«La esperanza cristiana no es esperar un mundo venidero, sino realizar, en la paciencia y la misericordia, lo que creemos en la fe y en lo que basamos nuestro camino humano». Con estas palabras, el Patriarca Latino de Jerusalén, el Cardenal Pizzaballa, introducía durante la jornada de oración por la paz este 7 de octubre lo que considera una de las misiones principales de la Iglesia ante la guerra de Israel y Palestina, «creer en la reconciliación», «ofrecer consuelo» y «proponer un estilo de vivir en este conflicto que haga posible ya entre nosotros lo que esperamos en el futuro».
Uno de los focos centrales de la vigilia de oración y ayuno fue la propia Jerusalén, en la procatedral del patriarcado latino, donde Pizzaballa dirigió la oración por la paz en respuesta a la convocatoria del Papa en la festividad de Nuestra Señora del Rosario.
Una vigilia a la que también acudieron autoridades como el ex Patriarca Michel Sabbah, Mons. William Shomali, Vicario General, Mons. Giacinto-Boulos Marcuzzo, Mons. Carlos Malfa, Francesco Patton, Custodio de Tierra Santa, junto con sacerdotes, religiosas, seminaristas y personalidades oficiales y fieles de la diócesis.
«Uno de los años más dolorosos de los últimos tiempos»
La jornada, conformada por una exposición del Santísimo, el rezo del rosario y vísperas, una misa y la conclusión con una procesión, incluyó un discurso de Pizzaballa en el que valoró el que ha sido «uno de los años más difíciles y dolorosos de los últimos tiempos».
Durante buena parte de su discurso, incidió en las denuncias de la Iglesia contra los crímenes cometidos durante el conflicto, pero también sus muestras de consuelo a la población, de solidaridad y apoyo con la comunidad de Gaza y de la propuesta de «construir un futuro en lugar de negarlo».
«Estamos siendo testigos de un nivel de violencia sin precedentes, tanto en palabras como en acciones. El odio, el dolor y la ira parecen haberse apoderado de nuestros corazones, sin dejar espacio para ningún otro sentimiento que no sea el rechazo al otro ya su sufrimiento», advirtió el cardenal.
El cardenal, que en una entrevista del mismo 7 de octubre para Vatican News reiteró su convicción de no tomar partido por ninguno de los bloques, renovó su voluntad de contribuir a la construcción de «un futuro común basado en la justicia y dignidad para todos sus habitantes», comenzando por una Palestina «que ya no puede hacer esperar más su derecho a la independencia, pospuesto durante demasiado tiempo». «Lo que ha sucedido y está sucediendo en Gaza nos deja atónitos», agregó.
El cardenal remarcó «la diplomacia, la política, las instituciones y la comunidad internacional ha mostrado toda su debilidad», pero también agradeció el apoyo recibido del Papa, que ha exigido reiteradamente a las partes implicadas la detención del conflicto, expresando también su solidaridad y apoyo con la comunidad cristiana en Gaza «de manera concreta«, como se mostró en la carta de Francisco a la comunidad católica este 7 de octubre.
«Una fe puesta a prueba»
Sin embargo, admitió que «este año ha puesto a prueba» la fe de la comunidad, pareciendo la esperanza, la paz o la convivencia algo «alejado de la realidad».
«Quizá incluso la oración nos parece una obligación moral que hay que cumplir, pero no el lugar del que sacar fuerza en el sufrimiento, una mirada distinta sobre el mundo, un espacio de encuentro privilegiado con Dios donde encontrar consuelo y consuelo», planteó.
Frente a estos «pensamientos humanos ineludibles», Pizzaballa remarcó que es precisamente en ese contexto «donde la fe cristiana debe encontrar una expresión visible«.
«Estamos llamados a pensar más allá de los cálculos lógicos, no podemos quedarnos sólo en las reflexiones humanas que nos atrapan en el dolor, sin abrir perspectivas. Estamos llamados a leer estos desafíos a la luz de la Palabra de Dios, Palabra que acompaña y ensancha nuestro corazón. Y tenemos que seguir haciéndolo», alentó.
