27/12/2024

Onfray y Nixey, dos indocumentados con trauma, vuelven con libros, más bien flojos, contra Jesús

¿Les interesa escribir sobre -contra- Jesús porque es un personaje importante, que sigue impactando en millones de vidas?

¿O sólo por sacarse un dinerito, por vender algunos libros? Pero, si venden sus libros sobre Jesús, ¿no es porque Jesús sigue interesando?

O bien, hay una tercera posibilidad: hay un trauma personal de fondo. Y lo vemos en al menos dos figuras que «vuelven al ruedo».

Ahí tenemos al francés Michel Onfray, de profesión ensayista de pluma ágil y filósofo, que en 2005 alcanzó cierta fama con su Tratado de Ateología, en la época en que el nuevo ateísmo directo y grosero estaba de moda. Ahora, en noviembre de 2023, ha publicado Teoría de Jesús, biografía de una idea, libro supuestamente de historia antigua, materia en la que no tiene ninguna formación. En el libro, viene a decir que Jesús nunca existió, que es un personaje literario fantasioso, mezcla de varias cosas míticas inventadas.

Así, Onfray se apunta a la corriente miticista (decir que Jesús nunca existió y es un mero mito), una corriente que apoyaban algunos eruditos soviéticos, que nadie en el mundo académico apoyaba tras la caída de la URSS y que ahora ha tomado cierto relanzamiento gracias a Internet entre la gente sin formación, igual que la tierra plana y otras conspiraciones para los que necesitan creerse especialmente listillos.

¿Cuál es el trauma? El trauma es que Onfray fue abandonado a los 10 años en un orfanato salesiano francés, por su madre, señora de la limpieza hija de español. Parece que saca su historia familiar en sus libros de vez en cuando.

Entrevistado en un debate en noviembre de 2023, Onfray negó tener «una obsesión» porque, dijo, «he escrito 150 libros, le he dedicado un libro a esta pregunta [sobre Jesús], tal vez dos con el Tratado de Ateología«. Pero también admite que escribiendo un libro gordo sobre historia del pensamiento, vio «un punto de inflexión en la Historia que está allí, proviene de Jesús. Y me dije: es algo que está ahí y apenas estoy tratando».

El retorno de Nixey: ahora matiza más, pero no hace Historia

Y tenemos también a la inglesa Catherine Nixey, que en 2018 lanzó La edad de la penumbra: cómo el cristianismo destruyó el mundo clásico, libro muy criticado por historiadores y arqueólogos, especialmente bizantinistas, y ahora vuelve a la carga con Heresy: Jesus Christ and Other Sons of God (Herejía: Jesucristo y otros hijos de Dios). Nixey tampoco es historiadora, sino periodista de estilo peleón, con algunos estudios de culturilla greco-romana, aunque tampoco muchos.

Como Nixey fue muy vapuleada, especialmente por expertos en la Antigüedad tardía, ha escrito este libro, parece, con algunos matices más que el anterior. Busca evangelios gnósticos, tardíos, textos muy minoritarios o directamente desaparecidos de sectas marginales (a menudo solo las conocemos por las citas de los santos que las critican: los cristianos copiaron sus citas largas y extensas precisamente para mostrar lo absurdas que son) y lo presenta como «otros cristianismos». Es como si alguien intentara pasar el Corán (del siglo VII) o el Libro de Mormón (del siglo XIX) como «otros cristianismos» simplemente porque ambos libros mencionan a Jesús.

La realidad es que Jesús es tan atractivo y fascinante que en el siglo II y III las sectas gnósticas, esotéricas u orientaloides (o meros timos para sacar dinero o sexo de adeptos) mencionaban a Jesús en sus folletos, como lo hacen las sectas gnósticas y esotéricas en nuestros días.

Las sectas entonces, como hoy, saben que así atraen a personas interesadas en lo espiritual, y por eso mismo generosas. Atraen personas abiertas y dispuestas a dar sus bienes. O sea, lo que busca una secta.

