Cuando el hombre depende de Dios, no depende del Estado. Sin embargo, una vez que se pierde la dependencia de Dios, el Estado asume los atributos de la Divinidad y, al tratarse de un ser material, aplasta hasta el último vestigio del espíritu humano
Venerable Fulton Sheen, The Worlds First Love, 1952.
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Es difícil no preguntarse por qué los gobiernos modernos suelen ser más ateos que sus pueblos (y probablemente mucho más que sus pueblos, si realmente supiéramos lo que piensan y no solo lo que dicen). ¿Por qué tienen esa animadversión a la Iglesia que apenas pueden disimular? ¿Por qué el empeño en conculcar las normas más básicas de la ley natural, en llamar bien al mal y mal al bien, en promover absurdos y perversiones cada vez más disparatadas? ¿Y por qué esa aversión a la familia que muestran?
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