13/11/2024

¿Qué es la Liturgia de las Horas? ¿Quién puede rezarla? ¿Cuál es su origen? ¿Cuántas Horas hay?

La Liturgia de las Horas es un pilar fundamental de la vida de la Iglesia, pues gracias a ella millones de católicos rezan durante toda la jornada en acción de gracias o también de súplica. Organizada en cinco Horas, el Oficio Divino permite santificar el día mediante la oración.

Índice para conocer la Liturgia de las Horas

¿Qué es la Liturgia de las Horas?

¿Cuál es el origen de la Liturgia de las Horas?

¿Tienen obligación los sacerdotes de recitar la Liturgia de las Horas?

¿Pueden los laicos rezar la Liturgia de las Horas?

¿Cuántas Horas conforman el Oficio Divino?

¿Cuáles son las Horas más fuertes del Oficio Divino?

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¿Qué es la Liturgia de las Horas?

La Liturgia de las Horas es conocida también como Oficio Divino o la obra de Dios (opus Dei). Consiste en la oración diaria de la Iglesia, que marca las horas de cada día y santifica el día con oración. Cada una de las cinco horas canónicas incluye selecciones de los Salmos que culminan en una proclamación de la Escritura. Las dos horas más importantes son la Oración de la Mañana y la Oración de la Tarde (Laudes y Vísperas). Cada una de ellas incluye un cántico del Evangelio: el Cántico de Zacarías, conocido como Benedictus, y el cántico de María, conocido como Magnificat, para la tarde. 

¿Cuál es el origen de la Liturgia de las Horas?

El origen de dividir el día en distintas horas de oración le viene directamente a los cristianos de su herencia judía. Tradicionalmente el pueblo judío rezaba en estos intervalos fijos a lo largo de la jornada. Así aparece con el rey David o también con el profeta Daniel. De este modo, el pueblo judío inició una tradición de rezar tres veces al día: mañana, tarde y noche. Esto creció hasta desarrollar un programa de oraciones de salmos en particular, ya que expresaban los múltiples deseos del corazón humano. Jesús, que nació y creció como judío, rezaba los salmos y los primeros cristianos, que eran conversos del judaísmo, mantuvieron esta tradición, lo que provocó que fuera transmitiéndose con el crecimiento de la Iglesia.

Ya durante la Edad Media el Oficio Divino se organizó partiendo principalmente de los monasterios benedictinos. En su regla, San Benito recomienda insistentemente a sus monjes que durante sus viajes no dejen pasar las horas de la oración. Debían rezar cada semana el salterio íntegro (los 150 salmos). Para rezar algunas horas, las «horas menores», no era obligación acudir a la iglesia, sino que, al escuchar la trompeta o campana, los monjes, interrumpiendo sus ocupaciones se ponían a orar en el lugar que se encontraban (como hacen los musulmanes). Para las «horas mayores», (maitines, laudes, vísperas), toda la comunidad se reunía en la iglesia.

A partir del siglo XII, por la influencia de los frailes menores (franciscanos), que viajaban con frecuencia, se promulgó un libro abreviado (breviario) ya que era imposible llevar los numerosos volúmenes que se requieren en el monasterio. La actual forma del Oficio Divino fue promulgada por el san Pablo VI en 1970 en la constitución apostólica Laudis Canticum.

 

¿Tienen obligación los sacerdotes de recitar la Liturgia de las Horas?

Según explica la Santa Sede a través de la Congregación para el Clero, los ordenados tienen la obligación moral de rezar la Liturgia de las Horas. “Quienes han sido ordenados están obligados moralmente, en virtud de la misma ordenación recibida, a la celebración o recitación íntegra y cotidiana del Oficio Divino tal y como está canónicamente establecido en el canon 276, § 2, n. 3 del CIC, citado anteriormente. Esta recitación no tiene por ello la índole de una devoción privada, o de un piadoso ejercicio realizado por la sola propia voluntad del clérigo, sino que es un acto proprio del sagrado ministerio y oficio pastoral”, afirma el documento.

Sin embargo, este documento también hace una serie de especificaciones: “Un motivo grave, sea de salud, o de servicio pastoral del ministerio, o del ejercicio de la caridad, o de cansancio, no una simple incomodidad, puede excusar la recitación parcial e incluso total del Oficio Divino, según el principio general que establece que una ley meramente eclesiástica no obliga con grave incomodidad”. Por otro lado, también agrega una seria advertencia a los ordenados que “la omisión total o parcial del Oficio por sola pereza o por realizar actividades de esparcimiento no necesarias, no es lícita, más aun, constituye un menosprecio, según la gravedad de la materia, del oficio ministerial y de la ley positiva de la Iglesia”.

