El historiador Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña, profesor en la Universidad San Pablo CEU, lleva 15 años explorando, casi cartografiando, la maldad en las sociedades antiguas. Griegos, romanos, egipcios, asirios, celtas, vikingos… todos emplearon el genocidio, los sacrificios humanos, el exterminio de bebés, y no a escondidas, sino presumiendo de hacerlo.
En esas culturas, no sólo los gobernantes eran crueles, sino que la crueldad era común en el pueblo, en el ocio, en el trato a los débiles y a los esclavos. Incluso las personas que disfrutan de la historia en teleseries o novelas tienden a pensar poco hasta qué punto el cristianismo cambió la visión de Occidente sobre la crueldad.
Rodríguez de la Peña lo ha detallado en tres libros: Compasión, una historia (CEU Ediciones), Imperios de Crueldad (Ediciones Encuentro) y, el más reciente, Iniquidad (Rialp).
– ¿Cómo empezó esta amplia investigación sobre la crueldad política y social en el pasado?
– Hace unos 15 años conversaba sobre el mal con Luis Fernando de Prada, el sacerdote que hoy está al frente de Radio María. Primero salió la idea de escribir sobre la compasión y la crueldad. Yo lo pensaba como un libro único desde el principio, pero al final ha sido más publicable como una trilogía, en tres editoriales distintas.
– Los que disfrutan con novelas o teleseries históricas, ¿entienden el nivel de crueldad de la Antigüedad?
– Hay algunas teleseries que inciden específicamente en la crueldad, series especialmente violentas. Pero son pocas. La mayoría de los espectadores jóvenes tienen una visión, digamos, ‘buenista’ de la historia. Creen que la crueldad es básicamente algo de épocas supersticiosas, piensan que el ser humano es básicamente bueno y que sólo se estropea si hay fanatismo. Les sorprende la perspectiva que plantean mis libros.
Trilogía de libros de Rodríguez de la Peña sobre la crueldad en el mundo antiguo y los pioneros de la compasión.
– En España muchos disfrutamos visitando monumentos romanos, castros celtas, a veces lugares donde hubo sacrificios humanos. ¿Nos cuentan su coste humano?
– Hay dos extremos. En algunas ciudades tienen «museos» de aparatos de tortura de la Inquisición, con piezas ficticias o de época equivocada. Con el horror buscan atraer turismo. Pero es más común el extremo contrario, que se oculte la dimensión sangrienta del lugar.
»El ejemplo más claro es el Coliseo de Roma. Allí te mencionan la lucha de gladiadores, sí, pero no tanto las otras víctimas, muchísimas. No te dicen que es el lugar del mundo con más personas ejecutadas por metro cuadrado, excepto quizá algunos campos de concentración modernos. Allí hubo personas quemadas vivas, arrojadas a las fieras, crucificada… Y al público le gustaba. La publicidad que se colgaba en los foros remarcaba los suplicios capitales que habría entre pelea y pelea. Incluso la Torre de Londres, tan visitada, durante años destacó como lugar donde se reunían las masas para ver torturas y ejecuciones.
– Hace 30 años, cuando estudié algo de Historia Antigua, cada vez que un texto romano hablaba de sacrificios humanos celtas o germánicos, mi profesor lo negaba como «propaganda romana»…
– Hoy tenemos muchos más datos arqueológicos sobre esos sacrificios. La arqueología funeraria y sacrificial tiene muchos datos recientes, sobre todo sobre de los sacrificios humanos de los galos. También se decía que los sacrificios de niños de los cartagineses eran propaganda romana, hasta que los arqueólogos lo comprobaron en el tofet de Cartago, el cementerio de niños sacrificados.
– ¿Y los sacrificios de vikingos y paganos medievales?
