Este sábado ha fallecido, a los 90 años de edad, Bill Hayden, que fue el primer ateo en desempeñar el cargo de gobernador general de Australia («GG», prácticamente el Jefe de Estado en representación de la Reina, por encima del Primer Ministro), quien fue además varias veces ministro y siete años líder del Partido Laborista.
Este veterano político se bautizó en 2018, ya en su ancianidad pero en plenitud de facultades mentales y anímicas.
El ateísmo de Bill Hayden había sido público y notorio. En el libro «Australia’s Governors General«, de Brian Carroll, que dedica un capítulo a cada gobernador de la historia del país, su capítulo se titula así: «Hayden: el ateo, 1989-1996».
Cuando finalizó su mandato en 1996 recibió el Premio Humanista del Año, específicamente, dice la web del premio, porque «como gobernador general se declaró ateo públicamente y habló, sin miedo pese a las críticas, a favor de la eutanasia voluntaria y otras causas defendidas por los humanistas». Cuando recogió el premio declaró (según el «Australian Humanist» de mayo de 1996): «Para ser humanista uno ha de ejercer la libre voluntad, para ser racional, para evitar ser el esclavo de alguna ideología difunta o el discípulo de una sabiduría recibida«. «Ser ateo, como lo soy, no es una condición previa necesaria para ser humanista», admitía.
Sus gestos de ateísmo en las instituciones
Llamó la atención en 1989 que la Reina, defensora de la fe según la ley inglesa, fuera representada en Australia por un ateo. Él respondió que la Reina era defensora de la fe en Inglaterra, pero no en otros territorios de la Commonwealth. Además, tradicionalmente el GG de Australia pasaba a ser Scout Jefe de los scouts del país, pero según las enseñanzas de Baden-Powel, el fundador de los scouts, un ateo no podía tener tal cargo (ni ser realmente scout). Se inventaron entonces un cargo nuevo, «monitor general»: «Así me ahorré el pantalón corto de los scouts, que con mis rodillas me habría sentado mal».
El momento del bautizo de Hayden.
Cuando tomó posesión, insistió en que él podía prometer por su honor, pero no jurar por Dios, ya que iría contra su conciencia de no creyente. Es decir, un pedigrí ateo premiado adecuadamente.
Una infancia dura
Bill (William George) Hayden nació en 1933 en plena gran depresión en Australia. Su padre había sido seminarista en California. Su madre mantenía la fe católica, a su manera. El negocio de afinar pianos del padre se había hundido y vivían en un casa pobre de madera en Brisbane. El padre bebía demasiado y entonces maltrataba y pegaba a su mujer y al pequeño Bill. Es difícil concebir a un Dios Padre amoroso en esas circunstancias.
Bill Hayden, con miembros de su familia en el día de su bautizo.
Ambos eran activistas de izquierda laborista que educaron a su hijo en la rabia contra el capitalismo, al que consideraban origen de muchos males y explotación. Pero sus primeros estudios, de niño, los realizó con las monjas ursulinas y guardó buen recuerdo de ellas y sus enseñanzas sobre generosidad y entrega.
No fue bautizado porque su madre no creía en el pecado original, o más concretamente, que los niños «tuvieran pecado». «De adolescente yo iba a misa cada domingo, no sabía que no era oficialmente católico, lo averigüé solo después, cuando mi hermana investigó la historia familiar», ha declarado.
A los 20 años entró a trabajar en la Policía de Queensland. A los 27 se casó con Dallas Broadfoot, una mujer de izquierdas criada en un clan de familias mineras. Se habían conocido en Ipswich, la ciudad que marcó toda su vida, la misma en la que, con 85 años, se bautizó.
Fue diputado desde 1961, ministro de Exteriores de 1983 a 1988 y líder del Partido Laborista (lo más similar al socialismo en Australia) de 1977 a 1983 y luego Gobernador General de 1989 a 1996.
