San Juan de la Cruz, presbítero carmelita, Doctor de la Iglesia. Conmemorado el 14 de diciembre, 24 de noviembre y 21 de mayo (traslación de las reliquias).
Infancia y familia
En pleno siglo XVI, cuando España florecía en medio de su Siglo de Oro, cuando la expedición europea se aventuraba cada vez más en el nuevo mundo, transformando para siempre la civilización americana, y cuando la Iglesia se veía fuertemente confrontada por la reforma protestante que comenzaba a dejar su marca en varias naciones del viejo continente, en Fontiveros, de la provincia de Ávila (España), en 1542, nace en fecha desconocida Juan de Yepes Álvarez, que luego sería inscrito en la historia como San Juan de la Cruz, del matrimonio de Gonzalo de Yepes y Catalina Álvarez.
El matrimonio Yepes Álvarez, desde el comienzo muy desigual por la diferencia en clases sociales (él mercader noble y ella huérfana pobre) y afrontando las privaciones y críticas de sus familiares, logró concebir tres niños, Francisco, nacido en 1530, Luis, que murió siendo aún niño y Juan, nuestro santo.
En 1545, después de una larga enfermedad, moriría Don Gonzalo de Yepes, dejando una viuda y tres niños huérfanos sin ningún tipo de sustento económico. Buscando el bien de sus hijos, Catalina acude a algunos parientes de su marido en Torrijos, pero no es bien recibida. Pasa luego a Gálvez, donde un tío médico acogerá al mayor de sus hijos, Francisco, para darle educación; pero al enterarse Catalina que su hijo no estaba siendo educado, sino puesto a trabajar como sirviente, decide llevárselo consigo.
Al regresar a Fontiveros con sus hijos les enseñó, además de una piadosa educación cristiana con una fuerte identidad mariana, a tejer para que pudieran ganarse la vida.
De la infancia del santo podemos resaltar el famoso «suceso de la laguna«. Al parecer, cuando tenía cinco años, estando jugando con otros niños cayó en una especie de pantano del cual le era imposible salir. Mientras se sumergía y resurgía sin poder hacer gran cosa, dijo haber visto a una hermosa señora tratando de ayudarlo a salir; él, al reconocer en esa señora a la Madre de Dios, sintió mucha vergüenza de tocarla con sus manos sucias y mojadas y esperó hasta que un labrador que pasaba por allí lo ayudó a salir. La anécdota se comenta como verídica al escucharla de los labios del santo mismo los frailes Martín de la Asunción y Luis de San Ángel, ambos testigos durante su proceso de canonización.
Al morir su hermano Luis, Juan se traslada junto a su familia a Arévalo. Francisco, de 20 años, da por concluida su vida de fiestas y parranda al casarse con Ana Izquierdo, con quien tendría ocho hijos. Ana acompañaría a Catalina por el resto de su vida. El matrimonio de Francisco y Ana, junto a Catalina, se destacaría por un notable espíritu caritativo al ayudar constantemente a pobres y huérfanos que se encontraban por el camino. El pequeño Juan aprendería de ellos estas virtudes que pondría en práctica más adelante. En 1551, Catalina decide trasladar a toda la familia a Medina del Campo, ciudad grande y próspera, donde espera encontrar oportunidades más brillantes para Juan, que contaba con 9 años.
Ya en Medina, Juan es inscrito en el colegio de los Doctrinos, donde junto a la enseñanza de la fe cristiana se le instruiría en otros oficios como carpintero, sastre, entallador, pintor. Además sirvió como monaguillo en la iglesia de la Magdalena de las monjas agustinas. También fue recadero en el Hospital de las Bubas, donde también sirvió como enfermero y limosnero (esto último porque el hospital atendía de manera gratuita a todos sus pacientes). En todos estos sitios, Juan destaca rápidamente por su piedad y caridad solícita entre los enfermos.
El administrador del hospital, que en un primer momento le había ofrecido trabajar allí, al verlo tan amigo del trabajo y con aptitudes para el estudio lo manda al colegio de la Compañía de Jesús, donde recibiría su formación inicial entre los años de 1559 a 1563. Allí comenzó a aprender gramática, retorica, filosofía y lenguas como el latín y el griego.
