De Santo Tomás de Aquino (1225-1274) se ha dicho que ha sido el más santo de entre los sabios, y el más sabio de entre los santos. Y es que si algo destaca de este santo dominico cuya festividad se celebra el 28 de enero han sido las aportaciones que ha dejado para la historia, especialmente cómo fe y razón son completamente compatibles y armónicas entre sí. Este santo, que es Doctor de la Iglesia y también «Doctor Angélico» ha sido el gran exponente de la escolástica. Fue un ciclón espiritual que sacudió la Edad Media y cuya influencia tanto en la Iglesia como en todos los ámbitos ha llegado a nuestros días. Por ello, es también el patrono de las universidades y de los colegios católicos.
Todo lo que debes saber sobre uno de los santos más sabios de la historia
¿Quién es Santo Tomás de Aquino?
¿Qué aportó Santo Tomás de Aquino al debate entre fe y razón?
¿Por qué a Santo Tomás de Aquino le llamaban el “buey mudo”?
¿Por qué Santo Tomás tiene el título de Doctor Angélico?
¿Qué son las cinco vías de santo Tomás?
¿Cuáles son las grandes obras que escribió Santo Tomás de Aquino?
Oración de Santo Tomás de Aquino
***
¿Quién es Santo Tomás de Aquino?
Santo Tomás nació Nace en Roccasseca, en la región del Lacio (Italia) en 1225 en una familia adinerada e influyente. Con tan sólo cinco años fue llevado con los monjes de Montecassino para recibir una buena educación. Ahí se despertaría ese anhelo por conocer la verdad que le acompañaría toda la vida. Con 14 años Tomás fue a Nápoles, donde tuvo dos encuentros que marcarían el resto de su vida: conoció la obra de Aristóteles y también la Orden de Predicadores, a la que se uniría para ser fraile dominico. Con 20 años, en 1245, llegó a París vistiendo el hábito dominico donde será discípulo de San Alberto Magno. Éste lo llevó consigo a Colonia a un nuevo Studium Generalis donde Tomás de Aquino completó sus estudios de Teología, se ordenó sacerdote, y se inicio como bachiller en la enseñanza.
En una audiencia pública, Benedicto XVI profundizó sobre este santo, del que destacó: “Tomás de Aquino, siguiendo la escuela de Alberto Magno, llevó a cabo una operación de fundamental importancia para la historia de la filosofía y de la teología; yo diría para la historia de la cultura: estudió a fondo a Aristóteles y a sus intérpretes, consiguiendo nuevas traducciones latinas de los textos originales en griego. Así ya no se apoyaba únicamente en los comentaristas árabes, sino que podía leer personalmente los textos originales; y comentó gran parte de las obras aristotélicas, distinguiendo en ellas lo que era válido de lo que era dudoso o de lo que se debía rechazar completamente, mostrando la consonancia con los datos de la Revelación cristiana y utilizando amplia y agudamente el pensamiento aristotélico en la exposición de los escritos teológicos que compuso. En definitiva, Tomás de Aquino mostró que entre fe cristiana y razón subsiste una armonía natural. Esta fue la gran obra de santo Tomás, que en ese momento de enfrentamiento entre dos culturas —un momento en que parecía que la fe debía rendirse ante la razón— mostró que van juntas, que lo que parecía razón incompatible con la fe no era razón, y que lo que se presentaba como fe no era fe, pues se oponía a la verdadera racionalidad; así, creó una nueva síntesis, que ha formado la cultura de los siglos sucesivos”.
En 1252 regresó nuevamente a París donde empezó a dar clase mostrando rápidamente su ingenio. Su fama se extendió pronto fuera de Francia, hasta el punto de que el propio Papa intercederá ante el rector de la Universidad de París, para que Tomás sea admitido a los ejercicios de admisión para el magisterio en Teología.
En 1259 se trasladó a Roma donde dirigió un Studium Generalis de la Orden y donde escribió a petición del Papa el Oficio para la fiesta del Corpus Christi. En ese momento también comenzó a escribir su gran obra, La Suma Teológica.
