Las lecturas de este domingo nos invitan a reflexionar profundamente sobre las relaciones humanas, el matrimonio, la familia y la sencillez con la que debemos acoger el amor de Dios en nuestras vidas. La primera lectura del libro del Génesis nos lleva al momento en que Dios, viendo que no es bueno que el hombre esté solo, crea a la mujer como su compañera. Este relato nos hace pensar en lo importante que es la compañía y el apoyo mutuo en nuestras vidas, no solo en el matrimonio, sino en todas nuestras relaciones cercanas. Dios crea a la mujer como ayuda y complemento para el hombre, y en esta unión se revela el diseño divino para el amor, uno que es profundo y en el que ambos se convierten en una sola carne, es decir, una sola unidad. Esto nos lleva ver lo esencial que es valorar y cuidar a quienes están a nuestro lado, reconocer que no estamos hechos para la soledad, sino para vivir en comunidad, apoyándonos mutuamente.
Todo esto se refleja en la vida familiar, como dice el salmo: el esposo que disfruta del fruto de su trabajo, la esposa que es comparada con una parra fecunda, y los hijos que crecen sanos y fuertes como olivos alrededor de la mesa. Esta imagen me hace pensar en los pequeños momentos cotidianos de felicidad en el hogar, esos que a veces damos por sentado pero que son reflejos de las bendiciones de Dios. De ahí la importancia de agradecer por lo que tenemos, por la familia, por los frutos de nuestros esfuerzo, y por las oportunidades que Dios nos da de vivir una vida plena.
En la segunda lectura, la carta a los Hebreos nos muestra a Jesús, quien se hizo uno con nosotros, compartiendo nuestra humanidad hasta el punto de sufrir y morir por nosotros. Esto me conmueve profundamente, porque me hace ver que el amor de Dios es tan grande que no escatima nada para acercarse a mí. Jesús, siendo perfecto, aceptó la cruz para abrirme las puertas de la salvación. En mi vida cotidiana, esto me invita a un amor más profundo y generoso con quienes me rodean, especialmente en mi familia. Me desafía a ser más paciente, más comprensivo, a darme sin reservas por el bien de los demás, sabiendo que ese es el camino que Jesús nos mostró.
Finalmente, el evangelio de Marcos aborda un tema muy delicado: el divorcio. Jesús nos recuerda que el matrimonio no es una simple decisión humana, sino una unión sagrada diseñada por Dios desde el principio. Lo que Dios ha unido, dice Jesús, que no lo separe el hombre, poniendo en el centro la fidelidad y el compromiso en el matrimonio y en cualquier relación de amor. Hoy en día, muchas veces se ve el matrimonio como algo temporal, pero Dios nos llama a un amor duradero, a trabajar en nuestras relaciones con paciencia y dedicación, a buscar la unidad y no la separación, incluso cuando surgen dificultades.
Cuando Jesús abraza a los niños y dice que el reino de Dios es de aquellos que lo reciben con un corazón como el de ello, diciéndonos la sencillez y la confianza que necesitamos para acercarnos a Dios. A veces, nos complicamos demasiado con dudas y preocupaciones, pero este pasaje nos recuerda que estamos llamados a ser más como un niño: confiado, sencillo y abierto al amor de Dios. Jesús me invita a recibir el reino con esa misma inocencia y pureza, sabiendo que Él me acoge con sus brazos abiertos, como lo hizo con esos niños.
Hoy se habla de la importancia de las relaciones en mi vida, del compromiso en el amor, y de la necesidad de confiar plenamente en Dios, con un corazón abierto y sencillo. Dios me invita hoy a valorar lo que tengo, a trabajar por la unidad en mis relaciones, y a acercarme a Él con la confianza de un niño.
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