El Papa abrió este jueves la Puerta Santa de la cárcel de Rebibbia, en Roma (Italia). Francisco exhortó en una homilía improvisada a «abrir de par en par las puertas del corazón, pues cada quien sabe cómo hacerlo».
Por primera vez en la historia un Pontífice abre una Puerta Santa no en una basílica sino en el interior de un centro penitenciario. Además, se trata de la decimoquinta vez que Francisco visita una cárcel, esta vez, «para ofrecer a los presos un signo concreto de cercanía», como se escribe en la Bula de convocatoria del Año Santo «Spes non confundit».
Abrir los corazones a la esperanza
Unas 300 personas, entre reclusos, agentes penitenciarios, directivos, autoridades del gobierno de Roma, colaboradores, voluntarios, el capellán y religiosos, estaban presentes en la celebración. El nuevo complejo penitenciario es una de las realidades más grandes de Italia, con más de 1500 reclusos, de los cuales un 35 por ciento son extranjeros.
Con la misma solemnidad que en la Basílica de San Pedro, las puertas de la capilla de Rebibbia se abrieron ante el Sumo Pontífice, esta vez acompañado por el obispo auxiliar de Roma, Benoni Ambarus, dos reclusos -un hombre y una mujer- y dos agentes, seguidos por un grupo de sacerdotes llevando una cruz de madera en procesión, luego, el saludo del Pontífice y la liturgia de la palabra.
Esta cárcel romana cuenta con más de 1500 reclusos, un 35 por ciento son extranjeros.
Después de los buenos días y el deseo de una Feliz Navidad, el Papa dejó a un lado la homilía preparada para expresar que era su voluntad «abrir la Puerta de par en par» en la cárcel. «Es un hermoso gesto abrir de par en par: abrir las puertas. Pero más importante es lo que significa: es abrir el corazón. Abrir el corazón. Y eso es lo que hace la fraternidad. Los corazones cerrados, duros, no ayudan a vivir. Por eso la gracia de un Jubileo es abrir y, sobre todo, abrir los corazones a la esperanza. La esperanza no defrauda, ¡nunca!», comentó.
Francisco invitó a pensar bien en la esperanza, porque «en los malos momentos uno piensa que todo ha terminado, que nada está resuelto», pero la esperanza -repitió- nunca defrauda. «Me gusta pensar que la esperanza es como el ancla que está en la orilla y nosotros estamos ahí con la cuerda, seguros, porque nuestra esperanza es como el ancla en tierra. No pierdan la esperanza. Este es el mensaje que quiero dar a todos nosotros. A mí primero. A todos nosotros. No pierdan la esperanza«.
El Papa advirtió también que a veces esa cuerda que es la esperanza y que nos ata es difícil y nos hace daño en las manos, «pero con la cuerda -insistió – siempre con la cuerda en la mano, mirando a la orilla, el ancla que nos lleva adelante. Siempre hay algo bueno, siempre hay algo para seguir adelante«.
«Este es el mensaje que quiero dar a todos nosotros. No pierdan la esperanza», dijo el Papa.
«Cuando el corazón está cerrado se vuelve duro como una piedra; se olvida de la ternura. Pero siempre el corazón abierto; el corazón, que es precisamente lo que nos hace hermanos. Abran de par en par las puertas del corazón. Cada uno sabe cómo hacerlo. Todo el mundo sabe dónde está la puerta cerrada o medio cerrada. Todo el mundo lo sabe», añadió.
El Papa donó a la iglesia del centro penitenciario una reproducción de la Puerta Santa y un pergamino en recuerdo de esta celebración única. «En recuerdo de la visita que el Papa Francisco realizó al Complejo Penitenciario de Rebibbia durante el Jubileo Ordinario 2025 donde abrió la Puerta Santa en la Iglesia del Padre Nuestro», se podía leer.
Puedes ver aquí de forma íntegra el acto inédito del Papa Francisco.
Y la motivación: «Como signo de esperanza para recuperar la confianza en sí mismos y recobrar la estima y la solidaridad de la sociedad». El Papa terminó con una doble invitación: «Ahora no olvidemos dos cosas que debemos hacer con nuestras manos. Primero: aferrarnos a la cuerda de la esperanza, aferrarnos al ancla, a la cuerda. No soltarla nunca. Segunda: abrir los corazones. Corazones abiertos. Que el Señor nos ayude en esto. Gracias».
Y, antes de abandonar la iglesia, Francisco se despidió, deseando «un Feliz Año Nuevo a todos». «Que el próximo año sea mejor que éste. Cada año debe ser mejor«, dijo. Y saludó también a todos «los presos que se quedaron en sus celdas y que no pudieron venir», seguido por un gran y caluroso aplauso.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
More Stories
Ángelus de San Esteban: el Papa recuerda a los cristianos perseguidos que perdonan y pone un ejemplo
Fernando Paz: «La naturaleza católica del ser de España es sistemáticamente relegada en el discurso oficial y académico»
Burkina Faso: aumentan las vocaciones a pesar del terrorismo