16/11/2024

Siete factores para que un sacerdote sea feliz y se sienta realizado en su ministerio

¿Cómo puede mantener el equilibrio un sacerdote en su ministerio ante las exigencias del trabajo pastoral de hoy en día? En ReL hemos consultado a Tote Barrera y Cristy Salcedo cocreadores de Pastores Gregis, un curso sobre liderazgo, cambio y conversión pastoral dirigido a sacerdotes «que anhelan la transformación de su parroquia”. 

Este matrimonio tiene una gran experiencia como promotores de la Nueva Evangelización en España, a partir de su trabajo de muchos años liderando el método de evangelización Alpha lo que los ha llevado a trabajar con parroquias y diócesis de todo el país.

En la actualidad, forman parte del grupo de trabajo de la recién creada Comisión de Primer Anuncio de la Conferencia Episcopal Española que reúne expertos de diferentes realidades de evangelización de nuestro país.

En el curso de sacerdotes que imparten, tienen la ocasión de conocer todo tipo de realidades pastorales, desde la del cura de una gran ciudad, hasta el párroco rural que tiene que llevar varias parroquias a la vez. Fruto de esta experiencia, han querido compartir con nosotros algunas observaciones acerca de lo que hace que un sacerdote se sienta realizado en su ministerio.

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Siete factores para que un sacerdote sea feliz en su ministerio

En los últimos tiempos oímos demasiado a menudo noticias de sacerdotes desanimados en su ministerio, y bien sabemos lo que duele a toda la Iglesia cuando uno de ellos abandona su ministerio. A veces, ocurre lo que el P. Mallon define como “abandonar quedándose” y vemos sacerdotes desconectados que cumplen maquinalmente con su trabajo, como quien aguanta un chaparrón, resignados a una vida ministerial cuya pasión parece haberse extinguido.

Tote Barrera y Cristina Salcedo recibieron el Premio ReL 2020 en la categoría de Nueva Evangelización. 

Son tiempos de cambio y de crisis, en los que todos sentimos el dolor de ver el declive de la Iglesia de la cristiandad y estamos en medio de los dolores de parto de dar a luz la Iglesia de la misión que estamos llamados a ser.

En medio de todo esto, ¿hay motivos para la esperanza y ejemplos en los que fijarnos? ¿Tenemos las ideas claras sobre los factores que hacen que un sacerdote se sienta realizado en su vocación y su misión particular?

Alguien definió la felicidad como tener la dicha de estar en tu sitio y si puede ser, saberlo. En otras palabras, para sentirse realizado en la vida, simplemente hay que cumplir tu propósito —tu vocación— o al menos estar en el camino de intentarlo. Así, ser feliz no es un sentimiento, ni que te vayan bien las cosas como quien tiene éxito humano, sino simplemente tender a estar en tu sitio en la vida, sabiendo quién eres y a dónde vas.

En nuestra experiencia impartiendo el curso para sacerdotes Pastores Gregis Christi tenemos el privilegio de conocer a muchos sacerdotes que buscan profundizar en su vocación y su misión. En todos estos años de trabajo para la Iglesia, hemos observado unos factores en común entre todos los sacerdotes que se sienten realizados en su ministerio.

Aquí enumeramos algunos de los factores que se observan frecuentemente entre estos sacerdotes:

1.- Ejercer de cura

Parece de Perogrullo, pero cuando al principio de nuestro curso encuestamos a los sacerdotes para saber cuántas horas semanales dedican a sus funciones sacerdotales nos encontramos con una sorprendente estadística que nos dice que muchos apenas llegan a un 30% de su tiempo dedicado a acompañar, predicar y celebrar sacramentos cada semana. Si bien su vocación es al “triple munus”, el cual comprende la función real (guiar/liderar al pueblo), la sacerdotal (santificar/celebrar) y la profética (anunciar/predicar), muchas veces las labores administrativas, de gestión de la parroquia y de hombre orquesta, se comen hasta el 70% del tiempo del sacerdote.

Obviamente, también entre los sacerdotes hay una variedad de vocaciones y encargos pastorales, y no podemos reducir a todos a un solo estilo o modo de ejercer el sacerdocio. Pero lo que está claro es que cuanto más puede ejercer un sacerdote como lo que es, más afianzado está en su vocación y su misión.

