Cuando el 13 de marzo de 2013, el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio apareció vestido de blanco ante la multitud de fieles congregados en la Plaza de San Pedro, muy pocos conocían la trayectoria vital del que se acababa de convertir en el sucesor de Pedro número 266. La elección de este nuevo Papa, al que «habían ido a buscar casi al fin del mundo» (en palabras del propio Francisco desde el balcón), iba a suponer todo un cambio en la historia de la Iglesia Católica.
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