Juan de Antioquía, conocido ahora universalmente como San Juan Crisóstomo, nació en Antioquía (actual Siria), la segunda ciudad más importante del Imperio Romano de Oriente, entre los años 347 y 349 y murió el 14 de septiembre de 407. Fue patriarca de Constantinopla y es considerado como uno de los cuatro grandes Padres de la Iglesia del Oriente, así como el más grande predicador del cristianismo. Es el único de los grandes Padres orientales que procede de la Escuela de Antioquía. Además, en la Iglesia Católica es también doctor de la Iglesia y se celebra su fiesta el 13 de septiembre.
Índice para conocer en profundidad a San Juan Crisóstomo.
¿Quién fue San Juan Crisóstomo?
¿Por qué es padre y doctor de la Iglesia?
¿Por qué llamaban a San Juan Crisóstomo “piquito de oro”?
¿Qué obras y tratados dejó San Juan Crisóstomo?
¿Fue San Juan Crisóstomo precursor de la doctrina social de la Iglesia?
¿Qué obras y tratados dejó San Juan Crisóstomo?
¿Dónde se encuentran los restos de San Juan Crisóstomo?
Citas de San Juan Crisóstomo.
Oración a San Juan Crisóstomo
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¿Quién fue San Juan Crisóstomo?
Nacido entre el 347 y el 249 en Antioquía, fue educado por su madre, Santa Antusa, y desde pequeño llevó una vida monástica en su propia casa, lo cual marcaría su devenir posterior. De hecho, tras fallecer su madre se retiró al desierto donde estuvo alrededor de seis años, los dos últimos en un retiro solitario en una cueva.
Más tarde fue llamado de vuelta a Antioquía y ordenado diácono. Se preparó durante varios para el sacerdocio hasta que finalmente fue ordenado por el obispo Fabián. Fue entonces cuando empezó a destacar en la faceta por la que es hoy más conocido, por su predicación, su oratoria y su vasta cultura. De hecho, se le ha apodado como “Crisóstomo”, es decir, “piquito de oro”, por su elocuencia al hablar y por aportar algo muy novedoso, adecuar la Palabra de Dios a los problemas y situaciones concretas de los fieles.
En el 398 San Juan Crisóstomo fue llamado a suceder al patriarca Netario en la cátedra de Constantinopla. Tal y como explica el padre Ángel Amo, en la capital del imperio de Oriente “emprendió inmediatamente una actividad pastoral y organizativa que suscitó a partes iguales admiración y perplejidad: evangelización en los campos, fundación de hospitales, procesiones antiarrianas bajo la protección de la policía imperial, sermones encendidos en los que reprochaba los vicios y las tibiezas, severas exhortaciones a los monjes perezosos y a los eclesiásticos demasiado amantes de la riqueza. Los sermones de Juan duraban más de dos horas, pero el docto patriarca sabía usar con gran pericia todos los recursos de la oratoria, no para halagar el oído de sus oyentes, sino para instruir, corregir, reprochar”.
Su valentía al hablar y denunciar todo mal le granjeó problemas en los círculos de poder, especialmente en la corte bizantina. Fue depuesto ilegalmente por un grupo de obispos dirigidos por Teófilo, obispo de Alejandría, y desterrado con la complicidad de la emperatriz Eudosia. Pero inmediatamente fue llamado por el emperador Arcadio, porque habían sucedido varias desgracias en palacio. Pero dos meses después era nuevamente desterrado, primero a la frontera de Armenia, y después más lejos a orillas del Mar Negro. Durante este último viaje, el 14 de septiembre del 407, murió. Del sepulcro de Comana, el hijo de Arcadio, Teodosio el Joven, hizo llevar los restos del santo a Constantinopla, a donde llegaron en la noche del 27 de enero del 438 entre una muchedumbre jubilosa.
¿Por qué es padre y doctor de la Iglesia?
San Juan Crisóstomo es considerado como uno de los cuatro grandes Padres de la Iglesia del Oriente. La Iglesia ortodoxa griega lo valora como uno de los más grandes teólogos y uno de los tres pilares de esa Iglesia. Es el único de los grandes Padres orientales que procede de la Escuela de Antioquía. Aunque menos conocido en Occidente, su figura es enorme en la Iglesia Católica, hasta el punto de que san Pío V lo declaró doctor de la Iglesia en 1568. Los Padres de la Iglesia son aquellos aquellos santos que con la fuerza de la fe y la profundidad y riqueza de sus enseñanzas, la engendraron y formaron en el transcurso de los primeros siglos. Son por tanto los principales escritores cristianos de los primeros siglos, cuyas obras forman la base de la doctrina de la Iglesia. Y Juan Crisóstomo es uno de sus grandes exponentes.