2.- Tener comunidad

Los sacerdotes religiosos lo tienen más fácil, pero los diocesanos parece que han sido programados para vivir solos, sin apenas verificarse con nadie.

La comunidad puede tener muchas expresiones. La primera comunidad del sacerdote son sus hermanos de presbiterio, pero su parroquia también debe ser su comunidad, un lugar donde dar, pero también un lugar donde recibir como cristiano (como decía san Agustín: “Obispo para vosotros, cristiano con vosotros”).

Sabemos de sacerdotes en fraternidades sacerdotales, movimientos y asociaciones. También los hay que se reúnen semanalmente con hermanos en su arciprestazgo. Incluso hay “reuniones clandestinas” de sacerdotes de diferentes diócesis que quedan para alentarse y soñar con la evangelización. En Francia, las parroquias las asumen equipos de sacerdotes o comunidades con todas las vocaciones (laicos, religiosos y sacerdotes).

¿Hasta cuándo seguiremos con el paradigma de preparar a los sacerdotes para estar solos, cuando a todas luces su fe languidece y su fortaleza se debilita cuando no están insertados en una vivencia comunitaria equilibrada? Tener algún tipo de comunidad es algo que da mucha luz a quienes lo practican (y no solo es estar bien rodeado, es exponerse a rendir cuentas y ser corregido).

3.- Paternidad episcopal y mentoría

La Iglesia es una familia donde todos somos hijos. Los sacerdotes están en la posición de ser padre de todos; pero, ¿qué padre puede serlo sin el ejemplo de haber sido antes hijo? A veces da la sensación de que vivir como hijo está limitado al tiempo del seminario, y solo se ve una continuidad después en algunas diócesis pequeñas donde la inmediatez del obispo le permite seguir ejerciendo esta paternidad una vez los polluelos han volado del nido.

Pero, ¿en cuántas diócesis la figura del obispo está distante y se le critica a sus espaldas por parecer ser un mero administrador? Aunque se entienda la complejidad de la labor de los obispos en la actualidad, en el fondo lo que los sacerdotes anhelan es la figura de un padre de quien se sientan colaboradores cercanos no solo en la teoría sino en la práctica.

Y donde esto no es posible, siempre hay figuras intermedias, llámense vicarios o lo que se quiera, que pueden ejercer esta labor de comunión y paternidad tan necesaria.

En nuestra experiencia, los sacerdotes que encuentran esta paternidad en la figura de un mentor (un obispo o un sacerdote que peine canas, haya sido ejemplo y sea un confidente) se sienten acompañados y tienen un marco para crecer en su ministerio.

4.- Estar en su sitio

Efesios 4,11 describe cómo Dios constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y a otros maestros. Tradicionalmente en la Iglesia se ha leído este pasaje en clave de las maneras de ser/actuar de los sacerdotes.

La realidad es que no todo el mundo sirve para lo mismo, y a veces a quien es maestro, no se le da igual de bien ser pastor; o al apóstol le mata estar todos los domingos en el mismo sitio, como San Pablo no podía estarse quieto en una iglesia más allá de unos meses.

En la Iglesia tenemos quienes están llamados a ser apóstoles (misioneros), quienes tienen don para anunciar (evangelistas), quienes saben enseñar (maestros) y quienes gustan de predicar con la palabra y las obras (profetas). Por supuesto, también asociamos al sacerdote con quienes son pastores (de hombres, no de ovejas). Pero es difícil que una sola persona pueda hacer bien las cinco cosas a la vez, por más que tenga la gracia de estado.

Los sacerdotes que se sienten más realizados son los que pueden desarrollar los dones que tienen en su ministerio concreto. Esto no es óbice para que a veces les toque bailar con la que peor se les da, y habrá que ejercer el ministerio en áreas que no se les den bien por naturaleza. Les pasa hasta a los obispos (recuerdo un obispo que en una comida que tuvimos añoraba sus tiempos de profesor en la facultad).

Son tiempos de escasez y todos tienen que hacer de todo, pero eso no quita para que intentemos encajar a cada uno donde Dios le ha hecho más válido. ¿Está mal que un sacerdote le pida a su obispo que le ponga donde mejor cree que va a encajar? ¿Son los obispos sensibles a esto a la hora de asignar parroquias y formar equipos de sacerdotes? ¿Se conoce a sí mismo lo suficiente un sacerdote como para saber dónde encaja? ¿Le conocen lo suficiente en la diócesis?