– Los monjes benedictinos en la Alta Edad Media hablaban sobre sacrificios de germánicos, de eslavos y de vikingos, y ahora tenemos numerosas evidencias, por ejemplo, de restos de niños sacrificados al pie de murallas. Teníamos también el testimonio del viajero musulmán Ibn Fadlan, que en el siglo X viajó desde Bagdad a ciudades vikingas y describía el sacrificio de una esclava quemándola en un barco funerario con su señor. Ya casi nadie discute sobre los sacrificios. Algunos historiadores de la violencia llaman «pacificar el pasado» al intento de desdeñar los testimonios de sacrificios como propaganda romana o cristiana.
– ¿Hay grados dentro de la iniquidad? ¿Vale la pena medirla?
– Sí, hay grados en la iniquidad. Desde un punto de vista cristiano, vemos que la violencia es omnipresente desde Génesis y la Caída. Parece que el ser humano, hasta la Segunda Venida, construirá civilizaciones que tendrán crueldad y violencia. Es buenismo pensar que no habrá ninguna opresión. Pero hay grados y los grados son fundamentales. Sí, la estadística es importante. No es lo mismo hablar de decenas de víctimas que de millones. Sí, los números son importantes.
»Pero también hay que analizar cómo una sociedad percibe la violencia. Hubo una banalización en los totalitarismos modernos, y también en en mundo antiguo, a niveles que hoy cuesta entender. Exhibir torturas en público, presumir en la propaganda oficial de ejercer violencia contra inocentes, empresarios romanos que se anunciaban como muy eficaces torturando esclavos…
»Eso lo cambió el cristianismo. Con el cristianismo, las matanzas de inocentes ya no serán motivo de orgullo y exhibición. Hoy hasta las peores dictaduras las ocultan. Aún se exhibe la violencia contra culpables, ejecuciones, etc…
– ¿Qué cultura antigua tiene muy buena fama, pero inmerecida, porque no se difunden sus horrores?
– La mejor fama inmerecida creo que la tiene la Atenas de Pericles, en el s.V a.C, que practicó genocidios contra otros griegos, incluso votados en asamblea por los atenienses. Y su imagen hoy es impoluta. Roma es muy admirada, pero la gente con cultura sabe que fue brutal. Lo de Atenas es una leyenda rosa. Basta leer Tucídides y la Guerra del Peloponeso para ver que sus actos fueron terribles.
– Como profesor, habrá encontrado jóvenes que se declaran neopaganos, neoceltas… ¿Qué saben del paganismo real y su crueldad?
– Lo primero que han de aceptar es que lo que conocen del paganismo celta o germánico lo conocen a través de fuentes cristianas, excepto por algunas fuentes latinas romanas. Si han leído textos antiguos, son los de Snorri Sturlusson, que era un cristiano, o el Béowulf, que lo escribió un monje. Ya parten de una mirada cristiana.
»Luego, han de entender que esos cristianos antiguos, en sus fuentes, no hacían mucha sangre contra sus antepasados paganos. Mencionan sacrificios pero con cierta benignidad. Al fin y al cabo, hablan de sus abuelos, y lo suavizan.
»Por último, muchos neopaganos están promoviendo un paganismo ingenuo, naif, blanqueado. En realidad, aceptan la escala de valores cristianos aunque lo pretendan ignorar. Lo cierto es que la forma más coherente de ser pagano es la nietzschiana o la nazi, los que no negaron el lado oscuro del paganismo. Claro, eso lleva a unos abismos éticos que estos neopaganos no se atreven a mirar de frente.
– ¿Los dioses paganos siempre terminan exigiendo sacrificios humanos?
– En casi todas las culturas es así. Y, cuando no, lo sustituyen con otras formas de hacer ofrenda. Incluso Roma: en Roma no se prohibieron definitivamente los sacrificios humanos a los dioses hasta el 100 a.C. Y en realidad los juegos de gladiadores ocupaban en parte su espacio. El juego de gladiadores era una forma edulcorada de sacrificios humanos. Empezaron como juegos funerarios para aplacar a los difuntos. Es raro que una cultura pagana no tenga sacrificios humanos o sacrificios de niños.
