25/03/2025

Señor, déjala todavía este año

Lucas 13,1-11 “Señor, déjala todavía este año”

«En aquel tiempo se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús respondió: «Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera». Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?”. Pero el viñador respondió: “Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”».

En este domingo la Palabra nos invita a la reactivación de la esperanza. En muchas ocasiones nuestra mirada sobre la realidad se llena de pesimismo y desolación. Las noticas que cada día nos llegan están bañadas de dolor, las guerras, las catástrofes naturales, las enfermedades, van en cogiendo nuestro corazón llenándolo de temor. Son tantos los frentes abiertos que hablan de injusticias, de sufrimiento, de dolor. Jesús comenta unos sucesos que vivieron sus vecinos y que los sobresaltaron llenando su convivencia de miedo y de angustia. Una masacre propiciada por Pilatos con derramamiento de sangre, una torre que se derrumbó ocasionando numerosas víctimas. Frente al dolor y el sufrimiento la pregunta quie dirigimos todos es: ¿Dónde está Dios? ¿Nos castiga? La respuesta de Jesús desvincula el sufrimiento de la participación de Dios. Dios no nos hace sufrir, no aprieta y no ahoga. Tenemos una existencia limitada en la que la vulnerabilidad forma parte de nuestra esencia.

La libertad que Dios nos ha dado a las personas hace que haya personas que eligen la violencia por encima de la bondad. Como todos cometemos errores podemos provocar daño, en accidentes, en relaciones tóxicas, en ignorancia que deja resultados hirientes, pero no, el dolor no es culpa de Dios. Él es el buen hortelano que siempre se esperanza en que su higuera de frutos. Y si un año no da, no se desespera, sino que se ilusiona con la posibilidad de que al año siguiente sí que dé. Dios tiene una esperanza ciega en cada una de nuestras vidas. Está convencido que donde falta el amor, si pone amor, sacará más amor. Y nos invita a participar de esa misma ilusión. Seamos peregrinos de la esperanza y aunque las evidencias nos hablen de situaciones desesperadas vivamos la convicción de que estamos acompañados por el cuidado providente de nuestro Dios.