Una herida incurable: muere su hijita
En 1966, su primera hija, Michaela, de tan solo cinco años, murió atropellada por un coche. El trauma para Bill y Dallas fue brutal. Dallas, que estaba amamantando a otro de sus bebés, perdió la leche de golpe. Ella no podía hablar del dolor con su marido, sólo podía hablar de esa pérdida con su familia minera (que tenía sus rituales femeninos para gestionar las muertes en la mina). Él no podía hacer nada. Contó con dificultad sus sentimientos 30 años después en su Autobiografía de 1996 esperando que sirviera de ayuda a otros padres. Pat Jalland, en su libro sobre las culturas del duelo en Australia («Changing Ways of Death in Twentieth-century Australia«) lo recoge por su gran valor ilustrativo.
Bill explica allí que «en mi pura desesperación, fui a un presbiterio católico a hablar con un joven sacerdote que era también un amigo». Explica Jalland que Bill «creía que la gente con una firme fe interna podía sostenerse en pie en momentos de gran pérdida». «Yo necesitaba desesperadamente creer», escribió. La charla con el sacerdote fue larga y ofreció algo de consuelo, pero «tenía demasiada vergüenza para ponerse de rodillas y sumarse a su amigo en oración. La razón de Hayden no le permitía dar el salto de fe que le habría parecido hipócrita. Lamentaba su ateísmo, y le forzaba a afrontar su crisis solo y en silencio. Las cartas de condolencia no le ayudaban, porque el consuelo más frecuente que ofrecían era la creencia cristiana de que la muerte de Michaela era voluntad de Dios. Esas cartas provocaban dolor e ira en un ateo, aunque sus condolencias se agradecían».
Bill, como ateo, sólo encontró consuelo en poder hablar con otros padres que habían vivido un dolor similar y que le decían que no estaban solos en su sufrimiento. Escribió su experiencia en 1996 para ayudar a otros padres «que se sientan desoladamente solos e incomprendidos». Su mensaje era, simplemente, «la vida sigue». En ese momento de dolor no quiso dar el paso de apostar por Dios.
La autobiografía de Bill Hayden.
En 1996 dejó el cargo y la política, publicó su Autobiografía, recibió el Premio Humanista del Año y se retiró del debate público. En 1995 ya había anunciado su apoyo a la eutanasia, a los matrimonios homosexuales y a la entrega de niños en adopción a parejas del mismo sexo. Pasados 6 años de la caída del Muro de Berlín (él empezó su cargo de GG cuando el Bloque del Este aún parecía firme, en febrero de 1989) explicaba que ya no se consideraba socialista y que ya no militaba para que Australia fuera una república. «Hoy prefiero el pragmatismo, el empirismo, la prudencia en los asuntos públicos», explicó. Ya no esperaba mucho, decía, de la humanidad.
Bautismo: ¡para ayudar a una Iglesia en crisis!
Con la Iglesia Católica en crisis en Australia, como en otros países, por la desastrosa gestión de los casos de abusos a menores, especialmente en los años 70 y 80 del siglo pasado, Bill Hayden pidió bautizarse y permitió que se divulgasen las fotos y se contasen sus razonamientos.
Bill Hayden con la religiosa que más admira, Sor Angela, activista durante muchos años a favor de una Seguridad Social sanitaria
Dijo que quería que su fe diese coraje a otros cristianos en estos momentos duros. «Me tomó demasiado tiempo [la decisión] y ahora voy a ser devoto«, explicó en «The Caholic Leader«: «De hoy en adelante voy a responder ante Dios».
Aunque sufrió un derrame cerebral en 2014 que le debilitó físicamente y una caída poco antes del bautizo le rompió el hombro, se encontraba muy animado y quería hacer cosas.
«Me gustaría ser parte activa en la Sociedad de San Vicente de Paúl«, anunció. «Y quiero entender más de teología, leyendo la Biblia«, añadía.