La misión de la Iglesia ante el conflicto
El cardenal consideró que esa es «la misión principal como Iglesia«, que además de «decir una palabra de verdad sobre el presente», consiste en «ver y mostrar un mundo que va más allá del presente y sus dinámicas, ofrecer un lenguaje capaz de crear un mundo nuevo que todavía no es visible pero que se manifiesta en el horizonte y proponer un estilo de vivir el conflicto que haga posible ya entre nosotros lo que esperamos en el futuro: la esperanza cristiana no es esperar un mundo venidero, sino realizar, en la paciencia y la misericordia, lo que creemos en la fe y en lo que basamos nuestro camino humano».
En un tiempo «lleno de odio» y en el que «la violencia parece ser el único lenguaje», Pizzaballa manifestó su compromiso con la propagación del «perdón y la reconciliación, dando un consuelo concreto e implacable allí donde el dolor crece».
«Aunque tengamos que empezar de nuevo cada día, aunque seamos vistos como irrelevantes, seguiremos siendo fieles al amor que nos ha conquistado y seremos personas nuevas en Cristo aquí en Jerusalén y donde quiera que estemos. Por eso estamos hoy aquí, por eso ayunamos y oramos. Para purificar nuestros corazones, para renovar en nosotros el deseo de prosperidad y de paz con la fuerza de la oración y del encuentro con Cristo, y para creer que éstas no son sólo palabras, sino vida viva. También aquí, en Tierra Santa», concluyó.
Romanelli: «La gente ya se ha acostumbrado a los cadáveres»
Durante la jornada de oración y ayuno por la paz, el párroco de la Sagrada Familia en Gaza -la única católica-, Gabriel Romanelli, valoró el cambio en el día a día tras un año de guerra, «un drama a una escala nunca antes vista» por el que tanto él como los habitantes de la región están ya «acostumbrados a las guerras y cadáveres».
Romanelli, a la derecha, junto al cardenal Pizzaballa.
«Las alcantarillas ya no funcionan, la electricidad ha desaparecido desde el comienzo de la guerra, el agua potable es casi imposible de encontrar, las carreteras ya no son accesibles. Y los bombardeos continúan», explica. El párroco remarca especialmente la presencia de los drones israelíes que sobrevuelan diariamente sus cabezas. «No se puede describir un ruido tan molesto que permanece día y noche. Quien lo haya experimentado lo entenderá».
También da fe de cómo hasta hace un año, la gente «intentaba vivir con dignidad», pero «ahora vive una vida miserable entre casas y escuelas arrasadas, puestos de trabajo perdidos y vida social eliminada». Con todo, los cristianos mantienen su fe. «La esperanza en Dios es ciertamente sólida, la esperanza en los hombres vacila muy a menudo», admite.
Cobo: «La oración es siempre eficaz»
Entre otros lugares donde se vivió la jornada de oración y ayuno por la paz destacó la Archidiócesis de Madrid, con una vigilia de oración encabezada por el cardenal José Cobo en la catedral de la Almudena que también contó con la presencia de representantes ortodoxos, armenios, anglicanos, la iglesia evangélica, la Community Church y la Iglesia reformada episcopal.
Durante la jornada, el cardenal remarcó la necesidad de «la luz del Resucitado en medio de la noche ante tantos calvarios que hay en el mundo», refiriéndose también a conflictos activos como los de Siria, Yemen o Ucrania.
«Y al ver Tierra Santa, la tierra que escuchó las palaras del Maestro, se nos parte el alma», lamentó el cardenal, que agregó que «la oración es la única fuerza del hombre que confía solo en Dios». «La oración es siempre eficaz», remarcó.
El cardenal Cobo, durante la jornada de oración por la paz, en la catedral de la Almudena.
Artículo publicado originalmente en el portal Fundación Tierra Santa.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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