5.- Relación con Dios y oración

También esto suena obvio, pero es que cuando un sacerdote vive volcado para fuera y se pasa la vida de celebración en celebración, resolviendo urgencias por todos lados, y no dando abasto, muchas veces lo que se resiente es la oración personal por agobio, descuido o enfriamiento. Aquí lo de los jesuitas (contemplativos en la acción) puede ser de plena aplicación, pero recordemos que un jesuita siempre ha tenido por norma una hora diaria de oración personal, además del breviario y la Eucaristía.

No se trata de cuánto tiempo de oración se hace, sino de cómo está la relación con el Señor. En otras palabras: quien es padre, en la intimidad es discípulo, amigo e hijo. Una relación con Dios viva y vibrante tiene como resultado un pastor equilibrado y confiado, que es capaz de ir hasta el confín de la tierra en su misión porque sabe de quién se ha fiado (2 Tim 1, 12).

6.- Crecer con la parroquia

La instrucción El presbítero, pastor y guía de la comunidad parroquial, dice en su punto 16 B): “El sacerdote está al servicio de la comunidad, pero a su vez se encuentra sostenido por la comunidad. Éste tiene necesidad de la aportación del laicado, no sólo para la organización y la administración de su comunidad, sino también para la fe y la caridad; existe una especie de ósmosis entre la fe del presbítero y la fe de los otros fieles”.

Cuando una parroquia crece, el sacerdote crece. Pero… si una parroquia no crece, ¿cómo hará el sacerdote para crecer? Parece claro que la Iglesia es una familia y que todos nos necesitamos a todos constantemente. Los sacerdotes no son una excepción, y se sentirán parte de algo que merece la pena en la medida en que vean que las cosas progresan, y su fe crecerá en la medida en la que crezca la fe del pueblo.

Recuerdo cómo Alfonso López Quintás decía, refiriéndose al matrimonio, que nadie está hecho para aguantar. Se puede atravesar una crisis, se puede tener que tirar del carro una temporada (incluso unos años). Pero en algún momento se tiene que recoger fruto para alimentarse y continuar caminando. No se trata de tener éxito, sino de recoger el fruto de fe, salvación y caridad que pide el Señor. Si el árbol crece, todos sus miembros crecen.

7.- Tener tiempo libre

San Juan Pablo II hablaba del descanso como una obligación y era conocido que hasta se iba a esquiar de vez en cuando.

Las Misioneras de la Caridad dedican los jueves a estar en comunidad y retiradas, cerrando por ese día sus comedores sociales y demás obras. En una obra tan comprometida con las necesidades de los demás, es crucial poder realizar un parón para recargar pilas y así tener algo que dar el resto de la semana.

Muchas veces, la autoimagen de santidad, las responsabilidades y el vivir apagando fuegos, hacen que los sacerdotes se salten su día de descanso o no lo practiquen.

Resulta contraintuitivo, pero es mejor estudiar seis horas con descanso, que diez seguidas. En economía se llama teoría de la utilidad decreciente. Qué le vamos a hacer, somos así, estamos hechos de manera que necesitamos descansar.

En la Biblia aparece la figura del sabático como reflejo del séptimo día, en el que Dios descansó.

En estos tiempos complicados, nos sorprende la capacidad de algunos sacerdotes para hallar descanso de las maneras más variadas. No es que se tumben a la bartola; algunos descansan subiendo montañas y otros yéndose a estudiar a Alemania los veranos. Otros tienen sus escapadas misioneras, o contemplativas. Alguno conocemos que incluso se atreve a hacer sus pinitos haciendo paellas.

Al final, todos ellos son conscientes de sus limitaciones y saben poner equilibrio en su ministerio entre lo divino y lo humano.

Concluyendo: estos son algunos de los factores que identificamos como denominador común en muchos de los sacerdotes que conocemos. Hay muchos más y el tema daría para muchos artículos, y seguro que los lectores también pueden aportar alguno.

Artículo de hemeroteca publicado el 28 de septiembre de 2021. 

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»