Juventud y vida religiosa
Al concluir sus estudios con los jesuitas decide ingresar a la vida religiosa. El administrador del hospital, Don Alonso Álvarez de Toledo, le propone hacerse sacerdote para convertirse en el capellán de su hospital, pero él, movido por su profunda devoción mariana, decide ingresar a la orden de la Virgen, los carmelitas, que habían recientemente fundado un convento en Medina. Así, en 1563 y con veintiún años de edad, toma el hábito del Carmen adoptando el nombre de fray Juan de Santo Matía. Ya en su noviciado destacaba de manera particular por su perseverancia en la oración y el recogimiento.
Un año después profesa entre los meses de mayo y diciembre, sin saberse la fecha exacta. Después de su profesión es enviado a la universidad de Salamanca para proseguir con sus estudios. El santo deambularía por este claustro universitario de 1554 a 1568. De 1554 a 1567 se matricularía como artista y de 1567 a 1568 como presbítero y teólogo. Es ordenado sacerdote entre los meses de julio y septiembre de 1567, por el obispo Don Pedro González de Mendoza. En las semanas siguientes regresaría a Medina para cantar su primera misa y tomar unas vacaciones junto a su familia.
Juan y Teresa
Por aquel mismo entonces, y por coincidencia divina, se encontraba en Medina Santa Teresa de Jesús (15 de octubre y 26 de agosto, la Trasverberación), fundando el segundo monasterio de carmelitas reformadas. Entablando la santa conversación con el prior de los carmelitas en Medina, el padre Antonio de Heredia, a quien ya le había propuesto ayudarla a comenzar la reforma entre los frailes, se entera la santa de fray Juan de Santo Matía, el joven sacerdote que por esos días estaba visitando a su madre y que pensaba ingresar a la cartuja en búsqueda de mayor perfección espiritual.
Entre septiembre y octubre de 1567 Teresa y Juan se encuentran por primera vez en el locutorio del monasterio de las carmelitas descalzas de Medina. La santa le propone de inmediato el olvidarse de la cartuja y ayudarla, en cambio, en la reforma de los frailes, junto a fray Antonio de Heredia, cuando se pueda concretar un nuevo convento que pensaba fundar en un terreno prometido a ella en Duruelo.
Fray Juan, entusiasmado, acepta de inmediato, pero acuerdan en comenzar la obra cuando él termine sus estudios universitarios y ella dé por seguro el nuevo convento. Justo al terminar sus estudios, el santo se traslada junto a la madre Teresa a Valladolid, donde es instruido por la misma santa en el espíritu de descalcez que ella quería para su obra fundacional.
Dícese que la madre Teresa que veía a fray Juan bajo de estatura (lo llamaba jocosamente «mi medio fraile») y joven de edad, pero no dudaba en nada de su santidad y camino de perfección espiritual. En el artículo Juan de la Cruz, el fraile entero podéis leer más ampliamente sobre este tema.
El 28 de noviembre de 1568 se inaugura, en medio de mucha pobreza y devoción, el primer convento de descalzos en Duruelo. Sus tres primeros habitantes fueron fray José de Cristo, fray Antonio de Jesús (Heredia) y nuestro fray Juan de la Cruz, como de ahora en adelante se haría llamar.
El ambiente de este primer convento de frailes carmelitas «contemplativos» (como fueron reconocidos al principio) era de profunda rigurosidad y penitencia. La misma Santa Teresa, junto a sus acompañantes, al visitarlos por primera vez al comienzo del adviento de 1568, se quedaría impresionada por la cantidad de cruces y calaveras que decoraban el lugar; aunque luego partiría de allí muy complacida al ver en estos primeros hijos un gran fervor en medio de la vida de estrechez que habían escogido.
En esta humildísima casa estuvieron durante un año y medio hasta que el 11 de junio de 1570 se trasladaron, con permiso del padre provincial, a una nueva casa en Mancera, más habitable y propia para establecer el primer noviciado de descalzos; noviciado que luego sería trasladado a Pastrana, donde se fundó el segundo convento de carmelitas reformados, y adonde el santo fue enviado como uno de los primeros formadores por un corto periodo de tiempo.