¿Cuál es el trauma de Nixey? Lo ha contado muchas veces, entrevistada en revistas y también cuando la han invitado a dar charlas en la Asociación Humanista británica: es hija de un monje y una monja que salieron del convento en el postconcilio y se casaron. Sus padres le hacían rezar en casa e ir a misa, aunque ellos ya no tenían fe, ha explicado. No le decían que Dios la creó, sino la evolución. Pero le prohibían usar maquillaje y escuchar música pop hasta que se fue de casa a la universidad, ha revelado. Y cuando ella jugaba de niña a imitar la misa, le hacían sentir que era un grave pecado. Aunque al menos le hablaban bien de la Iglesia como transmisora de cultura, ella se hizo famosa con un libro asegurando (para escándalo de clasicistas y medievalistas) que la Iglesia machacó y persiguió la cultura clásica.

«Oh, Dios mío, papá fue un monje, mamá fue monja, mi familia no convencional»: no es que Nixey esconda mucho su trauma, como muestra esta portada del The Times Magazine.

Cuando acabó de escribir La Edad de la Penumbra, dijo, sintió «una liberación y un gran alivio», lo cual refuerza nuestra sospecha de que no hacía Historia, sino terapia.

(Lea aquí la crítica detallada de ReL al primer libro de Nixey, con sus datos históricos erróneos).

En el blog History for Atheists, el erudito Tim O’Neill, un ateo acostumbrado a criticar a otros ateos que critican al cristianismo sin saber historia antigua ni medieval, hace una reseña del libro nuevo de Nixey, que se puede resumir así:

1) Repasa supuestas historias de «salvadores» y «dioses que renacen» y leyendas de otras religiones y grupos gnósticos; todos eran ya conocidos y se han citado en otros libros hace mucho,

2) lo presenta como si descubriera algo novedoso, aunque son historias que han circulado en webs, blogs, libros, etc, desde hace décadas; cree ser original comparando el cristianismo con «otras religiones clásicas» (los cristianos ya lo hacían hace 19 y 18 y 17 siglos); O’Neill lo compara con «la novela de aeropuerto El Código Da Vinci«;

La periodista Catherine Nixey y su libro Heresy, con textos tardíos de apócrifos inventados sobre Jesús en el siglo II, III o IV por sectas estrafalarias.

3) Nixey, según O’Neill no comete errores graves al recontar estas historias, y lo hace con cierta gracia;

4) Nixey no explica por qué los 4 evangelios canónicos triunfaron, y las otras versiones no; Nixey hace pensar al lector que todas las extrañas historias que circulaban sobre Jesús en los siglos II y III y IV «valían lo mismo» y que fue mera suerte y algo de política lo que hizo ganar a los 4 que conocemos;

5) Nixey considera que los 4 evangelios canónicos se escribieron entre el año 70 y el 110, O’Neill acepta esa datación (hay razones para defender dataciones anteriores, entre el 55 y el 80 o 90); no se da cuenta que eso los hace mucho más antiguos que los fantasiosos textos gnósticos escritos por sectas locales aquí o allá, pero al menos admite que los historiadores dan cierta fiabilidad, como mínimo, a estos evangelios más antiguos;

6) Nixey promete en la introducción que hablará de Historia, no de teología, titula mencionando a Jesús, pero luego no escribe nada sobre el Jesús histórico, solo frases estrambóticas de apócrifos tardíos de sectas raras; «parece que Nixey escribe interesada solo en lo divertido», dice O’Neill.

7) Parece que Nixey prestó atención a una crítica de O’Neill a su anterior libro y admite ahora que los romanos no eran muy tolerantes, que persiguieron con crueldad a los cultos de bacantes, a los cristianos y a los maniqueos;

8) ahora Nixey admite que algunos escritores cristianos conocieron la cultura pagana y judía y la usaron en su cosmovisión; luego dice que esta actitud de los cristianos «académicos» fue suprimida; O’Neill responde: «absurdo, por el contrario, esa actitud se convirtió en la norma para toda la tradición intelectual cristiana»;

9) Nixey no parece entender que las visiones minoritarias y estrambóticas que recoge (evangelios gnósticos, herejías variadas, etc…) desaparecieron sin necesidad de persecución política; eran locales, débiles y sectarias, mientras que una gran Iglesia, reconocible de Hispania a Persia, compartía los mismos Evangelios y muchos más textos y enseñanzas, y una organización firme con obispos, presbíteros, diáconos…

10) Al fin y al cabo, los apócrifos (libros tardíos de gente que ni conoció a Jesús ni trató con los apóstoles) no son más que libros con invenciones para ganar dinero, como los de Nixey u Onfray: mencionar a Jesús para atraer la atención.

