30/12/2024

Por qué Trump se alejó de la causa provida: 10 estados votan aborto en noviembre y hay autocrítica

El 24 de enero de 2020, Donald Trump se convirtió en el primer presidente en ejercicio que asistía físicamente a la Marcha por la Vida de Washington, donde pronunció un discurso muy claro en defensa del no nacido como «un don sagrado y precioso de Dios».

El año anterior había hablado a través de una pantalla, a la que se añadió la participación presencial de su vicepresidente, Mike Pence.

Y, como es sabido, si la sentencia Dobbs, que cumple ahora dos años, pudo revertir la sentencia Roe vs Wade fue por los tres nombramientos de jueces del Tribunal Supremo que Trump pudo hacer durante su primer mandato. Todos eran magistrados defensores de una interpretación originalista de la Constitución, donde el derecho al aborto, sencillamente, no cabe, a pesar de las contorsiones jurídicas de la decisión que lo legalizó.

Como compañero en la carrera presidencial del 5 de noviembre, Trump eligió igualmente a una persona como J.D. Vance, no solo militantemente provida, sino con una conversión al catolicismo reciente y muy meditada y teológicamente articulada.

El hiriente cambio

Es comprensible entonces la sensación de fiasco que vive desde hace meses -pero acentuada en las últimas fechas- el movimiento provida en Estados Unidos ante el evidente giro del presidente cara a su reelección. Un hiriente mensaje en su red Truth Social el 23 de agosto hizo saltar todas las alarmas, al proclamar que su administración «será excelente para las mujeres y sus derechos reproductivos«, un eufemismo de los organismos globalistas que incluye como parte esencial el aborto. 

Al día siguiente, en la NBC, a una pregunta directa e inequívoca, Vance respondía anunciando que Trump vetaría una prohibición federal del aborto que pudiese proponer el Congreso, cuyas dos cámaras están al alcance para una mayoría republicana.

La respuesta era meramente teórica, pues dicha mayoría (que, a tenor de las encuestas, tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado sería ajustada), no estaría ni mucho menos garantizada para una prohibición de esa naturaleza. Buena parte del Partido Republicano es proabortista, y solo parece provida porque se opone al enfermizo proabortismo del Partido Demócrata, que lo defiende sin limitaciones hasta el minuto antes del parto y llegó a instalar un abortorio gratuito durante la convención que designó como candidata a Kamala Harris.

¿Mal menor o abstención?

Sin embargo, a pesar de que esa prohibición federal es casi impensable, el interés del ticket Trump-Vance por oponerse a ella lanza un desolador mensaje que ha sacudido al movimiento provida en cuanto al sentido del voto, en dos líneas diferentes (el mal menor o la abstención, si solo se votase teniendo en cuenta el aborto) sugeridas por dos de sus figuras prominentes.

Marjorie Dannenfelser, de Susan B. Anthony Pro Life America (que sigue al detalle el comportamiento de cada político sobre esta cuestión) señala que «la causa provida es mayor y más joven que Donald Trump y definirá al Partido Republicano más allá de la era Trump», por lo que ahora hay que centrarse en «lo urgente a corto plazo«, y es impedir el triunfo de la hiperabortista Harris (obsesionada como fiscal de California con encarcelar David Daleiden, el hombre que desenmascaró a Planned Parenthood) y de los candidatos demócratas al Congreso que piden un aborto sin restricciones y a término.

Sin embargo, para Lila Rose, de Live Action, el giro de Trump y Vance «está abocando a la línea del mal menor a una posición insostenible: si nada indica que ellos vayan a trabajar para convertir nuestra nación en un lugar más seguro para el niño no nacido, están haciendo imposible para los votantes provida apoyarles».

¿A qué se debe entonces el cambio del ticket republicano?

El factor Kennedy

El mismo día en el que Trump lanzaba su polémico mensaje en Truth Social, Robert F. Kennedy Jr. anunciaba en un impactante discurso que abandonaba su campaña presidencial, que inició como aspirante en las primarias demócratas y continuó como independiente (con las mejores expectativas desde Ross Perot en 1992). Y, sobre todo, que trasladaba su respaldo a Donald Trump como la mejor garantía contra el Partido Demócrata como partido de la guerra y de la corrupción institucional, y por el compromiso del candidato republicano de apoyar sus denuncias contra los intereses de las grandes farmacéuticas.