De él decía Benedicto XVI: “No fue un teólogo especulativo. Sin embargo, transmitió la doctrina tradicional y segura de la Iglesia en una época de controversias teológicas suscitadas sobre todo por el arrianismo, es decir, por la negación de la divinidad de Cristo. Por tanto, es un testigo fiable del desarrollo dogmático alcanzado por la Iglesia en los siglos IV y V. Su teología es exquisitamente pastoral; en ella es constante la preocupación de la coherencia entre el pensamiento expresado por la palabra y la vivencia existencial. Este es, en particular, el hilo conductor de las espléndidas catequesis con las que preparaba a los catecúmenos para recibir el bautismo. Poco antes de su muerte, escribió que el valor del hombre está en el «conocimiento exacto de la verdadera doctrina y en la rectitud de la vida» (Carta desde el destierro). Las dos cosas, conocimiento de la verdad y rectitud de vida, van juntas: el conocimiento debe traducirse en vida. Todas sus intervenciones se orientaron siempre a desarrollar en los fieles el ejercicio de la inteligencia, de la verdadera razón, para comprender y poner en práctica las exigencias morales y espirituales de la fe”.
¿Por qué llamaban a San Juan Crisóstomo “piquito de oro”?
Juan de Antioquía es el patrono de los predicadores. Se dice de él que no ha habido un orador en la historia de la Iglesia mejor que él. Fue apodado tras su muerte “Crisóstomo”, que se traduce del griego como “pico de oro”, debido a esta gran elocuencia que mostraba al hablar y en la predicación. Su fama como predicador comenzó al poco de regresar a Antioquía y ser ordenado sacerdote. Entonces el obispo Flaviano le pidió que le reemplazara en la predicación. Rápidamente comenzó a deslumbrar a la numerosa comunidad cristiana de la ciudad. Empezó a predicar cada domingo, luego cada día y más tarde varias veces al día. Los templos se llenaban y en ocasiones sus sermones duraban dos horas, sin que nadie se moviese del sitio. Pues además consiguió aterrizar la Escritura a la vida de las personas y a las situaciones cotidianas, sin necesidad de usar alegorías. Y lo mismo ocurría una vez que fue elegido obispo y después patriarca en Constantinopla, ciudad a la que fue llevado con escolta y en principio contra su voluntad. Allí siguió con su predicación de una recta doctrina, denunciando el abuso de los poderosos y de todo aquello que atentaba contra las costumbres de la Iglesia, lo que le granjeó fuertes enemigos tanto fuera como dentro de la Iglesia. Pese a todo, siempre fue valiente y no calló ante las injusticias o los actos que desgradaban a Dios.
¿Qué obras y tratados dejó San Juan Crisóstomo?
San Juan Crisóstomo ha sido uno de los Padres de la Iglesia más prolíficos. De él nos han llegado 17 tratados, más de 700 homilías auténticas, los comentarios a san Mateo y a san Pablo (cartas a los Romanos, a los Corintios, a los Efesios y a los Hebreos) y 241 cartas.
¿Fue San Juan Crisóstomo precursor de la doctrina social de la Iglesia?
En Constantinopla, capital del imperio romano de Oriente, San Juan Crisóstomo propuso, al comentar los Hechos de los Apóstoles, el modelo de la Iglesia primitiva como modelo para la sociedad, desarrollando una especia de ciudad ideal social. Quería -según explicaba Benedicto XVI en una catequesis- “dar un alma y un rostro cristianos a la sociedad”, pues había comprendido que “no basta con dar limosna o ayudar a los pobres de vez en cuando, sino que es necesario crear una nueva estructura, un nuevo modelo de sociedad; un modelo basado en la perspectiva del Nuevo Testamento. Es la nueva sociedad que se revela en la Iglesia naciente”.
Por ello, el Papa alemán consideraba que san Juan Crisóstomo “es uno de los grandes padres de la doctrina social de la Iglesia: la vieja idea de la polis griega se debe sustituir por una nueva idea de ciudad inspirada en la fe cristiana”. De este modo, añadía que San Juan Crisóstomo defendía, como san Pablo, el primado de cada cristiano, de la persona en cuanto tal, incluso del esclavo y del pobre. Su proyecto corrige así la tradicional visión griega de la polis, de la ciudad, en la que amplios sectores de la población quedaban excluidos de los derechos de ciudadanía, mientras que en la ciudad cristiana todos son hermanos y hermanas con los mismos derechos.
¿Qué novedades trajo San Juan Crisóstomo en sus actuaciones pastorales?
Benedicto XVI, en una catequesis de 2007 explicaba que “por su solicitud en favor de los pobres, San Juan fue llamado también ‘el limosnero’. Como administrador atento logró crear instituciones caritativas muy apreciadas. Su espíritu emprendedor en los diferentes campos hizo que algunos lo vieran como un peligroso rival. Sin embargo, como verdadero pastor, trató a todos de manera cordial y paterna. En particular, evidenció un profundo respeto a la mujer y dedicaba una atención especial al matrimonio y a la familia. Invitaba a los fieles a participar en la vida litúrgica, que hizo espléndida y atractiva con creatividad genial”.
