20/11/2024

Ser pequeños…de nuevo

Cada vez que uno escucha que Jesús nos llama a ser como los pequeños, es una invitación a reflexionar sobre la verdadera naturaleza de la grandeza y el poder desde la perspectiva de Jesús. A menudo, como seres humanos, tendemos a discutir y competir por ser los «mejores» o «más importantes», buscando reconocimiento y validación. Sin embargo, Jesús nos muestra una lección radicalmente diferente. Al poner a un niño en el centro, nos invita a cambiar la manera en que valoramos a las personas y las cosas: los más pequeños, los más humildes, aquellos a quienes solemos pasar por alto, son en realidad los más grandes a los ojos de Dios.

Hasta en siete ocasiones distintas en los evangelios, Jesús presenta a los niños como paradigmáticos. Es curioso porque el siete, en la numerología hebrea es símbolo de la perfección. Ser como niños, por tanto, es el camino de la perfección. La realidad es que nos viene bien recordarlo para volver a dejar el ego abajo, vivir en actitud de pura receptividad y soltar nuestra vida en manos del autor de la misma. La acogida de un niño, símbolo de la inocencia, la vulnerabilidad y la confianza, nos invita a adoptar una actitud de sencillez y apertura hacia los demás. En el mundo actual, donde estamos rodeados de comparaciones y egos, Jesús nos recuerda que la grandeza verdadera no está en la competencia ni en el estatus, sino en la capacidad de amar y acoger con pureza y humildad.

Además, cuando Juan menciona a otros que expulsan demonios en el nombre de Jesús pero que no están «con ellos», Jesús nos enseña que el reino de Dios es más grande de lo que a veces queremos creer. Nos anima a ser inclusivos y no excluir a los demás simplemente porque no siguen exactamente nuestro camino. Es una llamada de que no siempre debemos dividir, sino unir, especialmente cuando compartimos la misma misión de amor y bondad. Tener la mirada de los niños, de nuevo. Ver la vida como una oportunidad para jugar y no como una amenaza contra nuestra felicidad.

Por eso Jesús nos invita hoy a abrir el corazón, a acoger con amor a los pequeños y a trabajar juntos en lugar de dividirnos, porque la verdadera grandeza se encuentra en el servicio humilde y en la capacidad de ver a Dios en cada persona. Y para eso, hay que ser un poquito niños, de nuevo.