El primer gran acto de oración en estos Juegos Olímpicos de París se dio el jueves 25, víspera de la inauguración, en la basílica catedral de San Denís (San Dionisio), donde descansan los restos del santo mártir, que fue el primer obispo de París en el siglo III, junto con reyes de Francia.
La diócesis actuó como anfitriona de los atletas y acompañantes que quisieran recibir una bendición (y una Medalla Milagrosa, y una estampita) junto a la tumba del mártir. Fue un acto de algo más de una hora de duración, con mucha música alegre, coreografías sencillas con niños de la parroquia de la basílica vestidos de deportistas y un papel importante de la Palabra de Dios, compartida por católicos, ortodoxos y protestantes.
En la procesión de entrada participaron jóvenes, clérigos y religiosas, también de otras denominaciones, que durante meses han estado implicados en las actividades de acogida y fe de la campaña Holy Games . Estos meses, cristianos de distintas tradiciones han colaborado en actos culturales, deportivos, solidarios y de anuncio de kerygma por toda Francia.
Presidieron el acto Emmanuel Gobillard, obispo de Digne desde 2022 y delegado vaticano para los Juegos Olímpicos y Philippe Marsset, obispo auxiliar de París, impulsor de Holy Games desde 2020.
Atletas que vivirán éxitos o decepciones
«¿Cómo no pensar en estos miles de jóvenes deportistas que han dedicado años para estos momentos y que experimentarán alegría o tristeza en poco tiempo? Muchos son creyentes, a veces sorprenden con la señal de la cruz o sus dedos levantados al cielo al empezar sus pruebas. La fe le da sentido a lo que están experimentando, a las pruebas que pasan», fueron las palabras de inicio.
Se recordó también que en estos juegos hay 36 atletas que compiten con la bandera del Comité Olímpico Internacional, porque son refugiados y huyen de un país donde se les perseguiría.
Un cántico recordó la entrada de David victorioso en Jerusalén, prefiguración de la de Cristo, y de quien gana la buena lucha y la buena carrera. «Caminemos juntos, el enemigo tiembla, Dios está con nosotros, expulsemos la oscuridad, abramos las puertas al rey de la Gloria», cantó el coro Saint-Luc.
Después, en español, cantaron el famoso y alegre «Si tuvieras fe como un granito de mostaza«.
Al inicio, recordó el padre Jason, uno de los impulsores del encuentro, que el velocista jamaicano Usain Bolt logró sus éxitos olímpicos llevando una medalla de la Virgen Milagrosa, que luego se repartirían a quien las quisiera.
(Hay más casos de atletas ganadores con la Medalla Milagrosa, como Hidilyn Díaz, medallista filipina, levantadora de pesos en Tokio).
El amor vale más que las medallas
Se proclamó la Carta de San Pablo a los Corintios: «Buscad con ardor los carismas más grandes, y te muestro el camino más excelente». El Himno al Amor, o la Caridad, retumbo: y muchos lo adaptaban al mundo deportivo: «aunque tuviera medallas y premios y fuera el más rápido o el más fuerte, si no tengo amor, no soy nada».
Tras la primera media hora de celebración, se invitó a los atletas a bajar en procesión a la cripta y tumba de San Dionisio, en esta iglesia que se considera la primera iglesia del gótico.
Allí el obispo repartió las Medallas «no de bronce, oro, plata, sino de la Rue du Bac, que llamamos la Medalla Milagrosa, con la efigie de la Virgen María, madre de Jesús, que ora con ellos y por ellos [los atletas] y por nosotros».
También recibieron los atletas una vela encendida en el cirio pascual. Se entregó una vela así a los monjes y religiosas en el encuentro, para orar por los atletas y sus equipos llegados a la ciudad, y también por los paralímpicos. Después, reunidos todos, con religiosos y religiosas apoyando su mano en atletas y acompañantes, todo el mundo rezó unido el Padrenuestro, cada uno en su propio idioma.
En su bendición final, el obispo Gobillard animó al espíritu de equipo y recordó las palabras de San Pablo para todos esos atletas fuertes y sanos: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte, porque el poder de Cristo habita en mí».
Hubo una última oración del Avemaría ante la imagen mariana que, detallaron, es del siglo XII.
Se invitó a otro acto de oración especial: el 8 de septiembre, en la iglesia de Saint-Ouen le Vieux, la misa de clausura de los Juegos Paralímpicos.
En el vídeo de la KTO (en francés), el acto completo de acogida y bendición a los atletas en la basílica de San Denís:
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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