¿Pueden los laicos rezar la Liturgia de las Horas?

Una creencia bastante extendida asegura que la Liturgia de las Horas es únicamente una oración destinada a los sacerdotes, religiosos, religiosas y personas consagradas. Pero no es así. De hecho, uno de los capítulos de la Constitución Conciliar sobre la Liturgia, Sacrosanctum Concilium, del Concilio Vaticano II reflexiona sobre este tema, afirmando: “Procuren los pastores de almas que las Horas principales, especialmente las Vísperas, se celebren comunitariamente en la Iglesia los domingos y fiestas más solemnes. Se recomienda, asimismo, que los laicos recen el Oficio divino o con los sacerdotes o reunidos entre sí e inclusive en particular”.

¿Cuántas Horas conforman el Oficio Divino?

En total son cinco las Horas del Oficio Divino: el Oficio de lectura, Laudes, Las cinco Horas del Oficio Divino son:

Oficio de lectura

«El Oficio de lectura se orienta a ofrecer al pueblo de Dios, y principalmente a quienes se han entregado al Señor con una consagración especial, una más abundante meditación de la palabra de Dios y de las mejores páginas de los autores espirituales. Pues si bien es verdad que en la misa de cada día se lee ahora una más rica serie de lecturas bíblicas, no puede negarse que el tesoro de la revelación y de la tradición contenido en el Oficio de lectura es un gran provecho espiritual» (Principios y Normas Generales de la Liturgia de las Horas, n. 55).

Oración de la Mañana: Laudes

«Las Laudes matutinas están dirigidas y ordenadas a santificar la mañana, como salta a la vista en muchos de sus elementos. San Basilio expresa muy bien este carácter matinal con las siguientes palabras: ‘Al comenzar el día, oremos para que los primeros impulsos de la mente y del corazón sean para Dios, y no nos preocupemos de cosa alguna antes de habernos llenado de gozo con el pensamiento de Dios, según está escrito: «Me acordé del Señor y me llené de gozo» (Sal 77 [76], 4), ni empleemos nuestro cuerpo en el trabajo antes de poner por obra lo que fue dicho: «A ti te suplico, Señor, por la mañana escucharás mi voz, por la mañana te expongo mi causa y me quedo aguardando»‘ (Sal 5, 4-5; S. Basilio el Grande, Regulæ fusius tractatæ, resp. 37, 3: PG 31, 1014).

«Esta Hora, que se celebra con la primera luz del día, trae, además, a la memoria el recuerdo de la resurrección del Señor Jesús, que es la luz verdadera que ilumina a todos los hombres (cf. Jn 1, 9) y ‘el sol de justicia’ (Mal 3, 20), ‘que nace de lo alto’ (Lc 1, 78). Así se comprende bien la advertencia de san Cipriano: ‘Se hará oración por la mañana para celebrar la resurrección del Señor con la oración matutina’ (S. Cipriano, De oratione dominica, 35: PL 4, 1015)» (Principios y Normas Generales de la Liturgia de las Horas, n. 38).

Oración del Día: Tercia, Sexta, Nona: se puede hacer a media mañana, mediodía, o media tarde.

«Conforme a una tradición muy antigua de la Iglesia, los cristianos acostumbraron a orar por devoción privada en determinados momentos del día, incluso en medio del trabajo, a imitación de la Iglesia apostólica; esta tradición, andando el tiempo, cristalizó de diversas maneras en celebraciones litúrgicas. Tanto en Oriente como en Occidente se ha mantenido la costumbre litúrgica de rezar Tercia, Sexta y Nona, principalmente porque se unía a estas Horas el recuerdo de los acontecimientos de la pasión del Señor y de la primera propagación del Evangelio» (PNGLH, nn. 74-75).

Oración de la Tarde: Vísperas

«Se celebran las Vísperas por la tarde, cuando atardece y el día va de caída, ‘en acción de gracias por cuanto se nos ha otorgado en la jornada y por cuanto hemos logrado realizar con acierto’ (S. Basilio el Grande, Regulæ fusius tractatæ, resp. 37, 3: PG 31, 1015).