La conclusión final de O’Neill es que el libro de Nixey es «ligeramente extraño y extrañamente ligero». Nosotros volvemos a las 3 motivaciones clásicas: hacer algo de dinero, hacer terapia ante el trauma, y de alguna manera, volver al nombre de Jesús, que no deja de fascinar.

La respuesta a Onfray: no se ha trabajado su libro

En cuanto al libro del francés Michel Onfray intentando mostrar que Jesús es un mito y que nunca existió, no es un ejemplo de creatividad ni de erudición, y ha sido refutado con prontitud por el libro de Matthieu Lavagna NON, le Christ n’est pas un mythe, lanzado en marzo, reseñado en Le Salon Beige y en Avvenire. Lavagna es un joven autor que ya ha escrito otros libros de apologética.

1) Onfray escribió en un artículo que «toda nuestra civilización parece basarse en el intento de dar un cuerpo a este ser [Jesús] que no tuvo otra existencia que la conceptual»; al menos, aunque Onfray no reconozca que Jesús exista, entiende que ¡Jesús es tan poderoso que sin existir hace existir a toda nuestra civilización! Quizá eso lleve a otra pregunta: ¿puede nuestra civilización seguir existiendo sin Jesús? Pero no parece que Onfray se plantee esto;

2) Jesús es un simple Papá Noel, proclama en su libro, provocador; es un personaje ficticio, si el cristianismo admite esa «verdad», considera, debería derrumbarse como un castillo de naipes;

3) Lavagna recuerda que en 1827, Jean-Baptiste Pérès, bibliotecario, habiendo pasado 6 años de la muerte de Napoleón ya escribió una sátira tratando de demostrar que Napoleón no existió, que era un personaje construido a partir de mitos solares, nacido de forma mágica, profetizado, derrotado pero retornado, sus doce mariscales eran los doce signos zodiacales, etc… Hoy, en el s.XXI, con muchos más datos arqueológicos e históricos, da vergüenza que se repitan argumentos así con estructuras del siglo XIX;

Michel Onfray, filósofo y ensayista, hizo un libro negando que Jesús existiera, con fuentes antiguas y poco rigor.

4) Onfray ofrece «clichés manidos, atajos simplificadores, una bibliografía obsoleta, de al menos un siglo de antigüedad«; desconoce la exégesis moderna, la arqueología reciente… Por ejemplo, Onfray repite que Nazaret no existió en el siglo I, por lo que no puede haber un Jesús de Nazaret; Lavagna le recomienda leer el libro de 2023 del arqueólogo inglés Ken Dark titulado Archaeology of Jesus’ Nazareth (Oxford University Press, 2023);

5) sobre fuentes históricas que se refieren a Jesús (o al menos a lo que la gente del siglo I decía de Jesús) Lavagna recuerda las habituales fuentes extracristianas: las menciones de Tácito, ex gobernador de la provincia de Asia; Plinio el Joven, procónsul de Bitinia a principios del siglo II (que interrogaba-torturaba a cristianos); Suetonio, jefe de la oficina de correspondencia del emperador; el testimonio flaviano (del judío romanizado Flavio Josefo, con la versión árabe sin interpolaciones, apoyado por el filólogo y marxista Luciano Canfora); las menciones judías (el tratado del Sanedrín del Talmud babilónico: “En vísperas de Pesaj, Yeshû ha-notsri (Jesús el Nazareno) fue colgado (en la cruz) porque practicaba brujería, engañaba a Israel«.

6) un ejemplo de las cosas que a Onfray le parecen sospechosas: Jesús en la cruz dice «Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado»; le parece inverosímil; dice en su debate que ese texto es de un salmo, un texto de muchos siglos antes, y alguien a punto de morir no puede tener un texto antiguo en la mente, dice en su debate en vídeo. Sostiene que eso es un «collage» que añade el evangelista para aludir a textos antiguos.

Pero resulta que en el mundo real las personas religiosas tienen memorizados textos religiosos para su oración diaria y para enfrentar la muerte: ¡millones de cristianos hoy, ante un naufragio o en su lecho de muerte, rezarán el Padrenuestro, un texto de hace dos mil años! A Onfray le parece sospechoso lo que a la gente normal le parece normal y cotidiano: orar con un Salmo diseñado para eso, para los momentos de angustia.

