Hemeroteca Laus DEo15/01/2022 @ 02:50
El cuadro representa a la Virgen coronada y rodeada de símbolos tomados del Apocalipsis.
Representa a la Santísima Virgen en su augusta cualidad de Madre de Dios inclinada a una humilde religiosa que espera clemencia y eficaz mediación el soberano favor de la comunión de los misterios de Cristo. La diadema que ciñe sus sienes representa el absoluto dominio de la Señora sobre la Creación.
Las doce estrellas que contemplan la corona simbolizan sus virtudes: doce perfecciones divinas que participa singularmente en las relaciones que La unen a la Beatísima Trinidad.
Los Santos en ella colocados representan a San Juan Bautista y los Santos Apóstoles, los cuales nos revelan la intervención de María en la santificación de las almas desde el Precursor de Cristo y los Apóstoles hasta el simple fiel que conseguirá al fin de los tiempos y la gloria que resulta a la Señora del cumplimiento de su misión de Corredentora y Cosantificadora.
En los Ángeles que la circundan, están representados los nueve Coros, y en San Miguel y San Gabriel, San José y Santa Isabel, los miembros de la naturaleza angélica y humana, que se distinguen por su adhesión y amor a la Reina de la creación. Predican todos su excelencia y soberanía.
Los veinticuatro Ancianos Apocalípticos representan los Patriarcas de los dos Testamentos. Los que están sentados, representan a los Patriarcas del Antiguo Testamento.
Ostentan éstos una áncora en el brazo derecho y en el izquierdo el ojo de la Providencia. Sostienen además en la mano una vara florida: es la vara de Jessé de cuya raíz subirá una flor, según la profecía de Isaías, cap. XI, símbolo de la Encarnación, cumplida en María. Significan ésta y el áncora, que su vida religiosa se desarrolló en los dominios de la fe y esperanza en la promesa salvadora del Paraíso – “Enemistades pondré entre ti y la mujer, etc.”- relacionada con la Santísima Virgen y su Divino Hijo.
El ojo de la Providencia nos revela el culto que tributaron a la Divinidad. Su vida sedentaria revela el descanso que les procura el cumplimiento de las promesas Mesiánicas, que las leyes natural y escrita perdiéronse felizmente en el Santo Evangelio, que habiendo sustituido el cristianismo a su prole, reposan tranquilos en Dios sin que perturbe su descanso ninguna reclamación de la tierra.
Los que están de rodillas representan los Patriarcas de la era cristiana, o sea los Fundadores de las órdenes religiosas.
Su actitud suplicante nos demuestra el interés y celo que despliegan en el acatamiento de Dios y de la Virgen a favor de las Congregaciones que fundaron y continúan su historia.
Ostentan en el brazo derecho la Cruz y en el izquierdo la M. Significa que todos practicaron la Verdadera Devoción y compartieron el endiosamiento de la Santísima Virgen, su vida de unión con Jesús, fin último de la vida mariana y su feliz coronamiento.
Esta es la gracia que demandan especialmente para sus hijos e hijas de la tierra. Los veinticuatro ostentan en el pecho una Cruz, símbolo del sufrimiento resignado de su historia, llena de vicisitudes y penosos trabajos.
Las siete lámparas representan a los siete espíritus que están delante del Trono de Dios y de la Virgen. Las cuatro ruedas, a los cuatro Evangelistas.
La religiosa, al alma mariana que, habiendo practicado la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, anhela vivamente compartir el endiosamiento de la Señora, apoderarse de Jesucristo, identificarse con El, y pide esta gracia repitiendo con fervor creciente la oración: «Ven, oh Jesús, que vives en María. Ven a tu humilde esposa e hija de tu cara Madre. Ven, establécete en mi corazón, extiende a mí la riqueza inmensa de tu vida a través de María. Imponte a mi alma en tu asombrosa y soberana realidad como te impusiste a tu Madre bendita, y a tus Santos Apóstoles durante tu estancia en la tierra y te impones a las almas fieles en la serie de los siglos. Ven, apodérate de mi vida: absórbeme, vive en mi inteligencia y en mi corazón, sé Tú mi vida».
El Ángel custodio, señalando a Jesús que se prepara para entregarse a ella, la dice: Por la Casa del Señor Dios nuestro he demandado para ti bienes.
Como si dijera, por el amor que profeso a nuestra Reina, impulsado del celo que me abrasa por su gloria para procurarle las complacencias que de ti espera, he demandado para ti bienes, entre los cuales ocupa el primer lugar la Verdadera Devoción, la transformación en Cristo, que es su fin último.
