17/11/2024

Misericordiosos como el Padre

Lucas 6, 36-38
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros».

El Lenguaje de Dios es la compasión y la misericordia. Ya desde el Antiguo Testamento, compasivo y misericordioso, son dos títulos con los que es conocido el Dios de Israel. Jesús con sus gestos y palabras se convirtió en la imagen visible del Dios invisible. “Le dice Jesús a Felipe: “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14,9). Y esa identidad divina que es capaz de cubrir los límites y los pecados humanos con su manto de amor y de perdón, es una posibilidad que Jesús quiere regalarnos en nuestras relaciones afectivas y sociales.

No hemos venido al mundo a juzgar, a señalar, a condenar, sino a salvar al hermano a base de amor, de cercanía y de una corrección fraterna que se basa en el compromiso. Somos muy rápidos en detectar el error y el fallo en la vida de los otros, la paja en el ojo ajeno. Pero muchas veces olvidamos que todos tenemos vigas que no nos permiten ver con la misma mirada de Cristo. Al que mucho se le ha perdonado reconoce el valor de que le han dado las muchas oportunidades que ha recibido, por eso se vuelve más compasivo con los demás. La exigencia, el amor condicionado a la respuesta que nos dan, el cálculo, la proporcionalidad, no son las formas como Dios nos ama.

La misericordia consiste en poner el corazón en la miseria del otro. Eso sólo lo puede hacer Dios con su sobreabundancia de amor. Pero por su gracias infinita nos ha regalado al Espíritu Santo para que habitando en cada uno de nuestros corazones podamos ser ministros de la misericordia y el perdón. Nos recuerda Pablo: “Reconciliaos con Dios” (2Cor 5,10). Que este tiempo de Cuaresma nos vaya acercando a pasar del juicio a la misericordia y de la exigencia a la gratitud.