En 1268 regresó a su cátedra de París y la Orden para aliviarle el trabajo le puso tres secretarios. Sus reflexiones se centraron principalmente en tres frentes principalmente: la defensa de la vida religiosa, la asimilación de Aristóteles frente a los averroístas, y la Suma Teológica. En 1272 volvió a Nápoles. Allí llevó un ritmo de trabajo frenético, con 4 o 5 secretarios a los que dictaba prácticamente todo el día, y con varias obras escribiéndose al mismo tiempo. Cabe recordar que en su vida escribiría alrededor de 130000 páginas.
“Tomás no sólo se dedicó al estudio y a la enseñanza, sino también a la predicación al pueblo. Y el pueblo de buen grado iba a escucharle. Es verdaderamente una gran gracia cuando los teólogos saben hablar con sencillez y fervor a los fieles. El ministerio de la predicación, por otra parte, ayuda a los mismos estudiosos de teología a un sano realismo pastoral, y enriquece su investigación con fuertes estímulos”, recordaba Benedicto XVI.
El papa Gregorio X lo invitó al Concilio de Lyon en mayo de 1274, y Tomás se puso en camino. Marchaba sobre una mula cuando sufre una caída, después de la cual no se sentirá bien. Llegó a la abadía de Fossanova donde descansó, rezó, enseñó, y se preparó para su final. Se confesará y recibirá la unción, falleciendo el siete de marzo de 1274 en olor de santidad.
Actualmente sus restos descansan en el convento de los jacobinos de Toulouse, en Francia. Fue canonizado 18 de julio de 1323 por el papa Juan XXII. Fue declarado doctor de la Iglesia en 1567 y santo patrón de las universidades y centros de estudio católicos en 1880.
Entre sus grandes aportaciones para la historia destaca su entrega a demostrar que fe y razón son un binomio que se complementan y se ayudan mutuamente. Igualmente, gracias a su influjo, junto al de San Alberto Magno, se empezó a adoptar un nuevo programa de estudios en el que se incluía la filosofía. Asimismo, contribuirá al cambio actitud en las escuelas cristianas, con respecto a los libros paganos, y de una abierta beligerancia se dará paso a un interés renovado por conocerlos y dialogar con ellos. Con él se consolida el aristotelismo como fundamento filosófico del pensamiento cristiano, y de la reflexión teológica.
¿Qué aportó Santo Tomás de Aquino al debate entre fe y razón?
Santo Tomás de Aquino realizó una aportación fundamental que cambiaría la historia. Fe y razón son compatibles entre sí, algo hoy obvio, pero cuyas bases sentó contundentemente este santo. En el Comentario a las sentencias de Pedro Lombardo afirmaba: “La fe no está contra la razón, sino sobre la razón, y por tanto no se dice que se niega a la razón como si se destruyese a la verdadera razón, sino que la cautiva en obsequio de Cristo”. Por otro lado, en la Suma contra gentiles afirmaba: “Sobre lo que creemos de Dios hay un doble orden de verdad. Hay ciertas verdades acerca de Dios que sobrepasan la capacidad de la razón humana, como es, por ejemplo, que Dios es uno y trino. Hay otras que pueden ser alcanzadas por la razón natural, como la existencia y la unidad de Dios, etc., que incluso demostraron los filósofos por la luz natural de la razón”.
Sobre esta aportación al mundo, Benedicto XVI señalaba que “la confianza que santo Tomás otorga a estos dos instrumentos del conocimiento —la fe y la razón— puede ser reconducida a la convicción de que ambas proceden de una única fuente de toda verdad, el Logos divino, que actúa tanto en el ámbito de la creación como en el de la redención”.