– En Compasión leemos sobre el filósofo chino Mozi y sobre Sócrates, ambos del s.V a.C. ¿Qué relevancia tienen para la humanidad frente a otros filósofos?
– Mozi, frente a Confucio, y Sócrates, frente a la visión de su época, introducen una ética compasiva muy radical, sin excepciones. Es radical porque que antepone hacer el bien a los lazos de tribu o polis: «Haz el bien aunque te cueste la vida», dice una máxima socrática. La china post-Mozi no siguió a Mozi sino que adoptó el confucionismo, que tiene elementos de mejora ética, pero que sigue anteponiendo la estirpe y la familia a todo. Mozi y Sócrates aplicaban la compasión a todos los seres humanos. Lo que no defendían era el «amar incluso a los enemigos», que es una idea única de Jesús. Ambos son los que más se acercaron al cristianismo, pero sin la dimensión de ofrecerse en sacrificio por el otro que es incluso enemigo, que es propio del cristianismo.
– ¿La humanidad antigua generó muchos Mozis y Sócrates?
– Muy pocos, y muy poco influyentes. Básicamente los estoicos. Podemos pensar en textos de Séneca, pero en realidad sólo los escribió para ámbito privado. Tenemos a Epícteto o a Musonio Rufo. Pero su enseñanza no salía de círculos muy reducidos, muy selectos. Hay un cierto legado del budismo y del zoroastrismo, en esa línea compasiva. Pero la popularización de que el otro merece tu empatía es un hecho cristiano.
– Ahora se está poniendo de moda el estoicismo. Pero, ¿llegó el estoicismo a las masas, cambió la Antigüedad?
– El estoicismo antiguo fue una doctrina para élites. Influyó más adelante en los Padres de la Iglesia, y a través de ellos en los cristianos. Hoy están de moda las meditaciones del emperador romano Marco Aurelio, que son amables, pero no tienen el humanismo profundo de Epícteto o Musonio Rufo. Pero cuidado con blanquear a Marco Aurelio y otras figuras. San Justino escribió un escrito a Marco Aurelio invitándole a un debate al estilo estoico, y en vez de debatir ejecutaron a Justino.
– En 2020 entrevistaron al historiador Tom Holland en El Mundo y le preguntaron: «Si Jesús hubiera muerto a los 10 años, ¿habría aparecido otra figura que transmitiese al mundo un mensaje semejante de amor al prójimo?». ¿Qué tal se le da a la humanidad generar figuras como Jesús?
– En la época de Jesús, había un rabino llamado Hillel que ya decía que la ley se resume en amar al prójimo y amar a Dios sobre todas las cosas. Pero para Hillel «el prójimo» es sólo el judío: los herejes y gentiles no son prójimo. En cambio, cuando a Jesús le preguntan «quién es mi prójimo» pone el ejemplo del buen samaritano, que era hereje pero ayudaba a todos.
»¿Podría haber surgido otro líder ético hablando de compasión? Quizá sí, pero parece difícil que hubiera aceptado ser sacrificado sin oponer resistencia. Lo específico de Jesús es su combinación de mensaje y de experiencia de entrega en la Cruz, sacrificándose. No hay nada comparable a eso. La muerte de Sócrates es más suave, con veneno. Jesús se entrega como cordero en un sacrificio, es distinto.
– ¿Eso hace especial al cristianismo?
– El cristianismo nace como un movimiento sin violencia. Jesús mismo da ejemplo, es un líder pacífico, sin armas. El cristianismo es perseguido con violencia extrema, y pese a todo, sin violencia en sus primeros siglos, consigue llegar a ser mayoritario. Es un caso único en la historia. El comunismo y el Islam, o las revoluciones liberales, todas son religiones armadas.
– En teleseries y novelas de fantasía, vemos mundos medievales fantásticos, con una moral judeocristiana, pero sin Cristo. ¿Es eso creíble?