Formador de Descalzos y Descalzas
En abril de 1571 el santo es enviado a Alcalá de Henares al ser nombrado primer rector del Colegio de San Cirilo, de reciente fundación. Esta fue la primera casa de estudios de los frailes «reformados». Al ver los ejemplos del padre Juan de la Cruz, muchos estudiantes se veían llamados a abrazar la nueva comunidad carmelitana.
El santo solo pasaría allí un año, ya que en 1572 fue convocado con urgencia de nuevo en el convento de Pastrana, para ayudar con la formación de los novicios que estaban siendo sometidos a exageradas penitencias contrarias al espíritu de Santa Teresa. Cuando vio arregladas las cosas regresó a la rectoría en el Colegio de San Cirilo.
No pararía mucho tiempo allí, ya que sería enviado como vicario y confesor al Monasterio de la Encarnación de Ávila, por petición de la misma Santa Teresa, que por el tiempo era priora de ese monasterio. Cada religiosa que él dirigió espiritualmente (tanto calzadas como descalzas) mientras estuvo en Ávila quedaba muy edificada con los ejemplos y enseñanzas del santo. Allí permanecería, casi sin interrupciones, hasta 1577.
Preso y libre
Para 1574 ya había varios conventos de carmelitas descalzos repartidos por toda Andalucía, cada uno con numerosos frailes. La convivencia entre «calzados» y «descalzos» se empezó a hacer cada vez más difícil y los malentendidos estaban a la orden de día. En 1575 los calzados obtuvieron del Capítulo General de Piacenza (Italia) que los conventos de descalzos fundados en Andalucía sin permiso fueran cerrados y la madre Teresa de Jesús fuera recluida en alguno de los conventos que ella eligiera. Por su parte, el padre Juan, junto con uno de sus compañeros en Ávila, fue arrestado y aprisionado en Medina del Campo, aunque poco después fue liberado.
Volviendo a 1577, al morir el nuncio Ormaneto, defensor de la causa de los descalzos, y al sucederle un nuevo nuncio favorable a los calzados, la obra teresiana se encontró en su momento más crítico: en la noche del 3 al 4 de diciembre de ese año, fray Juan, junto a su compañero fray Germán de San Matías, que se encontraban en una pequeña casa junto al monasterio de la Encarnación en Ávila, fueron detenidos por un grupo de frailes calzados y seglares armados para luego ser encerrados. Fray Germán fue conducido al convento de la Moraleja, entre Ávila y Medina, y fray Juan a Toledo.
Al llegar a Toledo, fue enviado a la prisión conventual, a una celda bastante estrecha y miserable donde la luz solo podía entrar por una pequeña ventana que estaba bien en lo alto. Casi todo el tiempo que permaneció allí (aproximadamente nueve meses) solo se le permitió cambiarse de hábito una vez, y su alimento era racionado. De los frailes que allí moraban solo recibía insultos y provocaciones, con excepción de algunos pocos que se conmovían al verlo tan delgado, sucio y con ropa en harapos.
Aun rodeado de burlas y privaciones, su espíritu se mantiene sumergido en la presencia de Dios, de forma tan admirable que hasta los carceleros se ven edificados por su ejemplo. El santo, lleno de paciencia, y fortaleza, e inspirado por las luces y sombras en su alma, aprovecha la reclusión para escribir las primeras treinta y un estrofas del Cántico Espiritual, algunos romances y el poema de La Fonte. Luego cantaría sus versos para sí mismo, buscando consuelo.
En agosto de 1578, pide permiso al padre prior de Toledo para celebrar la misa en honor de la Virgen, a lo que el prior se niega, llevando al santo a tomar la decisión de escapar. Durante la octava de la Asunción, entre las dos y tres de la mañana, logra escapar descolgándose por el mirador del convento, creando una cuerda atando retazos de tela vieja. Al estar en libertad, corre a pedir socorro al monasterio de las carmelitas descalzas de Toledo; allí las monjas lo acogerían con profunda compasión. Luego se refugiaría en la casa y hospital del canónigo Pedro Gonzales por espacio de dos meses.
