Me imagino a la Virgen María ruborizándose al oir «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre». Pero es una imaginación. Toda mujer judía era candidata a ser la madre del Mesías y a la que la tocase sabía que eso sería el mayor honor y la mayor de las bendiciones y, ¿por que no?, el motivo del mayor orgullo. Realmente María es la mujer más grande de la historia pero Jesús nos aclara que más grande es por haber escuchado la Palabra de Dios y haberla cumplido que por ser la madre del Mesías. Y ahí es dónde la grandeza se «democratiza». Cualquiera, hasta el más humilde, puede ser el más grande si escucha la Palabra de Dios y la cumple.
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