y San Juan?
-Eso tiene una fácil explicación. Los evangelistas son personas humanas, con las limitaciones que tiene el pensamiento y la capacidad humanas, y que no actúan de manera coordinada, con la intención de crear un relato único, sin fisuras ni contradicciones, o la definida intención de engañar y manipular a los oyentes del mismo.
»Cada evangelista dispone de unas fuentes y las interpreta a su cabal entender, fuentes que, naturalmente, se parecen, porque parten de unos hechos idénticos en lo esencial, pero discrepan en los detalles, y hasta pueden contener errores y contradicciones, por qué no. Las discrepancias en los relatos evangélicos no obran en contra de los hechos relatados, sino a favor de la pureza, la inocencia y la sinceridad del relato y de sus autores.
-¿Qué fruto nos ofrece recordar cada año la Pasión?
-Desde el punto de vista del historiador, es un indicio más de la historicidad de los hechos conmemorados. Es inviable aceptar que unos hechos falsos hayan podido generar una tradición que pervive durante milenios ya. Desde el punto de vista del creyente, es una ocasión maravillosa para dedicar un tiempo a los grandes misterios, a la reflexión, a la meditación y al recogimiento. Desde el punto de vista del esteta, representa una oportunidad extraordinaria de disfrutar de tradiciones milenarias que exaltan la belleza y la magnificencia. Y en España, y en los países hispanos, la Semana Santa es tan bella y magnificente como en ningún otro lugar del mundo.
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PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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