¿Dónde se encuentran los restos de San Juan Crisóstomo?
Actualmente los restos de San Juan Crisóstomo se encuentran en la basílica de San Pedro del Vaticano, pese a haber sido patriarca de Constantinopla. Sin embargo, en el siglo XIII sus restos fueron trasladados de Oriente hacia Occidente, concretamente a Roma.
Según explica la Santa Sede, San Juan Crisóstomo murió en el destierro el 14 de septiembre del año 407 y fue sepultado junto a san Basilio mártir, en la homónima capilla de Bizeri, junto a Comana Póntica, en la actual Turquía. Las reliquias del santo fueron trasladadas a Constantinopla por voluntad del emperador Teodosio, a petición del Patriarca Proclo. El 27 de enero del año 438 los restos mortales fueron colocados solemnemente en la iglesia bizantina de los Santos Apóstoles. Posteriormente, en tiempos del imperio latino de Constantinopla (1204-1258), las reliquias fueron llevadas a Roma y depositadas en la antigua basílica vaticana, en la sala situada entre las dos «capillas redondas» de santa Petronila y de san Andrés, dentro de un altar coronado por un ciborio con cuatro columnas de pórfido. Con la construcción de la nueva basílica fueron trasladadas, en 1567, a la capilla circular de San Andrés y colocadas en la capilla de los santos Lamberto y Servacio, que se denominaba «de las reliquias» por las abundantes e importantes reliquias de santos allí conservadas. El Papa Urbano VIII (1623-1644), considerando demasiado humilde y escondido este lugar para un doctor de la Iglesia tan importante, decretó que las preciosas reliquias se pasaran a uno de los lugares más espléndidos de la basílica, el coro de los canónigos, recién acabado.
Citas de San Juan Crisóstomo.
– “La ociosidad mata el cuerpo, la indiferencia mata el alma, sin embargo el ejercicio de las virtudes embellece a ambos”.
-“La mosca que se posa sobre la miel no puede volar; el alma que está atrapada en el gusto del placer se siente impedida en su libertad y contemplación”.
-«Habiendo Dios dotado a los demás animales de la velocidad en la carrera, o la rapidez en el vuelo, o de uñas, o de dientes, o de cuernos, sólo al hombre lo dispuso de tal forma que su fortaleza no podía ser otra que la del mismo Dios: y esto lo hizo para que, obligado por la necesidad de su flaqueza, pida siempre a Dios cuanto pueda necesitar»
– «La necesidad nos obliga a rogar por nosotros mismos, y la caridad fraterna a pedir por los demás. Es más aceptable a Dios la oración recomendada por la caridad que la que es impulsada por la necesidad».
-«Si no logras encontrar a Cristo en el mendigo a las puertas de la iglesia, no Le encontrarás en el cáliz».
-«No importa lo justas que puedan ser tus palabras, lo arruinas todo si hablas con ira».
«No sientas vergüenza de entrar de nuevo en la Iglesia. Avergüénzate cuando pecas. No te avergüences cuando te arrepientas. Pon atención en lo que te hizo el diablo. Son dos cosas distintas: pecado y contrición. El pecado es una herida; la contrición es una medicina. Al igual que existen para el cuerpo heridas y medicinas, también para el alma existen el pecado y la contrición. Sin embargo, el pecado trae vergüenza y el arrepentimiento aporta valor».
-¿Has pecado? Ven a la Iglesia y dile a Dios: ‘He pecado’. No te pido otra cosa, más que esto, sólo esto. Lo dice, pues, la Sagrada Escritura: ‘Manifiesta tú primero tus culpas, para justificarte’; confiesa el pecado que has cometido, para liberarte.
En esto no hay fatiga, no hay necesidad de usar giros especiales, ni exige esfuerzo pecuniario ni de otro género. Pronuncia la palabra que evidencia tus rectos sentimientos sobre las culpas cometidas, dilo claramente: ‘He pecado'»
-“No te alejes de la Iglesia: nada es más fuerte que ella. Ella es tu esperanza, tu refugio. Ella es más alta que el cielo y más ancha que la tierra. Ella nunca envejece”.
– “El hombre más poderoso es el que ora, porque participa del poder de Dios”.
-“Todo nos parece difícil porque no acudimos a Dios como deberíamos y no siempre lo tenemos presente en nuestros pensamientos”.
– “Dios se toma el tiempo para respondernos, no para rechazar nuestras oraciones, sino para hacernos más fervientes y atraernos hacia Él”.
Oración a San Juan Crisóstomo
Oh Dios, fortaleza de los que en tí esperan,
que has hecho brillar al obispo San Juan Crisóstomo por su admirable elocuencia y su fortaleza en la tribulación,
te pedimos que, instruidos por sus enseñanzas, nos fortalezca el ejemplo de su invencible paciencia.
Por nuestro Señor Jesucristo, Tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos.
Amén.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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