25/11/2024

Sarah recuerda a Benedicto y destaca sus tres líneas de actuación valiente al frente de la Iglesia

A pocas semanas de cumplirse el primer aniversario de la muerte de Benedicto XVI, el cardenal guineano Robert Sarah acaba de publicar de la mano de Palabra Todo lo que nos ha dejado.

Se trata de todo un homenaje a Benedicto XVI en el que, como se precisa en el prólogo, no pretende entrar «en el barro» de disputas biográficas, síntesis académicas de sus enseñanzas o una recopilación de los discursos del «Emérito». Lo que encontrará el lector es a un Robert Sarah desvelando «la fuerza de la enseñanza«, un «atisbo del alma» y «el secreto del corazón» de quien fue para él un «maestro espiritual«.

Se trata de un libro cargado de afecto, lo que no impide presentar a un «Benedicto inesperado y desconocido».

También a un Papa que no tembló a la hora de presentar la verdad, abrir frentes inexplorados y, ante la crisis de fe y autoridad que esconden otras como las de los abusos, se involucró de forma pionera y ofreció desde su investigación hasta la única solución posible según Sarah: «Regresar a la centralidad de Dios».

El «amigo» que Sarah espera ver pronto canonizado

Pero antes que la autoridad intelectual de Benedicto o incluso que su valentía a la hora de enfrentar los problemas de su tiempo, Sarah recuerda al que fue «el amigo» que le «marcó el alma» y del que espera «que sea pronto canonizado y declarado doctor de la Iglesia».

Recordando su virtud pero con un tono riguroso y sobrio, Sarah comienza su semblanza recordando sus muchas reuniones con Benedicto, cuando «si tenía sensación de haber ofendido a alguien, era incapaz de mostrarse tajante y siempre procuraba explicarle los motivos de su actitud».

Impactado por su «capacidad de escucha y humildad» desde el primer momento, resalta también como «siempre confiaba en sus colaboradores», aún a pesar de «algunas traiciones y decepciones«.

También remarca la inocencia del pontífice,  que le llevaba a considerar inconcebible «que un hombre de la Iglesia pudiera mentir«.

«Durante largas entrevistas, comprendí cada vez mejor el alma del Papa bávaro. Su confianza en Dios era total y eso le otorgaba una paz serena y una alegría constante. Siempre me llamí la atención la radiante alegría de su mirada y su sentido del humor, muy suave, jamás hiriente ni vulgar.», menciona.

Consigue aquí «Todo lo que nos ha dejado. Homenaje a Benedicto XVI» (Palabra), del cardenal Robert Sarah. 

Destacamos tres aspectos en los que Sarah remarca la actitud valiente y visionaria del «Papa emérito», aportando reflexiones que mantienen su vigencia, muchas a la espera de ser exploradas:

1º Frente a los abusos litúrgicos, «situarnos de cara a Dios»

Sarah comienza hablando del Ratzinger como perito del Concilio Vaticano II y de cómo, tras su conclusión, «tardó muy poco en expresar su preocupación» ante «la honda crisis que empezaba a sufrir el culto» y dar «la voz de alarma». Ratzinger, dijo Sarah, se atrevió a escribir que, en contra de la verdadera naturaleza del movimiento litúrgico, «la reforma litúrgica, en su realización concreta, se ha alejado demasiado de este origen». El resultado, añadió, «no ha sido una reanimación, sino una devastación».

Consciente como la liturgia ha degenerado en ocasiones «en un show» donde se ha intentado «mostrar una religión atractiva con la ayuda de tonterías a la moda», Ratzinger invitó a «redescubrir la grandeza, la sacralidad y el origen divino de la liturgia» para, en última instancia, «situarnos de cara a Dios».  Frente a una liturgia aquejada por la «autorreferencialidad», Sarah recuerda como Benedicto llamó a recuperar de esta forma «su centro y orientación«.

«No sabremos cómo agradecer a Benedicto XVI el habernos ayudado a penetrar en el misterio y la grandeza de la liturgia divina, en la que nos encontramos realmente con Dios«, agrega el cardenal.

2º El obispo debe recuperar «su responsabilidad personal ante Dios»

También destaca como Benedicto trató de combatir «la reducción del papel de los obispos al de un administrador». En su conocido Informe sobre la fe, el cardenal Ratzinger ya señaló como «uno de los efectos paradójicos del concilio» el hecho de que, queriendo impulsar el papel del obispo, este corriese «el riesgo de quedar sofocado por la inserción en conferencias episcopales cada vez más organizadas».

El cardenal Sarah, junto a su «amigo y maestro», el ya por entonces Papa «emérito» Benedicto XVI. 

Estas, continua citando Sarah, «no tienen una base teológica, no forman parte de la estructura imprescindible de la Iglesia tal como la quiso Cristo». Se trata de una crítica motivada por su convicción de que «el colectivo no debe reemplazar la responsabilidad de cada obispo, que podría quedar fácilmente diluida en comisiones anónimas».

Frente a ello, y aún reflexionando con el Informe sobre la fe, el cardenal encuentra que los obispos «se han convertido en funcionarios clericales«, algunos de los cuales «se niegan incluso a gobernar y tienden a esconderse detrás de una sinodalidad mal entendida«.

«Cada obispo debe recuperar el sentido de su responsabilidad personal delante de Dios, la responsabilidad de proclamar personalmente la fe. Como dice Joseph Ratzinger, «el obispo que, sobre el fundamento de la fe, sitúa lo sagrado en el centro, no debe temer estar por encima de los demás», agrega.

3º La ausencia de Dios, causa de los abusos en la Iglesia

Los escándalos de abusos sexuales cometidos en el seno de la Iglesia fue otro de los aspectos en que Benedicto fue pionero.

En opinión de Sarah, «a él le debemos que la Iglesia tomara conciencia» de esos delitos, pues «supo llamar al pecado por su nombre, salir al encuentro de las víctimas y escucharlas y castigar a los culpables».

Pero para Benedicto, la de los abusos es una crisis que responde a un origen mucho más profundo. Para él, recoge Sarah de sus propias palabras, «la razón de los abusos es la ausencia de Dios» y el «ateísmo práctico» tras los muros de la Iglesia.

«Hace mucho tiempo que la Iglesia se ha dejado invadir por ese ateísmo líquido. Ahora no se puede extrañar si descubre que dentro de ella hay abusadores. Si Dios no existe, todo está permitido. Si Dios no existe realmente, todo es posible», reflexiona Sarah.

El cardenal reitera como, al igual que el pontífice enfrentó el problema desde lo administrativo, también propuso «un camino» que respondía a la causa última de los abusos como es esa «ausencia de Dios».

«Volvamos a poner a Dios en el centro. Volvamos a poner en el centro de la Iglesia y de nuestras liturgias la presencia de Dios, Su presencia objetiva y Real», agrega el cardenal.

Sarah concluye con un comentario de Benedicto que, como prefecto de la Congregación para el Culto Divino, le conmovió «especialmente»: «En las conversaciones con víctimas de la pedofilia he ido tomando conciencia cada vez más de la urgencia de esta necesidad… de renovar la fe en la presencia de Jesucristo en el Sacramento en el que se nos da y de una celebración de la Eucaristía renovada por una mayor reverencia».

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»