En enero de 2017, la mundialmente conocida National Geographic sorprendía al mundo dedicando su primer número del año a la llamada «infancia trans». Ilustraba su portada una fotografía de un «Avery Jackson» de 9 años despreocupado, sentado en un sofá con el pelo teñido de rosa y con muy pocos signos que desvelasen que se realmente se trataba de un niño.
Tanto el hito como la imagen se convirtió en un icono del movimiento y lobby transgénero con tintes reivindicativos para fomentar las llamadas terapias de afirmación en niños. En otras palabras, que si afirman ser transgénero -de forma libre, inducida o coaccionada- la terapia no debía consistir en abordar los síntomas que llevan al menor a afirmarlo, sino a proporcionarle la atención necesaria para iniciar y completar su «transición» de género.
Debido a la polémica, National Geographic respondió con un post en su web con un claro posicionamiento favorable a los postulados transgénero.
Dicha explicación emitía afirmaciones ya refutadas pero que entonces no gozaban de tanta visibilidad como hoy, siete años después.
Efectos «reversibles» de bloqueadores y la moda trans
Entre otros aspectos, la publicación enfatizaba que si bien algunas personas con tendencia transgénero «pueden experimentar problemas de salud mental como depresión, ansiedad u otros», la principal «fuente de angustia mental» de los transgénero no serían estos problemas sino «el rechazo social y la violencia» que experimentan. Es decir, que si los trans tienen patologías mentales, no serían previas al transgenerismo sino posteriores, debido al hipotético «acoso».
Sin embargo, no pocos estudios muestran que, en el caso de las personas autistas, se calcula que tienen de tres a seis veces más probabilidades de no identificarse con su sexo de nacimiento.
Otras de las afirmaciones más cuestionadas en una revista que afirma seguir los dictados de la ciencia fue la «creencia» de que «los efectos de la supresión de la pubertad [con bloqueadores] son reversibles«. Según la revista, el menor podría medicarse con hormonas cruzadas y bloqueadores de la pubertad y, de arrepentirse, el niño dejaría de ingerirlos y «maduraría el sexo biológico». Una sentencia probadamente alejada de la realidad.
Te explicamos más sobre los trastornos asociados en este artículo.
Otro de los debates a los que daría lugar esta y otras publicaciones fue si el «boom» de menores con tendencias transgénero fue -y es- natural o inducido.
Lo cierto es que nunca como desde que los grandes medios se posicionaron a favor de la «afirmación» y en la difusión de la «causa» transgénero se ha incrementado el número de consultas transgénero en niños y menores ante especialistas.
En pocos años, miles de niños en edad de aprender a escribir aseguraban a sus familias padecer disforia de género y pertenecer al «género» opuesto. En algunos lugares se observa un aumento de hasta el 4000% en adolescentes y niños que afirman ser transgénero.
Especialistas como Celso Arango, Jefe del Servicio de Psiquiatría del Niño y del Adolescente del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, no dudan en afirmar que se trata de «una explosión, un boom, un incremento exponencial de adolescentes que dicen ser trans, muchos por moda, y no lo son. No es una cifra normal, no responde a la realidad«.
De la utopía de elevar a la mujer a la realidad
Pero cuando la famosa portada salió a la luz, eran pocas las voces de mujeres que alertaban de cómo «repensar el género» no solo acabaría con el feminismo, sino que también pondría en peligro a la mujer en lugar de elevarla, como prometía el lobby trans.
El paso del tiempo confirmó lo contrario: ver hombres destronando de los podios a las mujeres en natación o lanzamiento de peso femenino, o incluso desfigurándolas en competiciones de contacto, ya no es ocasional.
Según el Telegraph, un estudiante atacó recientemente a alumnas en un baño de género neutro. En deportes como el jiujitsu y el voleibol, las niñas han sido lesionadas, sin mencionar otras cuestiones de equidad en la competencia , acceso a becas y preocupaciones sobre la privacidad.
La polémica y consecuencias tienen más gravedad en otros ámbitos: las violaciones de hombres a menores de edad o las agresiones en cárceles de mujeres también están dejando de ser «casos aislados».
Uno de los últimos y más polémicos casos lo protagonizaba a comienzos de esta semana un militar de Sevilla que ha cambiado su género sin cambiar su nombre, operarse ni alterar su apariencia ni órganos. Tras expresar su sentimiento de «discriminación» por no poder usar el vestuario de mujeres en el entorno militar, el ejército le ha concedido un espacio de oficiales compartido por turnos con otras mujeres. Y de no haber obtenido esta prerrogativa, la «ley trans» ampara solicitud: según el texto, se prevén multas de hasta 150.000 euros si se niega el acceso a vestuarios de personas con tendencias transgénero.
Solo el 0,0001 sigue siendo trans tras la pubertad
Otro de los aspectos que parecen obviarse es el de las reducidas tasas de prevalencia de las tendencias transgénero.
Tal y como recoge la organización AMANDA (Agrupación de Madres de Adolescentes y Niñas con Disforia Acelerada), el 80% de los niños superan la disforia de género una vez concluida la pubertad, la tasa de prevalencia de la transexualidad es del 0,001 y seis de cada diez detransicionan tras la mal llamada «reasignación de género».
Y este último aspecto, el de la prevalencia -mantenimiento de las conductas transgénero concluida la pubertad- es el que parece poner en duda la misma portada que este mes cumple siete años.
Avery Jackson, el niño trans ya no es tan trans
El caso de Avery, el niño que a los 9 años se convirtió en icono trans gracias a National Geographhic, es representativo.
No es mucha la información sobre el ya no tan pequeño Jackson. En una entrevista concedida a Pop Sugar en 2020, su madre Debi reconoció que Avery ya no se consideraba un activista trans.
«Ella decía: ‘Estoy ayudando a otros y quiero cambiar el mundo, para que otros niños puedan ser tan felices como yo’. A medida que crecía, se produjo ese cambio«, recuerda su madre, que no duda en achacar el cambio de su hijo a la «administración» y políticas «negativas» del expresidente Donald Trump.
El joven Jackson (derecha), con su madre Debi y el actual presidente de los Estados Unidos, Joe Biden.
Según su madre, Avery no solo habría dado un paso atrás en su activismo trans.
«Incluso ahora le pregunto: ‘¿Alguna vez piensas en volver a la escena pública?’ Y `ella´ responde: «No lo sé, pero quiero que [mi trabajo] se realice en mis términos y no quiero que necesariamente se trate de personas trans. Hay otras personas que sufren», le respondió a su madre.
«Me ha arruinado la vida»
Las últimas declaraciones al respecto parecen mostrar que la tendencia del joven Avery Jackson es a replegarse de su posicionamiento de hace siete años.
En abril del año pasado, el joven tenía 15 años y declinó participar en una entrevista familiar al respecto. Su madre habló por él y admitió que ya no usa los pronombres femeninos y que, de hecho, ya no se considera transgénero sino que «cambió el rumbo» y ahora es «no binario». Hace unas semanas se repitió la experiencia: en diciembre de 2023, según la madre del joven, Avery mantenía su cambio de «identidad de género».
En junio de 2023, usuarios de X -antes Twitter- difundían un vídeo en el que el propio Avery hablaba sobre la posibilidad sugerida por su madre de escribir un libro relatando su historia.
«No quiero tener un libro. He hecho demasiado, me he arruinado mucho la vida y si lanzo un libro estará en las noticias y yo también y solo hará que mi vida sea peor», le decía a su madre. Antes de concluir, la madre le recordaba que «hace un par de años si quería que la gente supiera» su historia. «Quería, pero fue un error estúpido y ahora no quiero«, responde Avery.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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