7) otro ejemplo: Onfray considera inverosímil que Jesús fuera crucificado, porque, escribe «en aquella época los judíos eran apedreados y no crucificados». Lavagna le recuerda que apenas un siglo antes el rey-sacerdote judío Alejandro Janneo hizo crucificar a 800 fariseos delante de sus familias (lo cuenta Flavio Josefo), y que el gobernador romano de Siria, Quintilio Varo, en el año 4 a. C. mandó crucificar a 2.000 judíos tras una revuelta (de nuevo, Josefo es la fuente). Josefo recoge más casos de los años 50: Quadrato, gobernador de Siria, hizo crucificar a hombres del rebelde galileo Eleazar; también el gobernador de Judea Antonio Félix crucificó numerosos «bandidos». Así, los gobernantes romanos y judíos recurrían a ese cruel método con frecuencia, parece. ¿Por qué Onfray ignora estos casos bien conocidos?

8) Lavagna recuerda que, simplemente, en la Antigüedad, ni judíos ni paganos negaron que Cristo existiera de verdad; sus enemigos lo criticaban, lo acusaban de brujo (era famoso por sus milagros), ignorante o despreciable, pero ninguno jamás pensó que fuera un personaje mítico o fantasioso, a todos les «sonaba real«;

9) Onfray, ya de paso, acusa a Jesús de antisemita y protonazi: Jesús, además de no existir, sería culpable de que Hitler atacara a los judíos dos mil años después, porque él expulsó a los mercaderes del templo con un látigo (vale la pena recordar que el texto no dice que golpeara a nadie con el látigo, en realidad una cuerda con nudos, y que había grandes bueyes ocupando el templo por doquier, para indignación de Jesús, bueyes a los que había que mover con látigos);

10) Onfray aprovecha para lanzar la misma batería de leyenda negra anticristiana que podría haber escrito hace 30 años o 60 años: San Pablo es neurótico, el cristianismo odia el sexo, los Padres de la Iglesia eran bobos, Pío XII sería antisemita y nazi (da igual cuántos judíos se escondieran en instalaciones vaticanas), y ya de paso las cruzadas, la inquisición, la esclavitud, el colonialismo, Galileo Galilei, todo junto y revuelto; y, por el mismo precio, asegura que toda creencia religiosa es «patología mental», porque sí, porque lo dice él…

11) aunque Onfray se presenta como filósofo, no dedica ni un párrafo a intentar dar razones filosóficas contra la existencia de Dios; él lo que quiere es provocar y vender libros (y terapia, recordemos).

¿Qué aprendemos de Onfray y Nixey

Mientras crece una corriente de agnósticos que piden valorar y defender el cristianismo porque aporta humanidad, bondad y raíces a Occidente, mientras crecen los imperios inmorales construidos sobre tanques, drones y virus AI (cuando no con hombres-bomba nihilistas o yihadistas), mientras la ciencia aporta más y más datos que hacen pensar en un Creador, mientras la arqueología aporta más y más datos sobre el mundo bíblico y su contexto, y el cristianismo antiguo… ¡hay gente que repite eslóganes anticristianos del siglo XIX y espera así vender libros!

Igual que en la guerra de Ucrania coexisten las antiquísimas trincheras de ratas y pulgas con los drones y las bombas guiadas, en la batalla de propaganda contra el cristianismo lo vintage decimonónico cohabita con compulsiones propias de Tik-Tok. Preparémonos para lo peor de ambas épocas.

Pero aprendemos algo más: Nixey y Onfray cargan contra Jesús, y ponen a Jesús en sus portadas, porque Jesús sigue siendo relevante. Enseguida lo dejan, incómodos, y pasan a hablar de otros temas (apócrifos, nazis, etc…) Eso también es sintomático.

Jesús sigue fascinando, y su mirada puede cegar, sus palabras siguen resonando con fuerza. Los cristianos no tienen por qué ocultarlo, sino mostrarlo bien visible, porque esta época, como tantas otras en el pasado, puede también tomarlo como Maestro.

Lavagna habla en este vídeo de los errores del libro de Onfray (en francés):

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»