«Después de esto, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. 4No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino. 5Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa. Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: “El reino de Dios ha llegado a vosotros».
Hoy celebramos la fiesta de san Lucas Evangelista. Es el que escribió su Evangelio destinado a los judíos de ascendencia griega, por eso su mensaje central es la Misericordia de Dios. Relatos con el del Hijo Pródigo y el Padre Misericordioso solo aparecen en sus escritos. Al mismo tiempo es el autor del libro de los Hechos de los Apóstoles que nos narra el nacimiento, crecimiento y consolidación de la primera comunidad cristiana con un marcado acento misionero. Todos esos elementos los encontramos en el Evangelio de hoy. Jesús hace extensible su llamada a todo un grupo amplio de los 72 discípulos. La misión no es exclusiva de los Apóstoles, en una responsabilidad compartida por todos los bautizados. Hoy en día demasiados laicos se sienten poco formados para el desempeño de la misión. Su papel se reduce a la asistencia habitual a las celebraciones, a colaborar en actividades caritativas y en algún caso colaborar como catequistas. Pero la vocación al laicado en mucho más profunda y despliega muchas otras posibilidades.
Como en los tiempos de Lucas, la mies sigue siendo abundante y los obreros somos pocos. Hay demasiadas personas a nuestro alrededor que se sienten huérfanas, que sus vidas transitan en medio del desasosiego y la angustia. Por eso Jesús nos sigue llamando, como a san Lucas y como a tantos a lo largo de la historia para que nos hagamos cargo de la misión por evangelizar. Desde los diferentes carismas y desde las diferentes sensibilidades todos podemos vivir la alegría del Evangelio que consiste precisamente en dar gratis lo que recibimos gratis.
Hay hambre en nuestro mundo, no solo de pan, de alimentos, sino de sentido, de paz interior, de alegría. Es urgente una comunidad creyente que inspirada y animada por el Espíritu salga a los caminos del mundo a anunciar buenas noticias. Jesús nos prepara y nos capacita para desplegar la misión. Nos pide que no pongamos la confianza en métodos, en recursos, en estrategias. Que nuestra confianza la depositemos en la acción del Espíritu que Él mismo ha derramado en nuestros corazones.by que ese Espíritu encienda la creatividad de saber acercar, como hizo san Lucas, el Evangelio a todos los corazones a los que Dios nos envía. Sabiendo que recibiremos desplantes, rechazos, críticas, pero con la convicción de estar entregando nuestro tiempo y nuestras vidas en hacer lo que Dios nos pide.
More Stories
El obispo de Barbastro reafirma su nombramiento del rector de Torreciudad y dice que Mons. Ocáriz no tiene jurisdicción
Señor, que vea
La interpretación que hace un padre de familia numerosa cuando le recriminan que tenga tantos hijos