Avaloran la oración del Ángel los cuatro Ancianos Apocalípticos que representan a los Santos Patriarcas Domingo de Guzmán, Francisco de Asís, Ignacio de Loyola y Luis María Grignión de Montfort, los cuales piden que cuanto antes se le conceda la comunión de los divinos misterios que espera su protegida.
Para conseguirlo presentan a la Virgen, Santo Domingo, el Rosario; San Francisco, la Cruz; San Ignacio, el libro de los Ejercicios y el Beato Montfort, «El Secreto de María», medios cuidadosamente utilizados por Ella para merecer la transformación en Cristo que demandan a su favor.
Otorga la súplica la Santísima Virgen, rasga con su mano izquierda la túnica y exhibe la riqueza inmensa de la Vida de Cristo que atesora, para extenderlo a la religiosa.
La actitud de su mano derecha significa la vigilancia maternal que la Señora prodiga a su divino Hijo, que está dispuesta a recogerlo nuevamente en su seno si la religiosa a quien se entrega no le trata con la estimación que merece y le honra con su fidelidad a las comunicaciones que le concede, las que no consiente caigan en el vacío.
La actitud de San Joaquín y Santa Ana – protectores especiales de las almas marianas -sosteniendo los extremos del manto, significa que la Señora comparte con ellos sus designios de la humana santificación y el sumo interés con que procuran éstos quitar los obstáculos que pudieran impedir a Jesús el cumplimiento de sus misericordiosos designios.
El interior de María presenta el aspecto de un templo: significa que la Señora es la Casa y Tabernáculo de Dios; nos revela su excelencia y las relaciones divinas que establece la Divina Maternidad entre el Verbo Humanado y su Madre.
Jesús se manifiesta a la religiosa en el seno de la Virgen en la plenitud de la edad, extendidos los brazos en actitud de entregarse.
La plenitud de la edad de Jesús, en el Seno de María, significa la perfección de la Señora, su perfecta conformidad con el Hijo Divino.
Viste éste una túnica talar, símbolo de la naturaleza divina, con la inscripción Verbum Dei, Filius Mariae., y por su pecho cruza una banda que simboliza la santa Humanidad que sostiene el Verbo y ciñe y vela -en cierto sentido- la naturaleza y perfecciones divinas.
La primera y tercera Persona de la Trinidad retiran la banda, para que conozca la religiosa la infinita excelencia del Verbo que a ella se entrega las riquezas divinas que atesora su doble naturaleza y lo trate con la infinita estimación que se merece: ¡tan interesados están en la gloria de Jesucristo!… Gracias, Padre Santo, gracias, Espíritu divino, y alabanza perpetua os sean tributadas por vuestro celo por la gloria de mi Dios Humanado.
Continuad vuestra misión revelando al mundo la realeza divina de Jesús, para que sea amado y glorificado de las almas y estimado como se merece. Amén.
Contestando a la súplica de la religiosa, le dijo Jesús: Ecce venio, sponsa mea. Ego sum merces tua magna nimis: He aquí que vengo, esposa mía. Yo soy tu recompensa soberanamente grande -inscripción de la banda-.
La orquesta angélica se adelanta a Jesús, y penetra en la celda de la anhelante esposa. En obsequio de los celestes músicos, que buscan lugar competente para producir sus notas inefables, la humilde celdita se dilata misteriosamente, tanto que nuestra mirada se pierde, y ninguno, fuera de la agraciada que los vio venir, puede contar el número de los que forman la angelical orquesta.
Como si quisieran completar el Ecce venio, que Jesús entona, empiezan éstos sus conciertos, vibrando con majestuosa solemnidad y divina armonía las palabras de la santa Escritura que dice: Gaude et laetare, filia Jerusalem, ecce Rex tuus veniet tibi: “Gózate y alégrate, hija de Jerusalén: he aquí tu Rey que viene a ti”.
Mientras cantan unos y arrancan otros armonías inefables a los instrumentos que manejan, varios contemplan extáticos la belleza y soberanía de la Virgen y su poder admirable, tan hábilmente empleado a favor de sus devotos, y la infinita condescendencia de Dios Humanado que se prodiga a los mismos por medio de su Madre bendita.
Sea por siempre bendito y alabado. Amén. Dios te salve, María, Soberana Medianera Universal: Dios te salve y en mi nombre te ame y te procure gloria infinita.
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