Esta es la gran celebración de aquellos que comparten el triunfo y la gloria de Cristo por toda la eternidad, por haber sido fieles a la Gracia poniendo el esfuerzo en seguir de cerca al Divino Maestro, en muchos casos hasta el martirio.
Esta fiesta tiene sus orígenes en el siglo IV, cuando el número de mártires de la Iglesia llegó a ser tal que era imposible destinar cada día del año para recordar a un solo mártir. Entonces, la Iglesia optó por hacer una celebración conjunta para honrar a todos los que habían alcanzado el cielo, en un solo día, una vez al año.
Cuando el 13 de mayo del 610, el Papa Bonifacio IV dedicó el Panteón romano al culto cristiano, consagró el nuevo templo a la Bienaventurada Virgen María y a todos los mártires. A partir de entonces, la celebración de Todos los Santos quedó fijada en esa fecha y así permanecería por muchos años, hasta que el Papa Gregorio IV, en el siglo VII, trasladó la celebración al primer día del mes de noviembre. Es muy probable que la decisión del Papa Gregorio haya respondido al deseo de contrarrestar la fiesta pagana del “Samhain” o año nuevo celta, que se celebraba la noche del 31 de octubre y cuyo equivalente actual es Halloween.
¡Que estos héroes y heroínas de Dios intercedan por nosotros y nos ayuden a alcanzar la felicidad eterna como ellos!
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