El gobierno italiano lleva a los presupuestos del Estado de 2024 un puñado de importantes medidas de fomento de la natalidad. Pero es insuficiente, alerta el estadístico y demógrafo Roberto Volpi, quien insiste en la necesidad de medidas de choque (y proponía alguna) y, sobre todo, de un cambio de mentalidad, con el objetivo de pasar de un hijo a dos hijos, algo que ve posible e imprescindible.
Un dato que asusta: en Italia, a finales de 2023 habrán salido de la población en edad fértil unas 400.000 mujeres y solo habrán entrado 200.000.
Son problemas muy similares a los de España y de la práctica totalidad de las naciones occidentales. En la Unión Europea, solo la Hungría de Viktor Orban, la Polonia de Mateusz Morawiecki (si consigue reeditar gobierno) y ahora la Italia de Giorgia Meloni parecen dispuestos a hacer algo.
Caterina Giojelli ha hablado con Volpi en el número de noviembre de 2023 de Tempi:
«Lo he escrito y lo repito, una asignación de 500 euros por el segundo hijo hasta la mayoría de edad habría supuesto una diferencia sustancial, además de cultural. Pero esta observación no desmerece en absoluto las intervenciones positivas anunciadas en la ley presupuestaria: el futuro demográfico se juega en la transición de uno a dos hijos, y este gobierno parece haberlo entendido».
Roberto Volpi, estadístico y especialista en cuestiones de demografía, a las que ha consagrado varios libros.
Ampliación del régimen de permiso parental; llamativa ampliación de la bonificación por segundo hijo en guardería; supresión por 10 años de la obligación de las trabajadoras con al menos dos hijos de cotizar por el segundo hijo (y hasta los 18 años por el tercero)… desde el punto de vista de la «emergencia de la natalidad» -es decir, la primera y más despreciada emergencia italiana-, deben apoyarse estas medidas, según Roberto Volpi, «o mejor dicho, hay que apoyar a un gobierno que por primera vez aborda los puntos centrales demográficos, empezando por la natalidad, aunque todavía no comprenda del todo el alcance y las causas profundas de un colapso que Italia lleva preparando desde hace cuarenta años. Esto explica las medidas, aún insuficientes, en términos económicos y culturales: era necesaria una medida de choque«.
A Volpi se le ha contestado que 500 euros por el segundo hijo [su medida de choque] disuadiría a las mujeres de aventurarse en el mundo laboral, «y probablemente ocurriría en el sur y en algunas partes del centro. Pero medidas como la renta de ciudadanía -con los mismos inconvenientes-, ya las hemos aprobado, y en el punto en que nos encontramos ya no tenemos tiempo para andarnos con rodeos. Cada año que pasa, la situación se vuelve más difícil».
A finales de 2023 habrán salido de la población en edad fértil unas 400.000 mujeres y solo habrán entrado 200.000, un desequilibrio que no tiene visos de desaparecer. Y es que, a diferencia de las primeras, que proceden de años de fuerte natalidad, las quinceañeras de hoy son hijas de un momento histórico caracterizado por muy pocos nacimientos. Si las mujeres en edad fértil disminuyen a este ritmo, aunque tengan algunos hijos más, el número de nacimientos seguirá disminuyendo a su vez.
‘Adamo 2050. Una historia real del futuro’ es un corto con el que Plasmon, una marca italiana de alimentación infantil, llamó la atención a principios de año sobre el problema de la natalidad. Se trata de un supuesto documental de 2050 donde se cuenta la vida de Adamo, un niño de tres años que fue el último italiano en nacer.
Volpi lleva toda la vida escribiendo sobre las causas profundas del descenso de la natalidad; también ha hablado de ello con Tempi (en una conferencia en Roma con la ministra de Familia, Natalidad e Igualdad de Oportunidades, Eugenia Roccella), y no tiene intención de volver sobre el tema, «de lo contrario acabaríamos en los sermones. Recordemos solo -y hay evidencia empírica de esto- que la crisis demográfica comienza con el divorcio o, mejor aún, con el referéndum sobre el divorcio que, a partir de mediados de los años 70, da rienda suelta a la separación entre individuo y familia y a la gran disminución de los matrimonios y nacimientos en Italia. Salvo una recuperación muy tímida entre 2007 y 2010, la tasa de natalidad en Italia ha fluctuado entre 1,1 y 1,3 hijos por mujer de media desde los años 80, cuando se impuso el hijo único por su agilidad en relación con la vida moderna«.
[Lee en ReL una entrevista más amplia con Roberto Volpi sobre estas cuestiones: Ante el abismo demográfico, «pasar del hijo único a los dos hijos es un objetivo realista»]
Por eso, premiar a quienes no se detienen ante el primer hijo es fundamental, pero no es suficiente si no se actúa sobre el origen de un problema que ya tiene cuarenta años: fomentar la propensión por los nacimientos de las parejas futuras, que tendrán que ser más numerosas.
«Cuidado, porque para ello hay que salirse del marco de las medidas demográficas clásicas. Fomentar la formación de más parejas, sobre todo jóvenes, con características estables y perspectiva de tener hijos, implica una política que recompense fuertemente a las empresas que contraten personal joven y una política de vivienda a gran escala que permita acceder a alquileres extremadamente bajos e hipotecas muy favorables. Significa operaciones a gran escala y un trabajo concertado entre los ministerios de Natalidad y de Economía: es el ministro de Economía, Giancarlo Giorgetti, incluso más que la ministra Roccella, quien decidirá el destino de la población italiana en las próximas décadas. Este año vamos a bajar de 390.000 nacimientos, necesitamos el coraje de un giro y un horizonte temporal de una, dos legislaturas».
Formar una familia cuando se está a tiempo de hacerlo
Ya que no este gobierno en sentido estricto, Giorgia Meloni tiene tiempo y números para intentar el cambio, explica Volpi, señalando también el punto de partida: la escuela.
«Ha sido la masificación de la universidad la que ha reconfigurado el concepto de pareja. La edad de la graduación, y luego el final del máster, de las prácticas y, por consiguiente, de la consecución de un objetivo laboral, se ha convertido en el umbral psicológico para entrar en la edad adulta y volver los ojos a la posibilidad de tener una familia. Antaño, y hablo de los años 60, no del fascismo, la edad adulta rimaba con el matrimonio: las mujeres se casaban a los 24 años, los hombres a los 28, el primer hijo llegaba en un par de años y era fácil que llegara el segundo, incluso el tercero. Hoy, la edad adulta está vinculada al trabajo y a los logros laborales y profesionales».
Por eso, insiste Volpi, si se quiere ayudar a la natalidad, hay que tener especial cuidado con el sistema escolar y el acortamiento de los recorridos educativos y formativos, corrigiendo el daño causado por el sistema de un bachillerato hipertrofiado y la posición minoritaria en la que ha quedado los grados breves. «Debemos asegurarnos de que los jóvenes alcanzan antes los objetivos escolares y laborales, para que puedan considerar la familia cuando aún tengan tiempo de formar una«.
Traducción de Verbum Caro.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
More Stories
Hoy sabréis que viene el Señor, y mañana contemplaréis su gloria
Cómo la fe y la oración llevaron a la recuperación de un joven con cáncer cerebral
La Iglesia en España propone la familia cristiana como «fuente de esperanza» en una «sociedad herida»