También hacemos memoria de la rendición por medio de la oración que elevamos ‘como el incienso en presencia del Señor’, y en la cual ‘el alzar de nuestras manos’ es ‘como ofrenda de la tarde’ (cf. Sal 141 [140], 2). Lo cual ‘puede aplicarse también con mayor sentido sagrado a aquella verdadera ofrenda de la tarde que el divino Redentor instituyó precisamente en la tarde en santos misterios de la Iglesia, y que ofreció al Padre en la tarde del día siguiente, que representa la cumbre de los siglos, alzando sus manos por la salvación del mundo’ (Casiano, De institutione cœnobiorum, lib. 3, cap. 3: PL 49, 124. 125). Y para orientarnos con la esperanza hacia la luz que no conoce ocaso, ‘oramos y suplicamos para que la luz retorne siempre a nosotros, pedimos que venga Cristo a otorgarnos el don de la luz eterna’ (S. Cipriano, De oratione dominica, 35: PL 4, 560). Precisamente en esta Hora concuerdan nuestras voces con las de las Iglesias orientales, al invocar a la ‘luz gozosa de la santa gloria del eterno Padre, Jesucristo bendito; llegados a la puesta del sol, viendo la luz encendida en la tarde, cantamos a Dios Padre, Hijo, y Espíritu Santo…'» (PNGLH, n. 39).

Oración de la Noche: Completas

«Las Completas son la última oración del día, que se ha de hacer antes del descanso nocturno, aunque haya pasado ya la media noche» (PNGLH, n. 84). Los salmos elegidos para la oración de la Noche son de plena confianza en el Señor.

¿Cuáles son las Horas más fuertes del Oficio Divino?

Las dos “horas” principales son los Laudes, la oración de la mañana, y las Vísperas, la oración del atardecer. Sobre ellas gira toda la Liturgia de las Horas. Laudes y Vísperas, en lo que se refiere a la estructura de la celebración, son muy similares. Tal y como explica de manera muy didáctica, Ramón Navarro Gómez,
Delegado Episcopal de Liturgia de la Diócesis de Cartagena, ambas comienzan con un verso introductorio –»Dios mío, ven en mi auxilio», su respuesta correspondiente, el «Gloria al Padre» y su respuesta–. Se hace entonces un himno, que de forma poética y también ‘popular’, nos introduce en la celebración, tal y como ocurre en la misa con el canto de entrada.

Los salmos en Laudes son tres. En Laudes tiene mucha importancia el simbolismo de la mañana: la luz que nace. Los Laudes están orientados a la santificación de la mañana,  consagrando el día que empieza a Cristo. Esa luz que nace en la mañana es cantada siempre por el primer salmo de Laudes. El segundo salmo no está tomado del libro de los Salmos, sino que es uno de los numerosos cánticos del Antiguo Testamento: piezas en forma de salmo dispersas por los otros libros sagrados, que se insertan aquí en Laudes para ayudarnos en la oración. El tercer salmo, por otra parte, es siempre un salmo de alabanza. Junto con los salmos, los Laudes ofrecen una brevísima proclamación de la Palabra.

Acabada esa proclamación se hace un cántico: el Benedictus. Es un cántico tomado del Evangelio. El Benedictus, cántico de Zacarías, padre de Juan Bautista, canta la venida del Mesías, como bendición de Dios, «sol que nace de lo alto», por lo que su proclamación en Laudes refuerza el sentido matutino simbólico de la oración. Las preces servirán para consagrar a Dios el día que comienza y el trabajo que vamos a realizar en él. El Padrenuestro y la oración conclusiva cerrarán una oración que, sencilla en su estructura, es enormemente densa y ciertamente provechosa para quien la reza.

Por su parte, las Vísperas constituyen la oración de la tarde, o, más propiamente, del atardecer, cuando ya declina el día. La celebración vespertina del Oficio Divino tiene un sentido ante todo de acción de gracias a Dios. Si los Laudes suponían una ofrenda a Dios del día que comenzaba y trabajo que íbamos a realizar en él, las Vísperas se elevan a Dios en acción de gracias por todos los dones que el Señor nos ha concedido a lo largo del día, sabiendo que lo que hemos podido realizar lo hemos hecho con su ayuda. Las Vísperas, por su parte, hacen memoria de la Redención: el sacrificio de Cristo en la cruz ha supuesto para nosotros el perdón de los pecados y la participación en la misma viva de Dios, que nos ha hecho hijos en el Hijo. Esta memoria de la redención se hace en las Vísperas mediante la oración.

Respecto a la estructura de la celebración, es muy similar a Laudes, con la salvedad de que lo que en Laudes está tomado del Antiguo Testamento en Vísperas está tomado del Nuevo, como queriendo expresar el cumplimiento del designio amoroso de Dios en Jesucristo. Los dos primeros salmos son apropiados para esa acción de gracias que es lo fundamental en Vísperas. Puede ser también un salmo dividido en dos. El cántico ocupa el tercer lugar en la salmodia, y está tomado de las cartas del Nuevo Testamento. El cántico evangélico es el Magnificat, donde la Virgen María expresa esa acción gracias por la obra de Dios.

 

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»