«Tú llevas un nombre honrado, oh María, bendita en todos los tiempos, obra maestra que alaba al noble Artífice. Dulce doncella, a causa del precioso mensaje del ángel, tienes dones de belleza superiores a los de los demás seres humanos. Más bella que las rosas y superior a los lirios del campo, eres tú la nueva flor de la tierra que el mismo cielo cultiva desde lo alto. Tú eres cristal, ámbar; oro, púrpura, perla blanca, esmeralda; allí donde llega el fulgor de tu figura todos los metales desaparecen. La nieve queda vencida por tu candor, el sol por la belleza de tus cabellos; sus rayos, oh Virgen, palidecen frente a tu hermosura. El fuego del rubí se apaga y la ardiente estrella de la mañana cede en claridad si se compara contigo».
San Venancio Fortunato, In laudem sanctæ Mariæ.
PUBLICADO ANTES EN CATOLICIDAD
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