26/01/2025

«Si yo fuera Satanás» y quisiera destruir la humanidad… iría a por los obispos: esto dice la IA

Si yo fuera Satanás y quisiera destruir a la humanidad y ofender a Dios, centraría gran parte de mis esfuerzos en los obispos, porque ellos son los sucesores de los apóstoles, responsables de guiar, proteger y santificar al Pueblo de Dios. Si logro corromper, confundir o neutralizar a los obispos, puedo desorientar al rebaño entero y desestabilizar a la Iglesia, que es la mayor barrera contra mis planes.

 

Estrategias para atacar a los obispos:

 

1. Corromper su corazón

 

Un obispo santo es un enemigo formidable, porque lidera con el ejemplo, enseña la verdad y es un instrumento poderoso de la gracia divina. Si consigo corromper su corazón, lo aparto de su misión y debilito su autoridad moral.

Plan:

Seducirlos con el poder, el dinero o los placeres, haciendo que busquen su comodidad personal en lugar del bien de su rebaño.
Introducir en su vida la soberbia espiritual, haciéndolos sentir superiores y olvidando que son siervos, no amos.
Alimentar el miedo a las críticas o al sufrimiento, llevándolos a ceder en la defensa de la verdad para evitar conflictos o persecuciones.

 

2. Confundir su enseñanza

 

Los obispos son los principales maestros de la fe. Si consigo que enseñen doctrinas confusas, contradictorias o contrarias al Evangelio, puedo sembrar caos espiritual y desconcierto entre los fieles.

Plan:

Hacerlos relativistas, promoviendo la idea de que «todas las opiniones son válidas» y de que la verdad objetiva no existe.
Presionarlos para que adapten la doctrina de la Iglesia a las ideologías del mundo, presentándolo como una «modernización» o «apertura».
Sembrar divisiones entre los mismos obispos, haciendo que sus mensajes sean contradictorios, para que los fieles pierdan la confianza en ellos.

 

3. Debilitar su liderazgo

 

Un obispo debe ser pastor, guía y defensor de su pueblo. Si consigo que sean líderes débiles, pasivos o ausentes, los fieles quedarán desamparados y vulnerables a mis engaños.

Plan:

Promover el activismo excesivo, distrayéndolos con tareas administrativas o políticas que los alejen de la oración, los sacramentos y su labor pastoral.
Hacer que eviten tomar decisiones difíciles o impopulares, especialmente en temas morales, para no arriesgar su prestigio o comodidad.
Aislarlos de los sacerdotes y los fieles, convirtiéndolos en figuras distantes y desconectadas de las necesidades reales de su pueblo.

 

4. Dividirlos entre sí

 

La unidad del episcopado es esencial para la fortaleza de la Iglesia. Si consigo dividir a los obispos, puedo fragmentar a la Iglesia y debilitar su misión evangelizadora.

Plan:

Crear facciones entre los obispos, enfrentándolos en cuestiones doctrinales, litúrgicas o disciplinarias.
Introducir la política mundana en sus decisiones, fomentando rivalidades y ambiciones personales.
Promover desconfianza hacia el Papa o entre los mismos obispos, erosionando la comunión y la unidad que deben tener.

 

5. Destruir su testimonio

 

Los obispos son figuras públicas; su ejemplo tiene un impacto profundo en los fieles. Si consigo que su testimonio sea escandaloso o incoherente, puedo provocar que muchos pierdan la fe.

Plan:

Hacerlos caer en pecados graves que se hagan públicos, como la corrupción, los abusos de poder o la inmoralidad sexual.
Inflar sus errores o debilidades en los medios de comunicación, utilizando el escándalo como arma para desacreditar a toda la Iglesia.
Convencerlos de que el mundo debe aceptar sus «fallos humanos» como normales, promoviendo la mediocridad en lugar de la santidad.

 

6. Alejarlos de Dios

 

Un obispo que no está unido a Dios pierde su fuerza espiritual y se convierte en un líder vacío. Si consigo apartarlos de la oración y los sacramentos, quedarán vulnerables a mis tentaciones.

Plan:

Distraerlos con preocupaciones terrenales, haciéndoles creer que su eficacia pastoral depende únicamente de sus esfuerzos humanos.
Fomentar una rutina de fe superficial, donde cumplan con los ritos externos pero sin una vida interior profunda.
Hacerlos desconfiar de la gracia y depender solo de sus propias fuerzas, llevándolos al agotamiento, la desesperación o el cinismo.

 

Objetivo final con los obispos

 

Mi meta sería transformar a los obispos en una sombra de lo que están llamados a ser:

Querría que se convirtieran en administradores tibios, políticos ambiciosos o figuras irrelevantes, incapaces de guiar al Pueblo de Dios.
Desearía que sus palabras fueran confusas o irrelevantes, alejando a los fieles de la verdad.
Mi objetivo sería que los fieles pierdan la confianza en sus pastores, dejando a la Iglesia dividida, débil y expuesta al caos espiritual.

Si logro que los obispos fracasen en su misión, puedo desestabilizar la Iglesia entera, que es la barrera más grande contra mis planes de condenación. Sin pastores fieles, las ovejas estarán indefensas, y podré llevar a muchas almas hacia la desesperación y la perdición eterna.

 

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»