Cuando una persona muere, no va directamente al Cielo, a menos que sea Santo en la Tierra (N. de la R: o haya conseguido una indulgencia plenaria al momento de morir). Haces un gran daño a tus seres queridos si no oras por ellos.
¡No digas que mi pariente está ahora en el cielo! Si son católicos y mueren confesando, han ido al Purgatorio. Es vuestra obligación asegurar que esa persona reciba los últimos sacramentos, es vuestra obligación, si de verdad la amáis, orar para que pronto salga del fuego del Purgatorio.
Una Santa Misa una vez al año, ¡es cruel!
Una vez al mes no es mucho mejor. Piensa en tu tiempo, en cómo te gustaría que la gente orara por ti.
Recuerde, un solo segundo en el Purgatorio es como si hubieran pasado años.
Oren y digan muchas Misas por sus seres queridos. Nadie va al Cielo si no es puro.
«Vengo a deciros que sufren en el Purgatorio, que lloran y que piden con gritos urgentes el auxilio de vuestras oraciones y de vuestras buenas obras. Me parece oírles gritar desde lo más profundo de esos fuegos que los devoran: ‘Díselo a nuestros seres queridos, díselo a nuestros hijos, dilo a todos nuestros familiares cuán grandes son los males que nos hacen sufrir. Nos arrojamos a sus pies para implorar la ayuda de sus oraciones. ¡Ah! ¡Diles que desde que nos separaron de ellos hemos estado aquí ardiendo en llamas!». San Juan María Vianney.
PUBLICADO ANTES EN CATOLICIDAD
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