Excomulgado, pero fiel
En 1578 la situación de los descalzos mejoraría un poco, y entonces arman un capitulo general en Almodóvar para definir mejor su situación, pero sin permiso del provincial ni del nuncio; luego todos serian censurados y castigados con excomunión, entre ellos nuestro santo. Aun así, fray Juan, que estaba aún muy delicado de salud por su encierro en Toledo, es dispuesto como prior del convento del Calvario, ubicado a unos 5 kilómetros de Villanueva del arzobispo (provincia de Jaén). Allí permanecería hasta 1579. En junio de ese año se traslada a Baeza donde habría una nueva fundación, dejándolo a él como primer superior.
Finalmente en 1580, con fecha del 22 de junio, el papa Gregorio XIII autoriza la creación de una provincia independiente de frailes carmelitas descalzos, dando así por concluido al conflicto con los calzados. En aquel momento había ya 22 conventos con 300 frailes y 200 monjas. Por esas mismas épocas muere la madre del santo, Catalina Álvarez, y es sepultada en el convento de las carmelitas descalzas de Medina. Fray Juan se deja ver bastante entristecido por su partida.
Entre el 3 y el 16 de marzo de 1581, fray Juan participa del capítulo de Alcalá, donde es elegido tercer Definidor Provincial. A su término regresa a Baeza, no sin antes ir a Ávila para tratar, con Santa Teresa, la posible fundación de un convento de descalzas en Granada. Ella, al verse ya comprometida con el padre Jerónimo Gracián, recién electo primer provincial de los carmelitas descalzos, envía como fundadora y primera priora del convento de Granada a Sor Ana de Jesús Lobera, una de las hijas espirituales predilectas del santo. Fue la última vez que se vieron en la tierra, y no fue un encuentro agradable.
Fundador y formador
Fray Juan es elegido prior de la comunidad de descalzos de Granada en 1582, para luego ser ratificado en el cargo por el Capítulo Provincial de Almodóvar en 1583. Allí permanecería hasta 1585. Es durante su estancia en Granada que su obra literaria se vería más desarrollada. Allí terminó la Subida del Monte Carmelo (1578-1583), comenzada en el Calvario. Escribió la Noche oscura, Llama de amor viva y completó el Cántico espiritual en 1586.
Desde 1585 hasta 1591 estaría continuamente trasladándose para acompañar las fundaciones de nuevos conventos de frailes y monjas y por obediencia al ser solicitado para distintos cargos dentro de la Orden como Vicario provincial de Andalucía en octubre de 1585 y Definidor y tercer Consiliario provincial en junio de 1588; en el mismo capítulo que le otorgó este cargo también sería elegido provincial el padre Nicolás Doria, con quien el santo tendría varias diferencias por las innovaciones que este nuevo provincial propondría.
En marzo de 1589 se traslada a Segovia, para asumir el cargo de prior de esa comunidad hasta junio de 1591, cuando renuncia a todos sus cargos. En la primavera de ese año invita al convento de Segovia a su hermano Francisco, al presentir que sería la última vez que se encontraran en vida (Francisco morirá algunos años después de su hermano, en 1607, y será sepultado en el convento de las carmelitas calzadas de Medina).
Es en esta misma comunidad donde ocurre aquel encuentro milagroso entre fray Juan y una imagen del crucificado, que algunos describen como crucifijo pero que en realidad era un lienzo que aún se conserva en el convento de Segovia. Su hermano Francisco es el que escuchó la anécdota de boca del mismo santo. Él le confesó confidentemente que aquel Cristo le había hablado, preguntándole qué deseaba en pago por lo mucho que le había servido, a lo que el santo le respondió: «Señor, lo que quiero que me deis es trabajos que padecer por Vos y que sea yo menospreciado y tenido en poco». Y es que el santo, aún siendo poco amante de las devociones a bobas, gustaba de las buenas imágenes sagradas. En el artículo Doctrina de San Juan de la Cruz sobre las imágenes podéis profundizar más.
En el Capítulo General de julio de 1591 se le comunica que fue escogido para que, junto a otros doce compañeros, fuera a Nueva España (actual México) como misionero para mantenerlo lejos de cualquier cargo de influencia. Esta fue una estrategia de Nicolás Doria, que quería cambiar el humanismo de la obra espiritual de la santa para reconducirla hacia una reforma al uso (penitencias, austeridades y muchas reglas y normas). Algunos religiosos le habían recomendado no asistir al capítulo excusándose por su mala salud, y así tal vez poder evitar el traslado, pero él dice que le daría gusto morir cumpliendo un acto de obediencia.
