A consecuencia de una neumonía, este jueves ha fallecido en un hospital de Essex (Inglaterra), a los 82 años de edad, Michael Gambon, universalmente conocido por su papel como el profesor Albus Dumbledore, director de la escuela de magia de Hogwarts en la saga de películas de Harry Potter.
En realidad, Gambon solo entró a formar parte del reparto a partir de la tercera entrega (Harry Potter y el prisionero de Azkaban, 2004) a raíz de la muerte en 2002 de Richard Harris, quien encarnó al personaje en las dos primeras. Pero se hizo enseguida con la difícil sustitución, hasta convertirse en todo el mundo en el actor muy querido que ya era en la escena de su país.
Católico
Michael Gambon nació en Dublín en 1940, pero cuando tenía seis años su familia se trasladó a Londres, donde obtuvo la nacionalidad británica. Tras formarse como ingeniero técnico, a los 24 años decidió probar fortuna en el teatro y se incorporó a la National Theatre Company con Laurence Olivier como mentor (era entonces director artístico de la compañía).
Fue el inicio de una carrera brillante que le mereció todo tipo de premios del teatro y el cine británicos, coronados en 1998 por el título de Sir, otorgado por la reina Isabel II.
Educado católicamente, Michael fue monaguillo en su infancia. Muy reservado con su intimidad, nunca se prodigó sobre sus convicciones, como tampoco sobre su vida privada. Se casó en 1962 con Anne Miller y tuvieron un hijo. En 2002 conoció durante un rodaje a la decoradora Philippa Hart, veinticinco años más joven, con quien inició una relación que le daría dos hijos más. Pero mantuvo un cierto vínculo con su esposa, y fue ella, de hecho, quien anunció el fallecimiento, confesándose «devastada», pues Michael mantuvo siempre de facto una convivencia con sus dos hogares.
«Católicos»
A la altura de 1973, en cualquier caso, su vida matrimonial era feliz y normal cuando fue llamado para participar en una película hoy considerada ‘de culto’, Católicos [The Catholics], con un reparto de lujo: glorias ya maduras como Trevor Howard, Cyril Cusack, Raf Vallone y el propio Gambon, junto a un joven Martin Sheen (protagonista en 2011 de El Camino) en el despegue de sus éxitos.
Martin Sheen interpretaba a un sacerdote (el padre Kinsella) enviado desde Roma para doblegar la resistencia de una abadía irlandesa a adoptar la reforma litúrgica postconciliar. Siguen diciendo la misa en latín y empiezan a congregar la adhesión de católicos de todo el mundo, que acuden allí a encontrar una espiritualidad que sus parroquias ya no les ofrecen.
Tráiler de «Católicos».
En realidad, aunque la dinámica de la película refleja la conflictiva situación de la Iglesia en los años setenta y es incomprensible fuera de ella, la acción se entiende desarrollada en un momento del futuro (el año 2000), en el que incluso el Concilio Vaticano II ha quedado superado por la ola de cambios desencadenada por él mismo. El antagonista del padre Kinsella es el abad del monasterio, interpretado por Trevor Howard. Y Michael Gambon es uno de los monjes, el hermano Kevin, que mantiene un interesante intercambio de ideas con Martin Sheen.
Un hombre sin fe
Dirigida por Jack Gold, la película está basada en la novela del mismo título de Brian Moore (1921-1999), un escritor irlandés que perdió la fe y reflejó en muchas de sus obras una visión anticlerical y cínica.
Y, en efecto, aunque en Católicos la problemática intraeclesial está reflejada como solo un buen conocedor de la Iglesia podría hacerlo, la perspectiva no es sobrenatural, sino más bien escéptica, y no hay una toma de posición. La película -como la novela- busca estudiar la psicología de los personajes, todos ellos -el sacerdote moderno y los monjes tradicionales- muy convencidos de su causa, en la que ven comprometida su vida entera, pero que en ocasiones flaquean en sus certezas porque saben de las consecuencias de sus actos.
El espectador simpatiza cordialmente con los monjes, porque el aire funcionarial y engreído de Sheen -quien, sin embargo, tampoco es un mal hombre- se hace más antipático que la simplicidad monacal y la coherencia de quienes, al fin y al cabo, se limitan a vivir su vocación como les mandó hacerlo la Iglesia durante siglos.
Pero esa empatía hacia los perseguidos no implica necesariamente una toma de partido en el guión (que redactó Moore) en la dialéctica entre tradición y modernidad. Para muchos ingleses alejados de la fe -y Brian Moore es un caso- el viraje de 180° de la jerarquía de la Iglesia, que obligaba a los católicos a seguirla en el desapego hacia todo aquello en lo que les había educado, fue un potente motivo de amargura.
Católicos es una película de 1973 hecha para televisión y rodada en el castillo de Cahir para los interiores y en la isla Sherkin para los exteriores. Formó parte de las producciones diversas agrupadas en el programa Sunday Night Theatre que emitió la cadena británica ITV entre 1969 y 1974.
Un diálogo elocuente
En una de sus escenas, el hermano Kevin (Michael Gambon) mantiene un interesante diálogo con el padre Kinsella (Martin Sheen), que refleja el enfrentamiento entre quienes apuestan pastoralmente por la teología de la liberación y una hipotética redención material, y quienes apuestan por una redención espiritual.
Martin Sheen (izquierda) y Michael Gambon discuten sobre los cambios en la Iglesia en una escena de ‘Católicos’.
«¿Los sacerdotes de Roma ya no visten como sacerdotes?», le espeta el hermano Kevin, con su hábito. «Solo en ocasiones especiales», es la sincera respuesta del aseglarado Kinsella, quien también muestra su apoyo a los curas «revolucionarios» de Suramérica. «¿Qué tiene que ver eso con salvar almas para Dios?», pregunta el monje.
Luego Martin Sheen le habla de la Iglesia como «instrumento de cambio», pero el futuro Dumbledore le recuerda lo que ha visto al entrar, esos cientos de personas rezando de rodillas para que la abadía pueda mantener la misa tradicional: «No quieren la justicia social que usted dice, quieren la misa antigua. Quieren creer en algo más que lo este mundo puede ofrecerles«.
-Y usted, ¿qué les ofrece? -insiste el monje.
-Tal vez una vida mejor, padre, y no castillos en el aire.
-Pero usted es sacerdote. Ése no es su trabajo. Ellos quieren que usted les perdone los pecados, que les bautice, que les case, que les entierre. Que les muestre que hay un Dios encima de ellos, un Dios que se preocupa de ellos. Los viejos párrocos lo sabían. Usted no.
-Está usted equivocado. Si no cambiamos, perderemos a la gente, los tiempos han cambiado.
-Sí, han cambiado. Y, en mi opinión, usted y los que son como usted están destruyendo la Iglesia.
Una posición que el hermano Kevin mantendrá ante el inquietante final de Católicos.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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