– A la novela histórica se le exige más credibilidad quizá que a la fantástica. El modelo canónico de fantasía lo creó Tolkien, con un mundo no específicamente cristiano pero con valores cristianos. Los imitadores en la línea de Tolkien siguen su legado, excepto los que apuestan claramente por mundos más oscuros y siniestros.
– Pero en Juego de Tronos la religión de Poniente y sus Siete Dioses es como un cristianismo descafeinado, con su Padre, su Madre…
– Me he leído los cuatro primeros tomos y yo creo que la religión de los septos es ritualista y pagana. Cuando llega la rebelión de los gorriones y sus pobres me parece una cierta parodia al cristianismo, quizá inspirado en los franciscanos. Poniente no es un ejemplo de ética cristiana vergonzante. Es un mundo como si Cristo no existiera. El clero es ritualista, y la nobleza es cruel, y no creo que su código caballeresco sea como el medieval. Según parece por las novelas, sólo cuatro chalados se creen los valores caballerescos.
– En el mundo real, ¿la Edad Media supuso una mejora, con sus normas de treguas de Dios y caballerosidad?
– Sin duda fue una mejora importante. La paz de Dios, la prohibición de no agredir a los no combatientes, es una novedad ética que no tenía precedentes, exceptos las breves treguas sagradas en Grecia en los Juegos Olímpicos, que duraban pocos días. La Paz de Dios benedictina del siglo XI empieza a cambiar la mirada sobre los no combatientes. Los romanos había debatido sobre qué guerra era justa, pero los medievales debatían cuál era la forma justa de hacer la guerra, si era lícito usar la ballesta, por ejemplo. La querían limitar. Ahí empieza el camino que llevará a las convenciones de La Haya y de Ginebra.
– Electricidad, gasolina, Internet y medicina moderna. ¿Impide eso el retorno a un paganismo cruel?
– Ha salido hace poco Japan’s Holocaust, un libro sobre el Holocausto nipón y su genocidio en la Segunda Guerra Mundial. Los japoneses tenían aviones, gasolina, electricidad. La tecnología no hace difícil el genocidio, lo facilita, aunque en pleno siglo XX, en Ruanda, se hizo un genocidio de hutus y tutsis a golpe de machete. La tecnología es indiferente a la voluntad de matar.
– Ahora hacemos la guerra con drones. ¿Llegará el día en que digamos: que peleen nuestros robots?
– No. Quizá habrá robots combatiendo, pero el humano no va a renunciar a su impulso de guerrear. Me extrañaría mucho.
– Año 2023: se bombardean hospitales, se hacen asedios de tipo medieval, sin agua ni electricidad, en Gaza, en Ucrania Cáritas recoge leña para que miles pasen el invierno con tecnología medieval…
– Fijémonos que los terroristas de Hamás han exhibido las barbaridades que hicieron grabadas en móvil, cuando lo normal hoy en Occidente es esconder la iniquidad. Cuando ellos la exhiben, con su salvajismo, es para un público distinto al mundial, es para su público local.
– ¿Qué pueden aportar los discípulos de Cristo hoy ante estas iniquidades?
– Para los cristianos, nuestra primera labor es denunciar la iniquidad. Todo lo que sea taparla está mal. Taparla, que no se vean los niños sufriendo, que no se vean los hospitales bombardeados, está mal. Debemos denunciar y visualizar y que se empatice con la víctima. El arma cristiana por excelencia ha sido la empatía, no limitarse a dar números fríos.
»La segunda gran tarea del cristiano es la caridad, ayudar, socorrer, dar asistencia médica. Pero no olvidemos la primera: el cristiano no solo ayuda al necesitado, sino que también debe denunciar con voz profética, porque en las Bienaventuranzas Cristo pide ser constructores de paz y esa construcción incluye la denuncia.
Minuto 7: «Si de la Antigüedad eliminas la tradición socrática y la cultura cristiana, lo que te queda es el nazismo»; palabras de Rodríguez de la Peña para impulsar el debate, tras estudiar detalladamente la crueldad de las culturas antiguas.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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