«¿Qué tienen en común un tiranosaurio y un científico católico?». Es la adivinanza con la que Enrique Solano, astrofísico y presidente del capítulo español de la Sociedad de Científicos Católicos, comenzó su discurso al recibir el premio ReL «Ciencia y fe» el pasado 21 de septiembre.
Refutar la respuesta «que probablemente mucha gente contestaría, que ambas se han extinguido» es precisamente la misión con la que nació esta Sociedad en Estados Unidos en 2016. Siete años después, ya son más de 2000 socios de más de 60 países los que integran esta organización internacional, dedicando su tiempo a «visibilizar al científico católico«.
El capítulo español, nacido en 2022, es según Solano «joven pero con un amplio margen de mejora y ampliación». Por el momento, cuentan con 100 socios en España, pero sus eventos no hacen sino confirmar una amplia demanda en el ámbito académico, como lo mostraron los 150 asistentes al II congreso celebrado también en septiembre, en Madrid.
Enrique Solano recibe el premio ReL «Ciencia y Fe» de manos de Carmelo López-Arias, director adjunto de Religión en Libertad.
En el mismo se expusieron aspectos tan relevantes para la relación entre la ciencia y la fe como que la religiosidad es un carácter que se puede medir, que tiende a mejorar el comportamiento prosocial o que escuchar predicaciones activa nuevas redes neuronales. También se destacó y explicó que hay zonas cerebrales específicas para la oración de alabanza o la contemplación y que, en definitiva, la religión modifica el cerebro (sus conexiones neuronales) para reducir la violencia.
Todas ellas son cuestiones a las que contribuye la misión de la Sociedad de Científicos Católicos, surgida para rebatir la idea generalizada de que «un científico del siglo XXI tiene que ser ateo o, como mínimo, no plantearse la existencia divina», según Solano.
Según él, «que el científico que es ateo ya viene ateo de casa» es solo uno de los muchos «argumentos erróneos que la sociedad ha adoptado como verdaderos» y que los Científicos Católicos llevan años refutando. De hecho, lo que sucede es «justamente lo contrario». La ciencia, agregó, «es el camino que acerca al investigador a Dios».
Mismamente lo muestra el premio Nobel de Física de 2022, Anton Zeilinger, a quien Solano citó: «Algunas de las cosas que descubrimos en la ciencia son tan impresionantes que he elegido creer«.
En este sentido, el galardonado admitió la existencia de «una corriente obsesionada con eliminar de la vida pública cualquier cosa que tenga el adjetivo de católico«. Y los católicos no son, a su juicio, inocentes en este contexto.
Solano llamó a los científicos católicos a romper el «círculo vicioso» del silencio y a dar testimonio de su fe en el ámbito académico.
«Nos hemos vuelto invisibles a la sociedad, y esto lo único que hace es entrar en un círculo vicioso. Si el científico católico no da testimonio de su catolicismo, lo que ocurre es que nuestros compañeros de departamento o de laboratorio reforzarán aún más la idea de que realmente no existen científicos católicos», advirtió. Por ello, su misión es clara, y también la responsable de que la Sociedad reciba el premio ReL Ciencia y fe: visibilizar la relación entre la ciencia y la fe.
Solano terminó expresando el «profundo agradecimiento» de la Sociedad a Religión en Libertad. Un medio, dijo, «que fue testigo de nuestro nacimiento hace un año y que nos ha venido acompañando de manera diría que amorosa por lo bien que nos ha tratado. Esperamos que los años venideros sigamos teniendo esta excelente relación».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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