19/11/2024

Ser padre… ¿como lo sería Dios Padre? 9 rasgos aplicables de la educación divina y humana de Jesús

Durante los últimos años, los trastornos y problemas de vacío, nihilismo e inseguridad en niños, jóvenes y adolescentes se han incrementado a pasos agigantados. «La sobreprotección hacia sus hijos está pasando factura», «Los psicólogos detectan un aumento de niños que acuden a consultas» o «La salud mental decae al usar las redes sociales a edades cada vez más tempranas» son solo algunos titulares que lo ilustran. De forma paralela, este fenómeno se ve agravado por la también creciente cifra de rupturas familiares y la desaparición o la denostación de la figura paterna, considerada «decisiva» en la formación de la seguridad, autoestima e identidad de los hijos.

Frente a este contexto, la propuesta que Mariolina Ceriotti lleva a cabo en su última obra, Padres e hijos. El sendero de la paternidad (Rialp), no puede calificarse solo de contracultural, sino también de evangélica. En un libro sencillo de poco más de cien páginas, la neuropsiquiatra infantil, psicoterapeuta de adultos y parejas y madre de seis hijos se propone un objetivo tan ambicioso como necesario para enfrentar el problema dando respuesta a una pregunta: ¿Cómo ser padre según el estilo del Padre?

Dividido en nueve capítulos, la psicoterapeuta italiana da comienzo a cada uno de ellos con un texto del Evangelio que orienta una posible respuesta, dando paso más adelante a su amplio bagaje teórico y a multitud de casos prácticos, concretos y reales acumulados en el ámbito psicológico.

1º Complacerse del hijo

Siguiendo la máxima divina del «Tú eres mi hijo amado, en quien me complazco», la psicóloga cifra la complacencia -junto con el reconocimiento de la paternidad- como las dos primeras indicaciones de la paternidad divina a imitar. Definida como «el reconocimiento de la belleza y del valor» del hijo en sí mismo, al margen de proyecciones o planes paternos, Ceriotti la considera como «la mejor ayuda que puede ofrecer un padre a su hijo». Como haría un entrenador, el padre «observa, estimula, anima, a veces consuela, pero no exagera con alabanzas, nunca sustituye a su pupilo y siempre permite que se ponga a prueba. Es una actitud de confianza tranquila que solo es posible cuando las expectativas hacia el hijo no son excesivas y sus éxitos o fracasos no se viven como si fueran propios«.

2º El padre introduce al hijo en los valores

En esta ocasión, la psicoterapeuta recurre a Mateo 4, 1-3, cuando Jesús es tentado por el diablo en el desierto, para mostrar cómo con ayuda del Padre, «el Hijo comprende y madura la capacidad humana de no dejarse engañar por los halagos del demonio». Aunque «el niño es naturalmente egocéntrico y prepotente», pronto aceptará su «necesidad de alguien que le indique el camino a seguir, a reflexionar sobre lo que es más importante o aceptar el pensamiento de la muerte como compañera natural del viaje». Y así, el padre es -lo quiera o no- «un punto de partida, de referencia positivo o negtivo, algo que imitar o contrarrestar cuando se haya hecho mayor».

`Padres e hijos´ (Rialp) es una reivindicación de la figura paterna y una propuesta educativa para criar a los hijos basándose en la figura de Dios Padre. 

3º La negatividad en la transmisión de la fe

Siguiendo este razonamiento, Ceriotti observa con frecuencia en sus consultas y casos padres bienintencionados, normales y agradables incluso, que sin ser conscientes o sin tener una visión negativa de la vida, subrayan el aspecto negativo de cada cosa. A partir de la adolescencia, explica, «esta negatividad cotidiana influye sobre la cuestión ya de por sí compleja de la transmisión de la fe. En la edad en que fe y práctica religiosa se  convierten en cuestiones personales para los jóvenes, la actitud negativa a la realidad de los padres creyentes se convierte en el equivalente a un mal testimonio. Es casi inevitable que los padres demasiado gruñones se encuentren frente a la acusación de ser testigos incoherentes».

4º El ejemplo y las obras, más eficaces que la palabra

Al margen de los estrictamente religioso, la psicoterapeuta ofrece un consejo que nunca pasa de moda: «Nuestros hijos no se convencen tanto por los discursos sobre los principios como por la experiencia concreta que tienen al vivir con nosotros… Esto no exige que un padre sea perfecto, lo verdaderamente importante es que sea un padre creíble: un hombre que también sabe reconocer sus límites y que, día tras otro, intenta mejorarse a sí mismo en la vida cotidiana».