El porcentaje de votos que pueda aportar Kennedy a Trump en los estados en disputa puede ser decisivo para la victoria, porque encarna muy bien un espíritu antisistema distinto al de Trump. Y, además, el hijo y sobrino de los asesinados Bob y John F. Kennedy es claramente pro choice [que la madre elija], aun sin ser un abortista radical. Su programa incluía subvenciones a las madres en riesgo de aborto, algo bien visto por los grupos provida, pero también el aborto libre hasta la viabilidad del feto. Indudablemente, en la cuestión del aborto Kennedy está más cómodo con el ‘nuevo’ Trump. 

Ohio, punto de no retorno

Sin embargo, hay una causa más directa del cambio en el empresario neoyorquino. Trump ya venía desde hace tiempo apuntando la causa, que tiene mucho que ver con lo sucedido en Ohio el año pasado.

Ohio es un estado predictivo del triunfo nacional. En todo el siglo XX y lo que va de XXI, salvo en 1944 y 1960, quien gana el estado gana la Casa Blanca. (La clara victoria allí de Trump en 2020, por más de 8 puntos, es una más de las ‘extrañezas’ del triunfo atribuido a Joe Biden en esas elecciones.)

¿Qué pasó en Ohio en 2023? Que en agosto, una propuesta republicana de dificultar la reforma de la constitución del estado (para evitar una reforma proaborto) fue derrotada por 13 puntos, y en noviembre dicha reforma para incluir el derecho al aborto hasta el nacimiento salió victoriosa por el mismo margen.

Ohio tiene gobernador republicano y una aplastante mayoría republicana en ambas cámaras estatales, y es un estado seguro para Trump el 5 de noviembre. El mensaje quedó pues suficientemente claro para él, y empezó a lanzar advertencias veladas al movimiento provida: aprovechar la sentencia Dobbs para intentar cambiar las leyes antes de cambiar la opinión pública para que las apoye podía tener como efecto secundario reforzar el campo abortista.

Diez estados votan aborto, no solo presidente, el 5 de noviembre

El Partido Demócrata también lo vio así. Dado el pobre balance de la ejecutoria de Biden en la Casa Blanca (pérdida de liderazgo internacional -humillación en Afganistán, inversiones millonarias y fracaso en Ucrania, indefinición en Gaza-, avalancha inmigratoria, brutal incremento de la inflación), los demócratas decidieron situar el aborto como centro de la campaña.

En diez estados (Arizona, Colorado, Dakota del Sur, Florida, Maryland, Missouri, Montana, Nebraska, Nevada y Nueva York) se votarán medidas proabortistas, casi todas enmiendas constitucionales que lo consagrarían como derecho. Dos de esos estados, Arizona y Nevada, suponen 11 y 6 votos electorales, respectivamente, y son estados actualmente en disputa, según las encuestas. Y Nebraska, con mayoría segura para Trump, es uno de los dos estados, junto con Maine, que reparten el voto electoral, y en uno de sus dos distritos hay un cierto equilibrio republicano/demócrata. Nebraska aporta 5 votos, pero los 5 son decisivos en unas elecciones que serán muy ajustadas.

En ese puñado de votos que decidirán el próximo ocupante de la Casa Blanca, Trump ha tenido que optar entre los provida que podrían no votarle por suavizar su oposición al aborto, y los electores independientes moderadamente proabortistas que podrían no votarle por afianzar su posición provida.

La autocrítica desde el campo provida

Está claro qué opción ha elegido Trump y que dicha opción es moralmente es inasumible, pero ¿es suya toda la responsabilidad política?

Desde el campo provida también hay análisis autocríticos. Este lunes, Brian S. Brown, presidente de la Organización Nacional para el Matrimonio y de la Organización Internacional para la Familia, ofrecía uno de ellos en Public Discourse, con un título que parafrasea el MAGA de Trump: Make the Pro-Life Movement Great Again [Haz grande de nuevo el movimiento provida].

Brown recuerda que, antes del fiasco de Ohio, habían tenido lugar, poco después de junio de 2022, esto es, después de Dobbs, fiascos electorales provida en Kansas (estado republicano que rechazó con un 59% una enmienda constitucional provida), en Michigan, California y Vermont (triunfo de enmiendas proaborto: el primero, un estado ahora en disputa para Trump, los otros dos, claramente demócratas) y en Kentucky y Montana (dos estados republicanos que rechazaron enmiendas provida).