Enfermedad y entrada en la Vida
Pero la Providencia tendría planes diferentes para él, ya que nunca llegaría a embarcarse hacia el Nuevo Mundo. Unas fuertes calenturas empezaron a debilitarlo e incluso a afectar una de sus piernas, donde ya empezaba a crecer una profunda llaga.
Le propusieron ir a Baeza, donde tenía varios conocidos, para ser tratado, pero él prefirió ir a Úbeda donde nadie lo conocía. Allí arribaría en el mes de septiembre junto a un hermano lego que lo acompañó. Al llegar al convento de Úbeda es recibido de muy mala gana por el prior de aquel lugar, fray Francisco Crisóstomo. Aun al verlo tan enfermo y débil, parece se oponía a darle los cuidados y bondades que cualquier enfermo merecía.
La llaga en su pie, aunque era continuamente tratada, seguía creciendo e infectando más el pie del santo, obligando a su doctor a arrancarle pedazos de carne podrida. Todos los que le rodeaban en esos momentos aseguraban que todo esto, más que producirle gran dolor o pánico, suscitaba en él un gran gozo y paz al sentirse aún más unido al Señor Jesús en sus padecimientos.
Su postrera enfermedad la vivió con gran paciencia y humildad, agradeciendo cada pequeño acto de caridad que tenían con él, y aprovechando toda oportunidad para ofrecer sus dolores y unirlos a la cruz de Cristo. Por inspiración divina supo la fecha de su muerte anunciando que sería día de Nuestra Señora, o sea, sábado, cuando partiría al cielo. Su última semana la pasó preguntando constantemente que día era, hasta que el sábado musitó: «Tengo de ir esta noche a cantar los maitines al cielo». Y así fue. Después de besar piadosamente el crucifijo que tenía entre sus manos, expiró su último aliento a comienzos del sábado 14 de diciembre de 1591. Tenía 49 años al fallecer.
Glorificación
Desde el momento mismo de su fallecimiento fue tratado como santo por quienes le rodeaban, diciendo que incluso habían percibido un suavísimo aroma desprenderse del cuerpo, además de otros hechos milagrosos. Apenas unas horas después se empezó a distribuir sus pertenencias como reliquias entre los religiosos y seglares que los pedían por clemencia.
Fue sepultado en la iglesia del Carmen de Úbeda. Apenas un año después de su muerte, el cuerpo de fray Juan, que desde su muerte gozó de gran veneración, fue objeto de interés y se comenzó a pedir su traslado a Segovia. Pero en cuanto al tema de los traslados y disposición de sus reliquias ya se hablará en un futuro artículo.
Su proceso de beatificación y canonización se inició en 1627. Fray Juan de la Cruz fue beatificado el 25 de enero de 1675 por el papa Clemente X, en 1679 se le dedica la primera iglesia en Alba de Tormes. Es canonizado el 27 de diciembre de 1726 por el papa Benedicto XIII.
En 1738 se extiende su fiesta litúrgica a toda la Iglesia el 24 de noviembre, hasta que en 1972, con el ajuste del santoral hecho por el Concilio Vaticano II, se trasladó su fiesta al 14 de diciembre, aunque algunos sitios donde se guarda su recuerdo aún celebran su memoria a 24 de noviembre.
El 24 de agosto de 1926 es proclamado Doctor de la Iglesia universal por el papa Pío XI, dándole el título de Doctor Mysticus, y el 21 de marzo de 1952 es proclamado patrono de los poetas españoles por el Papa Pío XII.
Fuentes
–San Juan de la Cruz, el jilguero de Dios, padre Ángel Peña, O.A.R., Lima (Perú).
-San Juan de la Cruz, Obras completas. Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2010.
Redactado por Jhonatan Alarcón para Tus Preguntas sobre los Santos.
A 14 de diciembre además se celebra a
San Espiridión de Tremithus, obispo carmelita.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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