“Santo Tomás nos propone una visión de la razón humana amplia y confiada: amplia porque no se limita a los espacios de la llamada razón empírico-científica, sino que está abierta a todo el ser y por tanto también a las cuestiones fundamentales e irrenunciables del vivir humano; y confiada porque la razón humana, sobre todo si acoge las inspiraciones de la fe cristiana, promueve una civilización que reconoce la dignidad de la persona, la intangibilidad de sus derechos y la obligatoriedad de sus deberes. No sorprende que la doctrina sobre la dignidad de la persona, fundamental para el reconocimiento de la inviolabilidad de los derechos del hombre, haya madurado en ambientes de pensamiento que recogieron la herencia de santo Tomás de Aquino, el cual tenía un concepto altísimo de la criatura humana. La definió, con su lenguaje rigurosamente filosófico, como ‘lo más perfecto que hay en toda la naturaleza, es decir, un sujeto subsistente en una naturaleza racional’”, agregaba el Papa alemán.
¿Por qué a Santo Tomás de Aquino le llamaban el “buey mudo”?
Guglielmo di Tocco, primer biógrafo y postulador de la causa de beatificación de Santo Tomás de Aquino dio a conocer esta anécdota de la juventud que define la gran personalidad que siempre caracterizó a este santo dominico. Tomás un joven robusto y grande, de 1.90 metros, pero también silencioso y retraído. Asistía a las clases de San Alberto Magno y tenía tanto interés en aprender de él que se volvió aún más callado para intentar empaparse de todo. Pero los compañeros al verle tan grande y silencioso le tomaron por tonto y le apodaron “bovem mutum”, es decor, “el buey mudo”. Pero un día un compañero suyo leyó sus apuntes y se los mostró a San Alberto. Y entonces este santo dijo al resto de los estudiantes una frase que quedaría para la historia: “Ustedes lo llaman el buey mudo. Pero este buey llenará un día con sus mugidos el mundo entero”. Desde aquel día, santo Tomás pasó a ser el asistente personal de su maestro.
¿Por qué Santo Tomás tiene el título de Doctor Angélico?
El de “Doctor Angélico” es quizás el título tradicional más conocido y usado para referirse a santo Tomás. En una audiencia pública, el Papa Benedicto XVI explicó que se le atribuye este título por “la sublimidad de su pensamiento y la pureza de su vida”.
La tradición también cuenta que dos ángeles bajaron del cielo y le ataron una cuerda alrededor de su cintura. Y le dijeron: “En nombre de Dios, te ceñimos con el cinturón de la castidad, un cinturón que ningún ataque destruirá jamás”. Y mediante este regalo, santo Tomás fue preservado de estas tentaciones a la vez que recibió una pureza que ennobleció sus acciones y pensamientos. Pero además, por otro lado, este santo dominico escribió de manera prolífica y magistral acerca de los ángeles, llegando su teología acerca de estos seres espirituales a ser una de las más importantes de la historia de la Iglesia.
¿Qué son las cinco vías de santo Tomás?
Santo Tomás de Aquino intentó durante toda su vida explicar la Verdad suprema desde la razón y la filosofía. Estas cinco vías son precisamente argumentos de carácter filosófico que el dominico utilizó para demostrar la existencia de Dios y que muestran atributos que pertenecen al ser divino. Estas son:
-Vía del movimiento. Es necesario llegar a un primer motor que nos sea movido por nadie, y éste es el que todos entienden por Dios.
-Vía de la causa eficiente. Esa primera causa es la causa de todo lo demás y no tiene, a su vez, ninguna causa. Esa causa es Dios.
-Vía de la contingencia y de la necesidad. Ha de haber algún ser que siempre haya existido, cuya necesidad dependa de sí mismo y que sea causa de la necesidad de las otras cosas necesarias. A eso es a lo que llamamos Dios.
-Vía de los grados de perfección. Existe algo que es para todas las cosas causa de su ser, de su bondad y de todas sus perfecciones, y a esto lo llamamos Dios.
-Vía de la finalidad. Los seres inteligentes tienden a fines más elevados, pero también obran conforme a un fin. Y de la misma manera necesitan una inteligencia más elevada que las guíe y conduzca hacia el cumplimiento de su finalidad. Esta inteligencia elevada, que dirige a todas las demás hacia su finalidad, es a lo que llamamos Dios
¿Cuáles son las grandes obras que escribió Santo Tomás de Aquino?