En una votación tras otra, señala Brown, quedaba claro lo que las encuestas señalan: «La mayoría de los votantes quieren que el aborto esté regulado [es decir, que no sea libre]. No quieren que el aborto se prohíba. Quieren que sea legal en el primer trimestre y que, después, haya excepciones en caso de violación o incesto o riesgo para la vida o salud de la madre».

En el argumentario provida estadounidense contra el aborto figuraba que éste había sido impuesto en 1973 por una voluntad judicial y política artificial contraria a la mayoría social, y que apelando al pueblo las cosas volverían al cauce del sentido común, que rechaza el horror del aborto. Pero esto, que era cierto hace cincuenta años, ya no lo es hoy. Los republicanos lo sabían, y por eso en agosto de 2023 intentaron en Ohio que el tema no pudiese votarse: fracasaron en el intento (también porque la maniobra se percibió como antidemocrática), y cuando se votó volvieron a perder.

El extremismo demócrata de aplaudir el aborto a término no cuenta con un respaldo mayoritario, pero el rechazo absoluto tampoco.

Y lo peor para el movimiento provida y para millones de niños en el vientre de su madre, y esto lo saben bien los estrategas demócratas, es que, si hay que optar entre ambas opciones (la totalmente proaborto y la totalmente provida), el votante ‘moderado’ elige la primera.

«El movimiento provida», apunta Brown, «centró sus esfuerzos principalmente en revertir Roe vs Wade, restaurar la democracia y restaurar el derecho del pueblo a decir una palabra en las cuestiones más esenciales del autogobierno. Desgraciadamente, no nos preparamos adecuadamente para lo que podía pasar si la democracia, en efecto, era restaurada».

Evitar los errores para ganar

Brown no sostiene que haya que adaptar el discurso provida a las querencias mayoritarias (como han hecho Trump y Vance), sostiene que hay que hacerlo ganador. Para esa ‘adecuada preparación’ sugiere como ejemplo los triunfos en las urnas conseguidos hace años en California, Maine y Carolina del Norte contra el matrimonio entre personas del mismo sexo.

En 2015 se repitió la historia de 1973: una decisión judicial del Tribunal Supremo –gracias a un católico acomodaticio– lo impuso contra la mayoría social (incluso Bill y Hillary Clinton y Barack Obama lo habían rechazado en su día) y ahora esa mayoría social ha cambiado.

Pero la forma de conseguir esas victorias es la misma, dice Brown.

Primero, realismo: «Hay que asumir que los votantes no apoyan prohibiciones completas del aborto, hay que convencer al votante [contra la propaganda demócrata, n.n.] de que los estados no van a hacer prohibiciones totales del aborto y hay que recordar al votante que la industria del aborto quiere acabar con toda limitación al aborto».

Segundo, hay que emplearse a fondo en la financiación de las campañas y emplear bien ese dinero: «Si quieres derrotar a la industria del aborto, tienes que invertir en su derrota».

Y tercero, «hay que poner a profesionales al frente de las campañas, que sepan dónde empieza la gente a debatir sobre el aborto. La campaña para un referéndum no es como la campaña para gobernador o una campaña presidencial. Lo he visto, he visto lo que pasa cuando no tenemos a los mejores dirigiéndonos. Perdemos. Y la vida pierde».

Brown reprocha a Trump que rechace una ley provida federal, que respalde el aborto químico y que critique las leyes del «latido fetal» que impiden el aborto después de la sexta semana. Pero también afirma que «no es difícil imaginar qué debe pensar Donald Trump de la comunidad provida, que no puede ganar en los estados una sola batalla del aborto, después que sus escogidos nombramientos de jueces revirtieran Roe vs Wade». Él hizo su parte, pero nosotros no hemos hecho la nuestra, viene a sugerir.

Quedan cien días, aún hay tiempo

«Quiero salvar niños. Quiero ganar«, dice Brown pensando en las diez votaciones sobre el aborto que también se decidirán el 5 de noviembre: «Pero estamos avanzando hacia una derrota devastadora. Pasó el momento de callar y aceptar que la gente sabe lo que hace. No es así. Es hora de contemplar nuestras derrotas con una mirada fría y abandonar implacablemente lo que hicimos mal para poder movernos hacia la victoria».

El movimiento provida actúa sobre todo por un imperativo moral que no puede sino contemplar con tristeza el giro de Trump y Vance. Son políticos y solo entienden el lenguaje de la victoria o de la derrota. Es hora, subraya Brown, de darles victorias provida para que se comprometan de verdad con la causa, y eso pasa, concluye, por «Make the pro-life movement great again!» traduciéndolo en votos.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»