Hayden dijo que esperaba que su bautizo ayudase a otros a «ver la importancia de la Iglesia con ojos nuevos», especialmente en esta época triste de noticias de abusos… «Los problemas los causan agentes humanos de la Iglesia, pero no deberíamos dejar que nuestra fe quede minada por la acción de agentes que no son tan buenos como debieran ser».
Bill Hayden, gobernador general en 1995, acompaña a San Juan Pablo II
que acudió a Australia a beatificar a Mary McKillop.
«Dedicar mi persona a los demás, ante Dios»
En The Australian recogieron algunas de sus declaraciones tras el bautizo. «Algunas personas puede que se mofen de mí, pero así es la vida. Decidí que lo necesitaba. Estoy contento de haberlo hecho y sé que hice lo correcto». Añadió: «Simplemente, podía sentir en mi corazón que no me sentía pleno. Hay más en la vida que sólo yo. Tenía que hacer una dedicación de mi persona para el bien de los demás… ante Dios. Sentí eso muy fuerte.»
La ceremonia la condujo el padre Peter Dillon en la iglesia de Saint Mary en Ipswich, Queensland, el 9 de septiembre de 2018. La invitación a la familia y amigos la firmaban Bill y Dallas Hayden, con este texto: «Ya es hora. Benditos los que no han visto, pero aún así han creído».
El padre Dillon explicó el bautismo así en el Catholic Leader: «Es un acto de sumisión, el hecho de que no niega que Dios es real, que ha llegado a descubrirlo»
La experiencia clave: «Esta mujer es santa»
Durante los últimos años, Hayden se hacía preguntas. Pero el momento clave para su transformación fue cuando, meses atrás, fue a visitar al hospital a sor Angela Mary Doyle, enferma, de 93 años, veterana religiosa de las Hermanas de la Misericordia. «Ella fue durante 23 años administradora de los Hospitales Mater en Brisbane, una ciudadela de cuidados sanitarios para los pobres de Brisbane del Sur, donde crecí al final de la Gran Depresión», escribió en una carta a amigos antes del bautismo.
Hayden fue uno de los grandes impulsores de la Seguridad Social sanitaria en Australia. Y durante años la hermana Ángela le había ayudado a ello. «Se esforzaba para que los pobres recibieran la mejor atención médica a bajo coste, y presionó a favor del seguro de salud universal. Sin ella, no tendríamos hoy Medinbank ni Medicare. Desplegó un enorme coraje en defensa de esos principios frente a una fuerte oposición, incluso de la profesión médica».
Así, Hayden, su esposa Dallas y su hija Ingrid visitaron a la anciana enferma. Y sucedió algo. «A la mañana siguiente desperté con la fuerte sensación de que había estado en presencia de una mujer santa. Así que reflexionando en esas cosas, me encontré de vuelta en el corazón de esas creencias: la Iglesia».
Leyendo un libro sobre el islam chií, obra del académico Malise Ruthben, entendió que el cristianismo no es tanto una religión de reglas como de amor: «Es amor por tus compañeros humanos, perdón, compasión, ayuda… estas características se fundan en las enseñanzas de Cristo y las empuja la fe en un poder externo, el Dios cristiano, cuyas limitaciones están más allá de lo que los humanos pueden alcanzar. Ya no puedo aceptar que la existencia humana es autosuficiente y aislada», declaró quien fuera Humanista del Año precisamente por declararse ateo.
Una entrevista a Bill Hayden sobre su conversión.
Hayden recibió una carta felicitándole del antiguo Primer Ministro Kevin Rudd. Rudd fue líder del Partido Laborista y Primer Ministro de 2006 a 2010 y se crió como católico aunque practica más bien en la Iglesia Anglicana del país, muy liberal.
El arzobispo católico de Brisbane, Mark Coleridge, declaró: «Estoy encantado por Bill y pienso que, en cierto sentido, es un don no solo para él y su familia, sino para toda la Iglesia«.
Publicado en ReL el 18 de septiembre de 2018 a raíz de la conversión y bautizo de Bill Hayden, y actualizado con motivo de su fallecimiento.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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