5º Acompañar y ayudar al hijo a encontrar su vocación

A partir del texto evangélico de la predicación del Jesús adolescente en el templo, la especialista recurre a cómo el padre debe enfocar el futuro de su hijo, y que «si de verdad le quiere, solo cuando el hijo encuentre y cumpla con total libertad su vocación, va a responder también a su deseo paterno más genuino, que es el de la plenitud y la felicidad de su hijo». Sin embargo, ayudar a que los hijos encuentren la vocación «no es nada fácil» y con frecuencia se dificulta aún más cuando el padre no logra «superponer deseos y expectativas a los deseos de los hijos». Como padres, añade, «tenemos que estar alerta sobre lo capaces que somos de dejar a los hijos espacio para que lleguen a ser ellos mismos, distintos de nosotros; alerta ante la tentación que nos lleva a creer que conocemos de antemano todo lo que es mejor para ellos».

6º El hijo necesita sentir que su padre cree en él

En esta ocasión, cita la transfiguración en el Tabor y el llamado que Dios Padre hace de Jesús: «Escuchadle». Aplicado a la situación de cada familia, el hijo adulto ya puede hacer gala de todas las características de la identidad que ha conquistado, pero «no es fácil cambiar nuestra posición paternal y considerarles adultos a todos los efectos. Es frecuente que sigamos pensando que conocemos la vida mejor que ellos, que nuestra experiencia hace que conozcamos mejor que ellos el camino. Nos cuesta legitimar sus decisiones». Y es algo que los hijos acaban percibiendo, convenciéndose de que «no tienen un crédito suficiente». «El hijo necesita sentir que su padre le da crédito más allá de los límites que puede conocer de él. [Dar crédito] significa  fiarnos de que van a saber interpretar el futuro, estar orgullosos de ellos y hacer que sientan esa confianza», comenta.

`El hijo necesita sentir que su padre le da crédito más allá de los límites que puede conocer de él y hacer que sienta esa confianza´.

7º Tiempo juntos: el padre, guardián de los «tiempos familiares fuertes»

De  modo similar al tiempo que dedicaba Jesús a Dios Padre cuando por ejemplo se levantó de madrugada y se puso a hacer oración, que el padre encuentre un tiempo que dedicar al cuidado de los hijos y a mantener la relación «tiene un valor decisivo«.  El tiempo que dedica un padre a sus hijos varía en cantidad y forma en función de la etapa, también de si se dedica a un hijo varón o a una hija, pero en todo caso la relación padre hijo debe nutrirse de «tiempo y concreción, de verdadera presencia y de verdadero compartir«. Aunque el tiempo es el bien «más escaso» hoy en día, la autora invita a una organización del día que permita dedicar un tiempo material pero también mental, «para conocerlos uno a uno y que puedan sentir que son vistos de una forma personal«. La autora destaca el deber paterno de «proteger los tiempos familiares fuertes», entre los que destaca la comida dominical, acordándose de bendecir, con conversaciones productivas, sin teléfonos móviles y sin tensiones.  

8º La necesidad de sentirse escuchado

Tratándose de hijos adolescentes, «con tomas de posición excesivas, afirmaciones arrogantes y argumentos contradictorios, que llevan la contraria por defecto, son irritantes y atacan» Ceriiotti cree que una tentación fácil es la de recurrir de inmediato a la ironía o al instinto paterno de «hacer valer su poder». De esta forma, dice, «perdemos la oportunidad de saber lo que les interesa e interpela, de saber lo que piensan de nosotros. no significa que tengan la razón, pero sí que tienen algunas razones que merecen ser escuchadas. Podríamos, por ello, mostrar curiosidad, hacer preguntas que les animen y ayuden a expresarse hasta el fondo».

9º El hijo desea poder apoyarse en la ternura respetuosa de su padre

La ternura se puede y debe mostrar a los hijos mucho después de sus primeros años, pues «es un sentimiento que podemos cultivar y convertir en una actitud de la mirada, que nos indica el camino para seguir haciendo que se sientan queridos en las diversas situaciones y edades de la vida». En la relación educativa, concluye, «la ternura es el elemento que equilibra la justicia», de modo que permite corregir a los hijos con firmeza, pero sin mortificarles y «enseña a tener la paciencia y benevolencia necesarias ante sus límites e imperfecciones, nos permite seguir soportándolos y animándolos siempre, sin compadecerles nunca».

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»