Destaca entre ellas la Suma Teológica, un enorme catecismo con toda la doctrina católica. Representa la cumbre de la ciencia teológica del medievo y es también una obra cumbre del pensamiento cristiano de todos los tiempos.
En este sentido, la Suma teológica fue pensada como uno de los primeros intentos de exposición sistemática de síntesis teológica. Santo Tomás llevaba años dedicado a la docencia, había sido encargado por la Orden de los estudios de sus hermanos, y con el fin de facilitar su tarea de predicación, concibió esta obra que consta de tres partes.
La primera parte trata de Dios: de la esencia divina, de las pruebas de la existencia de Dios, de la Santísima Trinidad. En la segunda parte, habla del movimiento hacia Dios de las criaturas dotadas de razón, es decir, de la ética y de la moral. La tercera parte quedó inconclusa por la muerte de su autor, está dedicada a Cristo como salvador de la humanidad. Esta obra está formada por cuestiones sobre el tema tratado, que luego se dividen en artículos que buscan responder a una serie de preguntas. Los artículos tienen casi siempre la misma estructura: una pregunta inicial (que expresa normalmente lo contrario de lo que piensa Tomás de Aquino); luego se enuncian argumentos u observaciones que irían en contra de la tesis propuesta (objeciones), luego uno (o varios) a favor (sed contra), después en el cuerpo principal se desarrolla la respuesta; finalmente se contestan una a una las objeciones (y a veces también los que han sido presentados como argumentos a favor).
La otra gran obra de santo Tomás de Aquino fue Suma contra gentiles, un completo compendio que explica por qué el cristianismo es la religión verdadera. Se trata de una colección de redacciones escritas por este santo entre los años 1259 y 1265. Busca proveer una defensa de la fe católica explicando varios aspectos de las enseñanzas de la Iglesia y su lógica.
Oración de Santo Tomás de Aquino
Dame, Señor y Dios mío,
que no decaiga, ni en la prosperidad ni en la adversidad;
que no me ensoberbezca en alguna cosa,
ni me deprima en otra;
de nada goce o me duela
sino en lo que me lleve a ti o me separe de ti.
A nadie desee agradar,
ni a nadie tema disgustar, sino a ti.
Sea para mí despreciable todo lo pasajero,
y sea para mí querido todo lo tuyo.
Que me hastíe el gozo de lo que sea sin ti,
que no desee nada que esté fuera de ti.
Que me deleite el trabajo hecho por ti,
que me sea penoso todo descanso que sea sin ti.
Concédeme, Señor, dirigir constantemente el corazón hacia ti,
y que en mis fallos sepa dolerme con el propósito de la enmienda.
Hazme, Señor y Dios mío,
obediente sin contradecir,
pobre sin ser miserable,
casto sin depravación,
paciente sin murmuración.
Humilde sin ficción,
alegre sin disolución,
triste sin abatimiento,
maduro sin pesadez,
ágil sin ligereza,
temeroso sin desesperación.
Que sea sincero sin hipocresía,
que haga el bien sin ser presuntuoso,
que corrija al prójimo sin arrogancia,
que lo edifique con la palabra y el ejemplo.
Concédeme, Señor, un corazón:
vigilante, que ninguna curiosidad lo aparte de ti,
noble, que ninguna influencia indigna lo envilezca,
recto, que ninguna intención siniestra lo desvíe,
firme, que ninguna tribulación lo debilite,
libre, que ningún afecto violento lo reclame.
Concédeme, Señor Dios mío,
inteligencia que te conozca,
diligencia que te busque,
sabiduría que te encuentre,
conducta que te agrade,
perseverancia que te espere confiada
y confianza de que un día al final te abrazaré.
Concédeme soportar ya aquí tus castigos como penitencia,
servirme de tus beneficios por tu gracia,
y gozar de tu gozo en la patria para tu gloria.
Tú que vives y reinas y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
More Stories
La Escuela Católica: Educar para la Salvación de las Almas
EL CALVARIO Y LA MISA, por MONSEÑOR FULTON SHEEN
3 rasgos de San José que los sacerdotes y seminaristas necesitan imitar para ser fieles a su llamada